Llevan transcurridos seis meses de pandemia y la sensación de la mirada juzgadora de la sociedad ante la persona que puede contraer Covid-19 sigue intacta. Aún con San Francisco habiendo sumado más casos positivos en las dos últimas semanas. Sin embargo, pareciera que seguimos viviendo en esos primeros días de cuarentena donde quien se contagiaba el virus era sometido a una especie de caza de brujas.

Miriam Moyano (44) trabaja en el Hospital Iturraspe, en el área de Farmacia. Fue diagnosticada con la enfermedad el pasado 14 de septiembre, luego de que un test rápido le diera reactivo y el hisopado confirmará dos días después lo que se veía venir. Simplemente porque ella tuvo algunos síntomas, de los menos característicos, el fin de semana anterior al diagnóstico.  

“El sábado 12 de septiembre empecé con dolor de cabeza y cansancio en las piernas, también mucho dolor muscular. Me sentía rara”, le contó a El Periódico.

Miriam contó que compartió ese fin de semana con sus hijos de 25, 20, 9 y 7 años -vive con los tres más chicos- y también su padre, de 70, y una tía también adulta mayor que no veía hace seis meses.

“El domingo comí con mi papá y una tía, y seguía con malestar, con ese dolor muscular. Una de mis hijas busca en internet y me dice que aparecieron síntomas nuevos del Covid, como dolor de cabeza, muscular y cansancio. Ahí mi cabeza empezó a mil”, se sinceró.

Durante la noche de esa jornada aparecieron “chuchos” de frío, aunque no levantó temperatura, algo que puede ser característico en los contagiados.

Agregó que al día siguiente fue a trabajar y que seguían los dolores de cabeza, por lo que fue testeada en el hospital e inmediatamente aislada al conocerse que el resultado había sido reactivo, lo que provocó que la hisoparan.

“El miércoles siguiente, a la mañana, me llaman dándome el resultado positivo. Se me vino el mundo abajo”, afirmó.

Lo que acarrea tener el virus

Moyano, que por su trabajo está expuesta al contagio, pensaba que iba a estar en el centro de las miradas de la sociedad que juzgan, aun cuando alguien se enferma.

“Sentí que la sociedad me iba a discriminar, a juzgar, es una sensación que tuve. Porque, además, a raíz de ello me dicen que tenía que armar un listado de la gente que tuvo contacto conmigo. Encima de lo que te toca tenés que acarrear con gente que no se si va a querer hisoparse o no sabés si se va a enojar si la nombrás”, reflexionó.

Paralelamente, la empleada del hospital narró cómo fue ‘puertas adentro’ de su casa: “Hubo mucho llanto, ver mis hijas llorando, me puse mal porque no aceptaba cómo me había contagiado. No había estado con contactos estrechos, si bien trabajo en un lugar donde se puede dar el contagio estoy en el sector Farmacia donde no estoy en contacto con pacientes. No entendí cómo había sucedido y tampoco lo aceptaba”, explicó.

Pese a la situación, Moyano manifestó que la enfermedad la transcurrió sin problemas: “A los pocos días dejé de tener dolores de cabeza, el olfato y el gusto no los perdí, no tuve fiebre, aunque sí el ánimo por el piso. Fue ese fin de semana donde estuve mal y nada más”.

La soledad del aislamiento

Si algo reconoció Miriam como positivo de lo que le tocó vivir fue poder cumplir el aislamiento hasta obtener el alta médica, que llegó este martes, en su propia casa. Sin embargo, asegura que eso significó un granito de arena en el mar ya que estuvo lejos de los suyos y preocupada por lo que podría llegar a pasarles.

“Mis hijas fueron con su papá. Que se vayan fue un dolor muy grande, el hecho de despedirte de tus hijos detrás de la ventana fue muy duro y cuando me di cuenta me quedé sola en casa. Iba a la cocina y lloraba, iba al patio y lloraba”, recordó.

Aunque aclaró que días antes había hecho una compra en el supermercado, sostuvo que los amigos estuvieron conectados en todo momento; también los comerciantes del barrio de los cuales es clienta.

Hasta el lunes a la noche, San Francisco registra 192 contagios desde marzo y 216 incluyendo 16 casos de Frontera, dos de Josefina y cuatro de Luxardo, según los reportes del COE local y la Municipalidad de Frontera.

“No sabía con qué me iba a encontrar en el proceso de la enfermedad y eso era lo peor. Y la gente que acarreás con vos. Mi papá tiene 70 años. Y él estaba solo, también aislado y pensaba si le pasa algo quién lo va a ayudar. Tenía miedo que se enferme. Afortunadamente le dio negativo el hisopado. Mi tía que hacía seis meses que no veía también la pasó mal, con mucho miedo. También le dio negativo el hisopado”, aclaró.

El alta y el alma al cuerpo

Moyano recibió el alta médica este martes por la mañana. “Lo primero que hice es reencontrarme con mis hijos, fuimos a buscar a las más pequeñas; fue emocionante, yo sufría porque hacía videollamadas, ellas demostraban estar bien pero no lo estaban”.

Al ser consultada sobre qué enseñanza le dejó la experiencia vivida, la mujer respondió: “Hasta cierto punto no te das cuenta del distanciamiento social. Por ahí te parás lejos de alguien pero cuando te das cuenta estás cerca. Por eso es fundamental el lavado de manos, el uso del barbijo y el distanciamiento. Lo demás, las juntadas… hay que esperar, hablando con mi hijo hicimos un clic, restringir las entradas de los amigos en casa, convivir con el distanciamiento. No queda otra que cuidarse, y tener paciencia. Es difícil no compartir con la familia, pero es más difícil estar separados de ellos”, cerró.