Muchas personas creen que tanto el castigo físico como los insultos son necesarios para la educación de los niños, como una manera de mostrar autoridad. En la actualidad estas prácticas están naturalizadas. Sin embargo, está probado que este tipo de educación trae numerosas consecuencias negativas en el desarrollo de los más pequeños.

Rocío Mansilla, psicopedagoga y profesora de Psicología, y Nadia Castelli, licenciada en Psicología, dialogaron con El Periódico y lamentaron que se haya naturalizado la violencia.

Consecuencias

“Lamentablemente en la actualidad, y a pesar de que la sociedad ha avanzado muchísimo en lo que refiere a educación, todavía nos encontramos con familias que siguen utilizando como práctica educativa la violencia física o verbal para con niños o adolescentes como la única forma de establecer límites. Lo que se desconoce es que los golpes o las agresiones generan en los afectados un efecto contrario o diferente a lo esperado”, explica Mansilla.

Y asegura que está comprobado que estas prácticas traen consigo algunas consecuencias que se manifiestan en forma de rebeldía, aislamiento, depresión, baja autoestima, fracaso escolar, insomnio, ansiedad, pesadillas, falta de apetito, así como también en trastornos. “Hay trastornos que hoy abundan dentro de las aulas, como por ejemplo déficit de atención, hiperactividad o trastorno de conducta”, ejemplifica.

Defensores

Puertas adentro del consultorio, muchos padres suelen verse desbordados por no conseguir que los niños sostengan los límites, dice Castelli, quien agrega que cuando se profundiza la cuestión se observa que la manera de establecer el límite es mediante el castigo físico o a través de prácticas donde no median palabras. “Pareciera que este es el método elegido en una cultura donde la falta de tiempo y la inmediatez no habilitan espacios para establecer acuerdos o reflexionar sobre aquello que propone cuidar o fortalecer el límite”.

La profesional propone revisar la diferencia entre autoridad y autoritarismo: “Muchas veces las figuras de autoridad utilizan prácticas autoritarias confundiéndose ambos conceptos. La autoridad tiene  que ver con la posibilidad de que una persona resulte un referente, un modelo a seguir, ya sea porque cuenta con mayor experiencia o porque tiene mayores capacidades, mientras que el autoritarismo tiene que ver con un abuso de poder ejercido por quienes son referentes o autoridades”.

cbd933b3-ad38-408b-b885-858b4919414bCastelli (izquierda) y Mansilla aseguran que los castigos físicos generan consecuencias negativas.

Estrategias

Si bien no es tarea fácil educar a un hijo, es importante proyectarse en su futuro. Castelli cuenta que en las prácticas profesionales es frecuente escuchar frases como “parece que pegarle es la única manera en que obedece”, “hasta que no le grito, no lo entiende”, “un chirlo nunca está demás”, “a mí me educaron así”.

“Lo que observamos es que en todas las justificaciones mencionadas anteriormente se le atribuye la responsabilidad al niño, mientras que la dificultad aparece ante la falta de reflexión de los padres acerca de cuáles son las fallas que aparecen en la dinámica familiar para que el niño no obedezca o busque transgredir las reglas de manera frecuente”, añade Mansilla.

Ante esto, la profesional sugiere trabajar con los padres o adultos responsables “acerca de la importancia de reflexionar, conversar y acordar junto a los niños las conductas sancionadas, y al mismo tiempo la importancia de sostener el límite y la consecuencia de no cumplirlo”.

Castelli refiere, además, que “es fundamental reforzar positivamente a los niños, mediante atención, muestras de afecto y elogios” y que “los niños recordarán fácilmente aquello por lo que fueron reconocidos e intentarán repetir esta conducta”.

Desnaturalización de la violencia

Para finalizar, Castelli destaca que “lo importante es comprender que por más que muchas prácticas fueron aplicadas a los adultos que hoy establecen límites, eso no justifica o implica que las mismas deban ser exactas a las ofrecidas en otros momentos”.

Y concluye: “Actualmente se está trabajando desde un paradigma de desnaturalización de la violencia y dejar en claro que los castigos no deben repetirse bajo ningún tipo de situación ya que estos afectan en gran medida a los niños no solo por las cuestiones presentes que se observan, sino además porque a futuro se pueden reproducir vínculos y formas de conectarse con el mundo que resulten nocivos y agresivos para ellos y/o para terceros”.

¿Cuándo son castigos físicos?

La psicopedagoga subraya que, “si bien es común escuchar en la mayoría de los discursos de los adultos no estar de acuerdo con ningún tipo de violencia hacia menores, más de uno ha propiciado, en alguna situación límite, algunas de estas prácticas para corregir la disciplina de sus hijos”.

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“Es muy importante no minimizar dichas situaciones cuando un niño o adolescente expresa ser víctima de los mencionados tipos de maltrato. Y dejar en claro que sin dudas un chirlo, una cachetada, un empujón o un tirón de cabello son manifestaciones de violencia, así como también lo son los gritos, los insultos, la sobre exigencia alimentaria o educativa, entre otras”, resalta.

7 de cada 10 sufren castigos físicos

Según un informe difundido por UNICEF, en Argentina los métodos de disciplina violenta, que incluyen castigos físicos y maltrato psicológico, afectan a 7 de cada 10 chicos de entre 2 y 4 años.

En Argentina, más del 95% de los adultos cree que los chicos no deben ser castigados físicamente. Sin embargo, en el 70% de los hogares se usan métodos de disciplina que incluyen violencia física o verbal.

Entre los niños de 2 a 4 años, Argentina está por debajo del promedio global, con un 54,4% de castigo físico, un 62,5% de agresión verbal y un 72,9% de cualquier práctica de disciplina infantil violenta. En el uso de disciplina infantil violenta contra niños de 2 a 4 años, Argentina (72,9%) está dentro de la media, cerca de países como Sierra Leona (73,6%) y México (69.9).

Según el estudio, en algunos países las niñas y los niños más pequeños sufren más castigos físicos que los que son más grandes. En Argentina, el 54,4% de los chicos y chicas de entre 2 y 4 años recibe golpes, palmadas en el brazo o la pierna, zamarreos, sacudidas o chirlos de parte de los adultos que los cuidan, porcentaje que se reduce a un 44,1% entre los de 5 a 14 años.

El caso

Una mujer de 33 años fue detenida este jueves en Frontera por agredir a su hija de 10 años en un hecho de maltrato familiar, según informó la Policía.

La denuncia fue radicada por el padre de la menor, el que adujo que la madre le habría provocado lesiones en su hija con un cable. Siempre según la Policía, al momento de trasladar a la niña al hospital, la mujer apareció de forma imprevista y tomó a la menor del brazo vociferando insultos. Tras intentar que deponga su actitud hostil, la mujer hizo caso omiso y comenzó a agredir físicamente al personal actuante.

Por tal motivo se procedió a la aprehensión de la mujer y a posterior se la trasladó a sede policial.