“Como mamá puedo decir que es algo horrible vivirlo a diario, en carne propia, ver tus hijos morir día a día, quemarse, destruirse. Es horrible. No lo puedo contar. Gracias a Dios los pude sacar. Sigo en la lucha hasta el día de hoy”, resumió su dolorosa experiencia Maris Soria, mamá de seis chicos; tres de ellos, de 16, 22 y 23 años, adictos..

Y agregó: “Te das cuenta, pero no lo podés evitar, es algo que los puede”.

Maris afirmó que buscó ayuda en varios lugares. “Hice todo para poder sacarlos de la droga. Pero en un momento de mi vida dije ‘ya está, hasta acá llegué, no doy más’, en mi casa todos los días faltaba algo porque mis hijos vendían para consumir… entonces decidí buscar ayuda en Dios”.

Ayuda en la iglesia

La mujer empezó a asistir a la Iglesia de Dios, en Frontera, y aseguró que su fe religiosa dio resultado. “Mis hijos decidieron internarse. Uno de ellos, que era el que peor estaba por su adicción, hoy está internado en Guiñazú desde hace dos meses. Ahora es otra persona y eso me fortalece”, contó.

Otro de los hijos de la mujer estuvo internado en Puerto Madryn, Chubut, y un tercero continúa con un tratamiento ambulatorio.

“Si veo algún joven que anda por las calles, lo ayudo, lo invito a las charlas. Lo incentivo para que podamos decir que se puede cambiar y que después de esto hay otra vida”, reveló la mujer.

Según contó Maris, sus hijos “tuvieron acceso a todas las drogas”, incluso al crack o “pipazo”. “Es lo peor, porque los consume, los deja flaquitos. Quema sus bocas, sus dientes, sus dedos, los consume, son viejitos con tan corta edad”, relató.

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La mujer quiso compartir su historia para ayudar a otras mamás.

 “La droga es mentirosa”

Marcelo, su pareja, reflejó que entiende la situación mejor que nadie y por experiencia propia. “Fui consumidor la mitad de mi vida, empecé con marihuana y cocaína y pasé por todas las drogas, menos el crack. También he ido a la iglesia, pero para que mis papás vieran que iba. Estaba por perder todo, a mi familia, a mi hija”.

Y subrayó: “La droga es mentirosa, te mentís hasta vos mismo”.

El hombre transitó un camino religioso similar al de su pareja. Volvió a la iglesia y se alejó de la droga. “Mi hija y mi pareja me ayudaron mucho. Hace un año y medio que no sé lo que es consumir”, expresó.

Un comedor, espacio de contención

Nilo Hartemann, amigo de la pareja, también creyente y con una experiencia de vida similar, contó que a partir de un llamado de Dios decidió fundar una iglesia / comedor. 

“El comedor es una estrategia para que todos puedan conocer la palabra de Dios y que puedan conocer que hay otra vida”, aseguró.

La iglesia se llama Ministerio Evangelístico Guerrero de Jesucristo y el comedor se llama CEDEA por las siglas de Comedor Evangelístico “Dios Es Amor”. El espacio, que tiene un año de vida, funciona en Calle 21 esquina 106, en barrio San Javier de Frontera. En la actualidad asisten cerca de 80 niños y jóvenes.