En las instituciones educativas se enfrentan realidades diversas. Por un lado, seres humanos que acceden a la información y que viven en ambientes familiares estimulantes, y por otro, los que sobreviven con necesidades básicas insatisfechas, en círculos fragmentados, sin recursos, ni posibilidades.

Entonces, la intencionalidad que el educador imprime a su desempeño, y el valor agregado que significa establecerse como guía y referente de sus estudiantes, adquiere particular importancia, así como la posición que asumimos como docentes, ya que con el ser y el hacer, se puede marcar una diferencia, por mínima,  que sea.

En tal sentido, surge el interrogante: ¿los educadores nos ubicamos a la altura de las circunstancias, para legitimar este rol, frente a las necesidades educativas actuales?

Al hablar de fracaso escolar, me y les pregunto ¿quién fracasa? Sé de la influencia de múltiples actores involucrados,  de factores externos e internos. Etonces, y no con el afán de buscar "culpables", ¿quién fracasa?; ¿qué es fracasar?; ¿qué ofrecemos como escuela para que los estudiantes aprendan?; ¿qué valores queremos enseñar y transmitir? ; ¿qué posición asumimos como educadores?

Los dejo con este entramado de cuestiones,  y los invito a realizar sus aportes…

Es de general conocimiento que para países como los latinoamericanos la problemática de la educación supone ir más allá del currículo, de la  organización institucional, de los  métodos de enseñanza, y las innovaciones  pedagógicas, sino que requiere una educación en valores, con igualdad de oportunidades para los alumnos, evitando tropiezos socioeconómicos.

Es por ello que en los tiempos actuales, la pobreza y la desigualdad inciden directamente en el fracaso escolar, solicitando generar nuevas y diferentes estrategias, y es en el sistema educativo en el que recae la responsabilidad, aunque carezca de los instrumentos para hacerlo.