La pandemia significó un gran desafío también para la Comunidad Terapéutica de Adicciones de San Francisco, que por las restricciones que se tomaron en la cuarentena debió adaptarse para poder continuar con los tratamientos que allí se brindan a personas con con problemas agudos de adicciones.

El secretario de Prevención y Asistencia de las Adicciones de la provincia de Córdoba, Darío Gigena Parker, dialogó con El Periódico sobre el funcionamiento de este importante centro asistencial, de los cuales solo hay dos de su tipo en toda la provincia, y contó que que en el centro sanfrancisqueño en todo 2020 hubo 92 pacientes internados y 62 fueron dados de alta, de los cuales 36 recibieron el alta por terminar el proceso terapéutico en plena pandemia.

Gigena Parker detalló que actualmente hay ingresados 23 pacientes, 78% son varones y 22% mujeres. La edad promedio es de 29 años y el 23% son de la localidad de San Francisco, 11% de Frontera, 11% de Córdoba y el resto de otros lados. Además, explicó que la institución está retomando sus consutas presenciales y aumentando su ocupación de camas luego de las restricciones obligadas por la pandemia. Sin embargo, se combina con la asistencia virtual que han desarrollado desde el año pasado. El funcionario destacó que desde el año pasado se han realizado unas 20 mil prestaciones, que incluyen sesiones de terapia, atención en hospitales, ambulatorios, etc.

Por otra parte, el especialista destacó que en San Francisco se incorporaron grupos de autoayuda independientes a la Comunidad Terapéutica, aunque reciben su apoyo, que se complementaron a la asistencia que brinda este espacio.

¿Cómo pudieron afrontar el funcionamiento del centro en el año de pandemia?

Al principio fue el temor, como todos los lugares cerrados, la gran preocupación era evitar un brote. Si bien la población que tiende a utilizar nuestros servicios no es estrictamente una población de riesgo por la edad, sí son de riesgo porque suelen tener problemas de salud o descuidos en el cuidado de su propia salud como trastorno adictivo. Cerrar los espacios no era una alternativa descabellada, pero defendimos la presencialidad de las personas que habían iniciado un proceso terapéutico, mas allá de que es un proceso voluntario. El desafío fue seguir prestando servicios porque hubo restricción de circulación en las personas, razón por la cual hubo una disminución de la posibilidad de internar pacientes a pesar de que tuviéramos camas y muchas personas no pudieron acceder al servicio. Eso cambió y estamos recuperándonos. La Comunidad de San Francisco es uno de los orgullos de la política pública porque no existió nunca en Córdoba este tipo de dispositivos para completar la oferta asistencial de las adicciones de mayor complejidad.

¿Cuántas personas fueron atendidas durante el 2020 en San Francisco?

Hubo 92 pacientes internados y 62 recibieron el alta, de los cuales 36 ingresaron en pandemia y fueron dados de alta por terminar el proceso terapéutico. Pero hay que señalar que no es un tratamiento enlatado o que si está menos tiempo no sirvió, sino se combina el tratamiento ambulatorio y presencial. Algunos no pueden estar tres meses, por trabajo u otras situaciones. Muchas personas dejan el tratamiento, desafortunadamente. Sin embargo, no significa que no se beneficien por el tratamiento. Pero si hay algo que va a aumentar las chances de que esa persona mejore definitivamente es la continuidad de ese tratamiento.

Es decir, no es un tratamiento mágico que se logre de un día para el otro sino que requiere continuidad una vez que se logra el alta. 

Si tomamos este trastorno como un trastorno agudo como una gripe o el coronavirus, ya sabemos cómo es: son 15 días de cuarentena y unos 45 días hasta recuperarse del proceso infeccioso; pero luego esa persona no sigue con coronavirus. En el caso de los trastornos adictivos la conceptualización moderna ha quitado ese mote donde ‘era un tema moral que las personas deciden volverse buenas’, y eso es un error porque es una enfermedad crónica. El cerebro, las vulnerabilidades, los entornos sociales son condiciones que no desaparecen en 15 días, persisten en el tiempo y la posibilidad de que esa persona se recupere es más parecido a la recuperación de una persona diabética, asmática o hipertensa. ¿Consideran un fracaso a alguien que salió de un ACV después de cinco años con dieta y cuidados, y de golpe volvió a tener una recaída? Esto es lo mismo, se necesita continuidad y un cambio de mentalidad que no se hace en un momento, es un proceso de aprendizaje donde están las recaídas y ahí tiene que estar el tratamiento acompañando a la persona. Algunos no mejorarán, pasa, pero el sistema de salud no se las abandona y nadie piensa que es un fracaso. 

¿Cómo es ese seguimiento o asistencia de la Comunidad Terapéutica para seguir a esas personas una vez que se da el alta?

La Comunidad Terapéutica tiene un panel de control para hacer un seguimiento tres meses después con llamados telefónicos para ver si continúan con el tratamiento en sus lugares de origen. Al estar internado a veces se espera un cambio notorio o mágico, porque la naturaleza del hombre es querer tener cambios rápidos. Y la verdad es que no es así, ojalá fuese así. A veces pasa que las familias tienen que pasar varias vueltas en este carrusel para tomar conciencia de eso. Y pareciera que también es remover los malos momentos vividos y eso no se quiere ver, se vuelve a activar la negación, esta vez generando las condiciones para una posible recaída. Yo le digo a mi equipo y a mí mismo que tengamos paciencia, que no nos frustremos, aun cuando la sociedad nos diga que hemos fracasado. Pero suceden también muchas cosas positivas: San Francisco ahora tiene un grupo de ayuda mutua.

¿Cuál es la función de esos grupos?

Es un grupo de ayuda como narcóticos anónimos para contener personas con problemas de adicciones, algo que nunca tuvo y eso es gracias a la Comunidad Terapéutica y al tratamiento ambulatorio. Hay una masa de personas que salen de una adicción después de haber tenido consecuencias severas y tienen que hacer un cambio rotundo. Esa ayuda mutua no depende de la red, pero nosotros favorecemos porque el Estado no lo puede hacer, no le puede dar un amigo que lo apoye para que no tome alcohol en un asado. Lo tienen que hacer las personas de la misma comunidad donde vive.

“Nuestro desafío es llegar a más gente, gente que quizás no nunca hubiera tenido la oportunidad de un tratamiento”

¿Y cómo funcionan y se organizan?

Son presenciales y funcionan en el SUM de la comunidad terapéutica, una vez por semana. Inicialmente para que esto sea solido venían coordinadores de Santa Fe y Córdoba con años de recuperación y como modelo de experiencia. En San Francisco hay muchos que están en recuperación, en alta del tratamiento y pueden ser muy necesarios. Los convocamos para contar su experiencia y para que estén contenidos también, es un valor agregado. La RAC en San Justo hoy cuenta con 14 centros, 10 preventivos y 4 asistenciales donde pueden continuar los tratamientos. Tienen que ser accesibles y tener un contacto frecuente. Antes no estaban. El equipo necesita años de experiencia para que funcione como equipo y el desafío es la formación. El año pasado llevamos adelante el posgrado en la Universidad de Córdoba una diplomatura para los equipos, la formación que proponemos es especifica de supervisión del trabajo concreto, va a llevar tiempo para que mejore la calidad, hay centros que tienen más calidad y otros que menos y ese va a ser el desafío. Tenemos proyectos con el Ministerio de Empleo para que haya cupos en los programas PPP y Pila para la población, es un gran desafío por todos los estigmas que hay en juego, una persona en recuperación es un ejemplo, pero también hay riesgos, en el mundo del trabajo la adición es un problema muy serio. 

Si bien que una persona no termine el tratamiento o no se recupere no puede considerarse un fracaso, qué resultados obtuvieron con los tratamientos en la Comunidad Terapéutica.

Menos del 10% de las personas que tienen problemas adictivos por sustancias han recibido un tratamiento alguna vez en la vida. Hoy nuestro gran desafío es llegar a más gente. Consideramos que el éxito es que haya más personas atendidas, porque sabemos que eso mejora las chances de que esas personas de que tenga una recuperación sostenida. Nuestro objetivo es atender a más personas, más tiempo y con más componentes. Esto es lo que lo diferencia de un tratamiento convencional. Un componente es la terapia individual o la psiquiatría, el grupo o el monitoreo toxicológico. No son los únicos, pero son componentes esenciales que ayudan a tener mayores resultados.

Usted ha señalado anteriormente que había aumentado el porcentaje de mujeres que recibieron el tratamiento y que en ellas son más las dificultades por el hecho de que muchas veces son el sostén del hogar o están solas a cargo de sus hijos, ¿cómo se trabaja con las mujeres?

Desde el inicio uno de los focos es generar dispositivos que sean aptos para atender mujeres porque no había muchos, ahora hay un lugar donde pueden ir. La mujer tiene un problema mayor al acceso al tratamiento porque suele cargar más con vergüenza y con culpas, el hecho de ser madre es como una agravante en este modelo moral que es lo que hay que erradicar con los tratamientos y estamos trabajado en eso, ayudando a reducir esas barreras. Hemos tenido personas gestantes y esa es la ventaja de estar cerca del Hospital Iturraspe y trabajar juntos con todos los otros problemas de salud. Faltan elementos y componentes para tener a los niños, hijos de esas mujeres, y que puedan estar juntos. El desafío futuro es que podamos tener a los niños en la comunidad, no tenemos un marco legal o terapéutico que lo permita, salvo un bebé.

NARCÓTICOS ANÓNIMOS

Se juntan los viernes de 19.15 a 21, en el edificio de la Comunidad Terapéutica que funciona en el predio del Hospital Iturraspe. Reunión solo para adictos.