“Mi hija tuvo un intento de suicidio y dimos con que fue consecuencia del bullying que sufría en la escuela”. La frase es desgarradora para una madre desesperada, cuya hija de tan solo 12 años llegó a pensar en quitarse la vida. Hoy, la menor intenta salir de una profunda depresión y su familia elevar, además, un mensaje a la sociedad.

Es el acoso físico o psicológico no es nada nuevo. Lo pueden padecer adultos, pero sobre todo niños, niñas y adolescentes.

Pamela (nombre ficticio para resguardar la identidad de la menor) fue víctima de bullying de forma sistemática por parte de algunos de sus compañeros en una escuela primaria de San Francisco, a tal extremo que entró en un cuadro de depresión, según el duro relato de su familia. Paso siguiente vinieron los cambios de conducta.

Su familia se enteró de su sufrimiento en la escuela a mediados del año pasado, pero el calvario comenzó, al menos, tres años atrás.

“Generalmente el chico que pasa por el maltrato en la escuela, después no lo cuenta en casa. A tal punto que llegan a normalizarlo y sentir que no sirven para nada, y que toda la agresión que reciben se lo merecen”, comentó la madre de Pamela a El Periódico Radio (FM 97.1).

“Yo no entendía por qué ella utilizaba términos como ‘sé que soy inútil’ o ‘no sirvo para nada’. En casa nunca se los expresamos, después nos dimos cuenta que todo venía del acoso en el colegio”, agregó.

La mujer explicó que actualmente su hija recibe tratamiento psiquiátrico, psicológico y debe acompañarlo con la toma de tres medicamentos diarios. Además, según les remarcó una de las profesionales que la trata, los ataques de pánico e intentos de suicidios que tuvo se debieron al acoso escolar sistemático que padeció en la escuela (la familia pidió reservar el nombre de la entidad educativa con el fin de cuidar a su hija). 

Cambios en la conducta

El primer llamado de atención para la familia fueron los cambios de conducta por parte de la joven.

“Mi hija era una nena muy alegre, siempre responsable y sonriendo. Después empezó a cambiar, estaba triste o enojada. Empezó a aislarse, no solo afuera, sino también dentro de la casa”, sostuvo la madre, y añadió: “Íbamos viendo los cambios, pero no podíamos definir qué le estaba pasando”.

Todo fue empeorando de tal manera que la niña dejó de comer, no dormía bien y no soportaba ir a la escuela. “Veíamos que los domingos eran de tristeza porque al otro día tenía que ir al colegio. Pensábamos que eran caprichos y la mandábamos de todas formas”, dijo.

“En época de pandemia vimos que ella estaba con el teléfono y se ponía muy ansiosa. Ocurre que sus compañeros, por más que no había presencialidad, la molestaban por teléfono y sufría amenazas”, recordó.

La respuesta de la escuela y la confesión con la abuela

La mamá planteó que en la escuela no tuvieron una respuesta positiva ante el caso extremo de bullying. “Siempre me dijeron que iban a hablar con los padres de los chicos, que iban a actuar, pero nunca hicieron el trabajo como lo prometieron”, indicó con cierta indignación.

Previamente pidió una reunión porque advirtió que su rendimiento escolar había bajado. Fue en ese momento cuando le comentaron cómo actuaba la niña en el colegio: “Me dijeron que no era más participativa, que la veían siempre sola y nadie se acercaba a ella, y otra serie de cosas que me dejaron petrificada”, relató la madre y criticó: “Si yo no iba a la escuela, nadie me informaba de la situación”.

Pamela en un momento se animó a contar lo que le pasaba. La primera confesión fue con su abuela, a quien le pidió ayuda llorando y temblando: “Decía que no quería más vivir, que su vida no tenía sentido”, narró la entrevistada.

Tras ello los padres de la joven recurrieron a una profesional y luego de tres sesiones les informó que el 95% de los problemas de la menor era por un caso de bullying sistemático. “Ahí nos empezamos a enterar de cosas que le hacían. Uno no puede creer que otras criaturas de la misma edad puedan causar tanto daño hasta hacerla pensar que la única salida es matarse”, confesó angustiada.

“Mi hija tuvo intentos de suicidio, pero nos enteramos después que ella empezó el tratamiento psicológico. En los informes y charlas con la profesional nos contó que tenía la idea de no vivir más, pero no supo cómo hacerlo”, recalcó la mujer.

El acoso escolar, pudieron saber, era psicológico y sistemático: por su físico, su pelo, la música que le gustaba y otras cosas más.

“Siento que desde la escuela no la acompañaron a ella y a nosotros como familia. En algún momento, algún adulto tendría que haber visto el acoso. Y cuando supieron la gravedad de todo esto, sentimos que quisieron tapar todo”, manifestó la mamá, quien señaló: “Mi hija se perdió su acto de fin de año, el viaje de estudio, una etapa de la vida que nunca más vuelve”.

Sentar precedente

Actualmente, la menor sufre ataques de pánico y hasta pasa noches sin dormir, por eso recibe atención psiquiatra y psicóloga.

Mientras tanto, la familia avanza con el asesoramiento de un abogado con el fin de llevar el caso a una instancia judicial y sentar un precedente para que se concientice en esta materia.

“Queremos sentar un precedente para que otra y u otro menor no pase por lo mismo. Los docentes tienen que estar alertas a estos temas y dar aviso inmediatamente. Si mi hija se suicidaba, yo jamás iba a saber el porqué. Mi vida no iba a poder continuar”, dijo la mujer.

“Es importante que este tema se trate de forma amplia y profunda con el fin de que se eduque a la sociedad y en particular a los niños que son agresores para que entiendan el daño que pueden causar. Los chicos que ejercen el bullying también necesitan asistencia. Necesitan ser corregidos y educados a tiempo”, reflexionó.

“El bullying se nutre desde el silencio”

La psicóloga Marisa Olmedo explicó que el bullying es la intimidación o acoso entre compañeros de escuelas o clubes deportivos. “El término es de persecución física y psicológica. Además de ser abusivo, es dañino, es decir que busca la intención de hacer daño a alguien. Se produce de forma sistemática, no porque una vez haya una burla es bullying”, indicó.

Preocupan los casos de bullying: la palabra de una profesional

“El que comete el acto ejerce por alguna característica cierto poder dentro de un grupo y no es líder positivo. Además es independiente a la provocación de la víctima”, describió.

Por todas estas cosas -añadió- el que realmente lo padece sufre un daño psicológico permanente. “Aun cuando termina el acoso deja consecuencias graves. Atañe a la autoestima, la manera de relacionarse. Es una problemática muy grave”, dijo la profesional.

En este sentido, Olmedo expresó que este acoso se da en una etapa muy especial del niño o adolescente. “Esto deja marcas durante años. Muchas veces se da de una forma muy sutil y silenciosa. Por eso está el silencio del agresor que no dice nada tratando que el adulto no lo vea, el silencio del que lo recibe y el de quienes lo miran y no se atreven a decirlo”, manifestó.

Olmedo llamó a romper con esa ley del silencio y aclaró que una de las formas es hablar del tema en las escuelas, con los chicos y darles la seguridad de que puedan comentárselo a un adulto.

“Cuando el tema no es identificado o hablado a tiempo provoca mucho daño”, enfatizó.