Pasadas las 7 de la mañana del miércoles, desde el estadio “Oscar C. Boero” partió una delegación de dirigentes, socios, colaboradores, empleados del club y algunos periodistas locales rumbo a Sarandí, el estadio de Arsenal, escenario en el que la Verde enfrentaba a Racing Club por la Copa Argentina.

Las expectativas eran enormes. Hacía más de un año que mucho de ellos no habían podido acompañar al equipo de visitante -por la maldita pandemia-, pero esta era una ocasión especial porque en frente había un grande del fútbol argentino y el país, una vez más, iba a escuchar el nombre de Sportivo Belgrano.

“Estamos ansiosos con grandes expectativas, con muchos nervios porque creemos que esto se puede dar”, contaban en la previa algunos dirigentes, pero lo que más importaba era disfrutar. Y vaya que lo hicieron porque el sueño estuvo en la palma de la mano de ese puñado de hinchas que pudo estar acompañando en el lugar y de los miles de hinchas que se prendieron a la tele, la radio, la compu o el celular para alentar.

En el medio se contaban historias y anécdotas de muchos otros viajes recorriendo el país, en los rincones más recónditos de la Argentina, pero el miércoles era distinto porque los llevaba al escenario principal.

Los otros protagonistas

Además de tener un plantel con profundo sentido de pertenencia, Sportivo Belgrano estuvo acompañado por varios empleados de la institución. Uno de ellos es Gustavo Sosa, quien trabaja en el club desde hace nueve años y vio crecer a muchos de los que se calzaron la camiseta ante Racing.

“Soy hincha y empleado del club, trabajaba en un negocio cerca de Sportivo y veía a la gente que trabajaba ahí, me preguntaba qué lindo sería ser empleado del club de cual uno es hincha. Después de un tiempo tuve esa posibilidad, le pongo muchas ganas porque es mi trabajo, pero también por ser hincha”, explicaba con emoción.

Y agregó: “Viajé cuando se jugó con River, no quise faltar a este, me siento orgulloso y me entusiasma mucho, tengo una sensación extraña y linda, uno va con un sueño de aspirar a más”, relataba.

Sobre los “pibes”, Gustavo contaba: “Me voy a sentir tan orgulloso como ellos, son chicos que uno los vio crecer desde chiquitos y ahora los voy a ver en la cancha, es una sensación muy linda de felicidad porque uno quiere que gente de San Francisco vista la camiseta del club de sus amores”.

En un rincón del conurbano bonaerense

Después de un largo viaje, de bordear la capital nacional, finalmente a lo lejos los colores celestes y rojos indicaron que el estadio de Arsenal estaba cerca. También por el raro olor que venía del canal Sarandí, cruzando la calle frente al estadio, olor que ya era referencia para muchos.

La calle para entrar al estadio les hizo saber a todos donde estaban: Julio Humberto Grondona, igual que el nombre del mismísimo estadio, coqueto, con instalaciones cómodas y algo más chico de lo que se percibe en la televisión.

Lo que pasó en la cancha lo saben todos. Lo que pasó en las tribunas, seguramente lo escucharon. Hubo cánticos cuando el plantel salió a reconocer el terreno, cuando hizo la entrada en calor y cuando finalmente salieron para jugar el partido.

Hasta hubo un cruce de cánticos con un grupo de hinchas de Racing que miraban el partido desde un lugar cercano al famoso viaducto, que a varios los obligaba a levantar la mirada cada vez que los trenes de la Línea General Roca pasaban por allí.

Hubo nervios, tensión y un grito desaforado cuando Argüello le sacó la telaraña al rincón del arco de Tagliamonte y puso en ventaja al equipo de nuestra ciudad. El aguante no cesó y a pesar de la derrota, los jugadores se retiraron de la cancha al ritmo del “Viejo y glorioso Sportivo, de corazón sin igual…”.