Las letras en mayúsculas invaden los cuadernos de los cuatro alumnos que intentan aprender a leer y a escribir en un aula de la escuela “Hipólito Yrigoyen”, donde funciona la nocturna para adultos “José Bernardo Iturraspe”. Como pueden, con sus herramientas y sus historias a cuestas tratan de encaminarse en la enseñanza primaria.

La maestra les deletrea con paciencia cada palabra, como si fueran niños, aunque son adultos que por distintos motivos no hicieron la escuela primaria en su momento y que transitaron sus años de vida preguntando y confiándose de las personas que los rodean. Son analfabetos en tiempos donde ya no solo se exige leer y escribir. Personas que quedaron fuera del sistema, ocultos y, en muchos casos, con un sentimiento de vergüenza que les es común.

Y son muchos más. En San Francisco, además de la nocturna, existen otros tres espacios que brindan talleres de alfabetización como La Virgencita, Cenpa 315 y el Cenpa del Servicio Penitenciario nº 7.

Son parte de casi el 2 por ciento de analfabetos que existen en el país según el último censo poblacional realizado en 2010, un porcentaje que no se condice con la realidad según quienes trabajan en este sector de la educación.

“Vengo con ganas a la escuela. No sé leer ni escribir, tengo que pedirle a otro que me mande un mensaje por el celular o por ahí en el Facebook me escriben y no sé qué me están diciendo”, explica a El Periódico Agustín, un joven de 20 que asiste al colegio nocturno, quien reconoce que empezó las clases “enviado por la jueza” al estar judicializado.

Cuenta que fue a la escuela de niño y que llegó hasta tercer grado. Luego falleció su padre y abandonó, empezando a trabajar como albañil a los 13 años, rubro, el de la construcción, al que se sigue dedicando: “Quiero aprender; por ahí se me ríen, me dicen ‘cómo no sabés leer’, es algo que me da vergüenza”, asume.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), en un informe elaborado en 2018, la tasa de alfabetización en hombres en la Argentina es del 98%, mientras que en mujeres del 99%. La investigación sostiene que estas disminuyeron en los últimos años, lo que consideran “una muy mala señal”, ya que supone un claro retroceso en el nivel de vida de los argentinos.    

Perfil

Claudia Pioli, profesora de Educación Primaria y directora de la escuela nocturna “J. B. Iturraspe” explica que el perfil de los analfabetos en la ciudad responde a dos cuestiones bien marcadas: “Por un lado llegan con una historia de maltrato infantil, descalificaciones como el ‘no servís’ y por otro son personas que debieron salir, muchos con sus padres, a sostener la familia porque eran el hermano mayor y por eso dejaron de ir a la escuela”.

La docente, con 20 años en este tipo de enseñanza, remarca además la vergüenza por la que pasaron y siguen pasando: “Quienes tienen que completar el primario tienen una carga en sus espaldas, se sienten menos que el resto de la sociedad, se sienten inferiores”.

Gladis (59) otras de las alumnas de la escuela nocturna, cuenta que dejó la escuela en quinto grado en su San Jorge natal y que de adolescente se fue de su casa y se vino hacia San Francisco en búsqueda de una hermana.

Amante del folclore –afirma que le gusta bailarlo- tuvo tres hijos a los cuales le inculcó que estudien. Pasó por malas experiencias de vida en sus matrimonios hasta que encontró en su actual pareja un gran compañero que la acompaña caminando desde barrio Acapulco hasta la escuela cada día de clase.

“Mi hija me preguntó si quería terminar la escuela y dije que sí. La letra de imprenta no la sé escribir bien, escribo todo en carta. Mi esposo me enseña, me ayuda mucho con las divisiones, las multiplicaciones”, señala y dice: “A veces siento que me discriminan y por ahí me enojo”.

A su lado se encuentra Javier (42), quien sostiene tener un problema en la vista que le perjudica avanzar con sus estudios: “Decidí retomar por la lectura, me cuesta leer; quiero leer de manera clara un letrero o un libro”, reconoce.

Pioli explica que el concepto de analfabetismo se extendió en la actualidad y va más allá de aquella persona que no sabe leer o escribir, sino que incluye a quienes tampoco pueden comprender un texto: “La problemática es compleja. Hay una cuestión social donde hay que tomar conciencia desde las instituciones y desde más arriba, donde todos debemos comprometernos; no podemos dejar que un chico que no sabe leer y escribir llegue a sexto grado y egrese y eso pasa en la actualidad”.

Cómo es la situación en La Virgencita

El comedor La Virgencita que depende Cáritas San Francisco lleva adelante desde hace un tiempo el Taller de Alfabetización de Adultos.

Emilio Amé, responsable de Cáritas, explicó a El Periódico que se encuentran con un elevado nivel de analfabetismo en la gente que asiste al taller: “El 80 por ciento no interpreta un texto, pueden leer y escribir frases cortas, pero cuando deben interpretar una consigna no pueden resolver”.

Sus participantes van desde los 24 a los 40 años, aproximadamente.

Amé también consideró que hoy existen otros tipos de analfabetos, los digitales, que son muy notorios en la entidad que preside: “Cada vez hay más trámites digitales y mucha de esta gente no tiene herramientas más allá de los medios, no tiene recursos para hacer este trámite. Son personas que están al margen por su desconocimiento y el no poder realizar este tipo de trámites los retrasa aún más”.

Al ser consultado sobre si la gente que participa llega por sus propios medios, respondió: “Hay miedo, el no poder desenvolverse, el quedar expuesto en su pobreza educativa, entonces se hace difícil ir sumando gente. Dentro del centro comunitario vamos detectando casos, se los invita a participar”, indicó.