Después del juicio, “Funyito” Funes continúa limpiando parabrisas
Fue uno de los testigos clave en el caso del “crimen de la veterinaria”, que terminó con la condena a Hernán Vietti Colomé. Se lo puede ver a diario en una esquina sobre uno de los accesos de la ciudad, trabajando en la calle. Asegura que la gente lo reconoce más luego del juicio y que está a disposición de la Justicia en caso de que lo requiera.
Uno de los homicidios que impactó a la comunidad de San Francisco en los últimos años, conocido como el “crimen en la veterinaria”, ya es historia con la condena a 17 años de prisión de Hernán Vietti Colomé por matar a Jorge “Turco” Jaider en septiembre de 2017.
Así lo piensa y lo manifiesta uno de los testigos que para la Fiscalía que investigó la causa fue clave: Omar “Funyito” Funes (65). Mientras se gana el “mango” limpiando parabrisas de automóviles cada día en la esquina de las avenidas Trigueros y Cervantes, asegura que tras conocer la sentencia se “sacó un peso de encima” y además dice estar a disposición de la Justicia en caso de que lo requiera, ya que el tribunal de la Cámara del Crimen pidió que se remitan sus antecedentes y los del veterinario Roberto Ferrero, otro de los testigos que aportó datos a la oscura trama del homicidio.
Funes no oculta un pasado en medio de la delincuencia, pero asegura que eso quedó atrás.
Mientras pone en remojo su limpiavidrios para dialogar con El Periódico, “Funyito” agradece el trato que tuvo por parte de la fiscal de la Cámara, Consuelo Aliaga, y del fiscal de Delitos Complejos, Bernardo Alberione, ya que considera que fueron los responsables de que “todo salga a la luz”.
“Todo lo que he dicho fue verdad, nada fue inventado y eso quedó demostrado con la condena”, sostiene Funes. El hombre lleva dos años y medio en esa esquina ganando su sustento, ya que quedó sin trabajo cuando se destapó la historia detrás del caso.
“Nada que ocultar”
Funes insiste que no tiene nada que ocultar y que no se guardó nada durante su declaración. Asegura que por eso aguarda tranquilo el llamado de la Justicia. “Tengo la consciencia tranquila, después del juicio me saqué un peso de encima, ahora que pase lo que tenga que pasar”, afirma.
Cuenta que la gente lo reconoce en la calle pero dice que sobre todo recibe mucha ayuda de las personas. “Estoy muy agradecido con la gente, me ayuda en muchas cosas, con dinero, ropa, comida. Acá la limpieza de los vidrios es a voluntad, está el que te da una moneda como el que te deja 500 pesos y eso lo valoro un montón”, comenta.
Con horarios fijos, de 8 a 13 y de 14 a 17, el hombre trabaja junto a un compañero todos los días, de lunes a lunes, como él dice, en la misma esquina limpiando vidrios. “Vivo solamente de esto, me las rebusco. Se puede vivir de lo que uno saca en el semáforo, no sé cómo será en otros”, explica.
Con lo que gana le alcanza para sus gastos, su comida, pero también para ayudar a su nuera que hace pocos meses tuvo a su único nieto, Elián Ezequiel, de tan solo seis meses y cuyo padre se encuentra preso purgando condena.
Dejar atrás lo malo
Por su nieto asegura que ya no quiere saber nada con la delincuencia ni con las drogas. Sabe bien de lo que habla porque no se lo contaron. Dice que cuando recibió el pedido de Vietti Colomé se le nubló el sentido, pero reconoce su error y afirma que busca dejar ese pasado atrás.
Además, insiste en que quiere estar presente cuando su hijo recupere la libertad-sería en noviembre próximo- y ayudarlo a cuidar de la familia. “Todo lo malo ya lo hice, ahora quiero hacer lo bueno”, subraya.
Consultado por su pasado, relata que fue a la cárcel por traficar marihuana hace 20 años. “Viví un mundo de mucha droga, delincuencia, malas juntas. Estuve preso tres años y seis meses de 1998 al 2001. Fue duro, hay que sobrevivir con otros presos, pero eso ya quedó atrás para mí”, narra.
Su apodo
A Funes lo apodan “Funyito” desde su infancia, cuando jugaba al fútbol. “Yo en broma decía que era el mago Zanabria, pero para cargarme me decían: ‘no vos sos el mago Fun-yi-to, y eso me quedó”.
El mago Fun-yi-to era un personaje de historieta argentina aparecido en la década de 1940 pero que tuvo continuidad hasta los ’60.