Máximo, el abanderado sin internet y que colabora en comedores comunitarios
Tiene 11 años, es de barrio La Milka y fue recientemente premiado en la escuela Lucía Vaira de Aimetta con la portación de la bandera nacional, un logro fruto del esfuerzo y del sacrificio.
Máximo Giannoni recibió en los últimos días una excelente noticia: fue elegido abanderado en la escuela “Lucía Vaira de Aimetta”, donde asiste a sexto grado. Si bien es una designación que suele hacerse a finales del grado anterior, la pandemia y la virtualidad atrasaron las cosas.
Para el niño de 11 años y su familia se trata de una noticia que los llenó de orgullo, ya que estudiar y aprender no les fue nada fácil en los últimos meses: Máximo no tiene internet en su hogar y junto con sus dos hermanos cuentan con un solo celular para hacer las tareas. Además reparte su tiempo entre los deberes y la ayuda a su mamá.
“Me enteré hace tres semanas y me puse alegre, me llevaron una carta que decía que mi mamá se tenía que presentar en la escuela y ahí le dijeron. Salió llorando”, contó el pequeño estudiante destacado.
El niño contó que estudiar en época de pandemia “fue difícil” y que se las arregló con libros que tenía en su casa, donde podía buscar información. “Había que conectarse, nosotros recargábamos crédito para eso. A veces podía y a veces no, entonces la ‘seño’ me enviaba las cosas. A los libros los encontramos tirados, los agarramos y los llevamos a mi casa”, recordó.
Máximo afirmó que deseaba poder volver a encontrarse nuevamente con sus compañeros, lo que sucedió hace poco tiempo con el regreso a la presencialidad: “Quería que volvamos a estar en el aula”, dijo aliviado de poder volver.
Eso significó también poder portar la bandera en el acto de entrega de la misma, del que pudieron participar los estudiantes y dos familiares de cada uno. Ahora, espera tener otro acto más antes de terminar las clases para disfrutar de su premio una vez más.
“Es un excelente compañero”
Máximo supo ir por mucho tiempo a La Luciérnaga, donde participó del taller de apoyo escolar. Sin embargo, debió dejar en 2019: “No podíamos venir más porque nos quedaba lejos”, recordó.
Pese al tiempo, valoró las actividades de las que participó dentro de la institución: “Me hacían repasar la tarea que no me salía. Y cuando ya la entendía o cuando no tenía tarea, me hacían hacer actividades. Después empezó mi hermanito, Iván”.
Macarena Baravalle, integrante de La Luciérnaga, destacó el esfuerzo de Maxi y sostuvo que comenzó a asistir de muy pequeño. “Cuando entré en La Luciérnaga, en 2016, Maxi ya estaba y era muy pequeñito. Y siempre fue un compañero excelente, muy buena persona, como todos los chicos que vienen acá. Se genera un ambiente hermoso, todos nos tratamos de ayudar unos con otros y creo que eso es lo más valorable de este reconocimiento que él obtuvo, que no solo se destaca en lo académico, sino en la persona que es y eso nos enorgullece como institución”, dijo.
Baravalle sostuvo que el objetivo de “La Luci” no solo es brindar el acceso a la educación, sino que también que los niños y niñas puedan sostenerse en la escuela: “Estamos para brindar herramientas, creo que también como lo hizo su familia y como lo hizo la escuela, para que él pueda tener ese acceso y además ese sostenimiento y llegue a desenvolverse en lo personal hacia sus objetivos”.
Ignacio González, otro de los integrantes de la institución, agregó: “Es un excelente compañero, es muy respetuoso al igual que todos los chicos y las chicas que vienen, es respetuoso con nosotros y con el resto de sus compañeros, así que es como dice mi compañera, es súper valorable su reconocimiento”.
Máximo también asiste al comedor Compartiendo Sueños, ubicado en los vagones de la estación del ferrocarril Belgrano, donde colabora con su mamá para dar asistencia a unos 70 chicos. “Se dan merienda y viandas. Hay que hacer la comida, y reparto también. Primero se hace la leche y la repartimos en las mesas cuando van llegando chicos. Después hay que empezar a hacer la comida. Y cuando está lista, hay que agarrar los platos como los mozos y llevárselos”, contó el niño exponiendo una cuota de madurez valorable.
Un solo celular
El reconocimiento toma más valor si se tiene en cuenta que la familia, que vive en barrio La Milka, no tiene internet y solo cuenta con un celular en la casa.
“Es una alegría, lo recibimos como una sorpresa. Y… yo me lo esperaba, como cualquier mamá una siempre está pensando”, manifestó Melina Rizzo.
La mujer comentó también cómo se las arreglaron los últimos meses en que sobrevino la virtualidad para que los tres hermanitos en edad escolar puedan hacer su tarea: “Si era muy importante tratábamos de cargar crédito. Sino, con libros, porque en casa hay muchísimos manuales, así que con eso nos arreglamos. Le daban la actividad y la buscábamos. Imprimíamos, y sino Máximo copiaba del celu, tenemos uno solo”, señaló.
Rizzo indicó que su hijo “no quiere faltar nunca a la escuela” y lo definió como “muy correcto y humano” en todos los sentidos.
“De chiquitito, en primer grado, empezó en La Luciérnaga. Me decían que era un espacio hermoso y nos enamoramos del lugar, nunca más volvimos a alejarnos. Acá Maxi hizo apoyo escolar y música”, sumó Melina.
Mientras que, sobre la relación que lo une con el comedor comunitario de su barrio, mencionó: “Ya hace siete u ocho años que estamos en el comedor. Les damos el desayuno y el almuerzo a los chicos, y durante la semana se entregan siempre los paquetes con bizcochos y la leche. Él colabora como todos”.
Pero hay un detalle más en la vida del flamante abanderado, que su mamá también destacó: embolsa carbón y cría animales, a la vez que vende los huevos de las gallinas que tiene la familia. De ahí surge su sueño de ser veterinario. También le gusta el golf, aunque no tiene recursos para jugarlo.
“Lo material es de adorno, lo que importa es el sacrificio y el esfuerzo, los valores”, destacó Rizzo.