Por Nicolás Albera 

Ponerse en el lugar de una persona no vidente te baja a tierra. No me quedaron dudas luego de experimentarlo el último jueves cuando en la plaza Cívica la gente del Centro de Acción Comunitaria de No Videntes (Cacnovi) realizó una jornada de concientización en la plaza Cívica, en conmemoración del Día Internacional del Bastón Blanco.

Me vendaron los ojos, me prestaron un bastón y me mandaron a caminar. El recorrido de antemano era corto y fácil de hacer. Pero claro, todo esto mirando por donde iba a ir. Con los ojos tapados la historia fue otra.

Silvia Oviedo, docente de la institución, fue quien me iba dando algunas indicaciones. El solado de la plaza Cívica no contribuye mucho a la seguridad del peatón ya que hay muchos mosaicos salidos y otros partidos, por eso el uso del bastón es clave. El palito hay que hacerlo rebotar en el piso de un lado al otro y coordinarlo con los pies. Algo que para un novato como yo no fue tan fácil.

Cada pisada fue medida. Mientras caminaba a paso de elefante perdí la noción del tiempo y presté más atención que de costumbre. Subí y bajé escalones. Sentí la brisa del viento de otra manera e imaginé cada situación ante un sonido o una voz cercana. ¡Se puede caminar sin tener el celular en la mano! Pensé.

En su lugar

Vale la pena ponerse en el lugar del otro. Ese fue el objetivo de esta jornada. “La idea era concientizar sobre la importancia que tiene el uso de este bastón para personas ciegas y con baja visión”, me agrega Oviedo.

Elizabeth González de Ribas, presidenta de Cacnovi, cuenta que algunas personas se acercaron el jueves y se animaron a tener esta experiencia: “La jornada surgió para que la gente sepa que es un día especial no solo para las personas no videntes sino para todos; de darse cuenta del significado del bastón blanco, de arrimarse en la calle si ven a alguna de estas personas y ofrecerles una mano, ellos no muerden”, asegura en tono de gracia pero con firmeza.

Los que no ven

Olga Ostertag perdió la visión hace tres años. Sostiene que Cacnovi la ayudó en el uso del bastón blanco para poder “defenderse” en la calle. “Me fue un año adaptarme”, confiesa y reconoce que los obstáculos sobre las veredas son frecuentes: “Hay motos, bicicletas y hasta autos arriba de una vereda; hay que ir despacio”, dice.

Hace 26 años que Raúl Santinelli no puede ver. Desde chiquito tuvo dificultades hasta que perdió la visión a los 30: “Debí acostumbrarme, en los primeros tiempos me la arregle como pude. Luego fui a Cacnovi, hace 16 años, donde aprendí a movilizarme por mis propios medios. El bastón te otorga independencia para caminar porque vas reconociendo los obstáculos, que son muchos”, remarca.

Para “Mari” Ceballos, la vida no fue fácil. Con su ceguera se las arregló para criar a sus hijos y encargarse de las tareas de la casa: “Hace 33 años que estoy así”, cuenta y también sostiene que las dificultades son varias cuando sale a caminar.

Mari manifiesta que en la calle no todos saben las dificultades que tiene una persona no vidente: “Muchos no lo deben pensar pero no los culpo; quizás son aquellos que tienen algún familiar discapacitado los que se ponen en el lugar de uno”.

Sano y salvo

Luego de un rato de andar volví al lugar donde inicié el recorrido. Lo que podría haber hecho en un par de minutos me llevó varios más. Pasé la prueba, no me caí. Pero lo más importante fue otra cosa: me puse en el lugar del otro, conducta que por estos tiempos escasea.