Al sureste de la ciudad, barrio Bouchard esconde una grandiosa curiosidad, algo conocido para sus vecinos, pero no tanto para quienes no recorren ese sector asiduamente. Se trata del Pasaje Cura Brochero.

Con apenas unos pocos metros de extensión, se encuentra ubicado sobre calle Catamarca entre Corrientes y Echeverría. El pasaje fue nominado durante la intendencia de Jorge Luis Bucco, el 22 de abril de 1997.

El nombre recuerda a José Gabriel Brochero, un sacerdote católico nacido en Santa Rosa, departamento de Río Primero, que fuera recientemente proclamado santo por el Papa Francisco.

El sector siempre fue tranquilo, aseguraron sus vecinos, de esos en donde hasta hace poco se dormía con la ventana abierta en las noches de verano.

Solo dos frentistas

El Pasaje Cura Brochero tiene más espaldas que frentes, ya que solo dos familias viven sobre esta arteria, cuyas casas dan al este.

Gladis es una de las vecinas que habita el lugar, quien rememoró en diálogo con El Periódico algunas anécdotas. Por ejemplo, el hecho de haber tenido que pagar un trámite por cambio de domicilio a pesar de no haberse mudado. “Hace 35 años que vivimos acá. No me mudé, pero tuve que pagar el cambio de domicilio porque antes era Calle Pública. Pusieron el nombre y llegó un momento que no podíamos hacer más ningún trámite si no teníamos el nuevo domicilio”, sostuvo.

Asimismo, recordó que en el lugar funcionó, durante mucho tiempo, el Grupo Scouts “Cura Brochero” de la Iglesia Catedral. De acuerdo a sus ex miembros, el pasaje lleva ese nombre por un pedido que elevaron en aquel momento al Concejo Deliberante desde donde le hicieron lugar.

Barrio Bouchard guarda un pasaje con mucha historia

El grupo, que funcionó primero en la iglesia Catedral, estuvo en barrio Bouchard entre 1995 y 1998 aproximadamente. Sus miembros, que habían sido liderados por Juan Carlos Cereda, hoy fallecido, realizaban sus actividades en un monte de álamos que hoy ya no existe.

Este espacio verde ocupaba tres lotes, según revelaron los lugareños, en donde los más pequeños jugaban y hasta construían “chozas”. Luego fue talado para darle lugar a la urbanización.

“El pasaje tiene un montón de historias, jugábamos acá, nunca pasaban autos, no me acuerdo bien pero escuché que donde ahora hay una casa ahí había álamos, típicos de esta zona”, agregó Marcelo, otro vecino, que si bien tiene su casa sobre Antártida Argentina desde hace 25 años, conoce el pasaje mejor que nadie.

 “Muy transitada”

A pesar de que es un pasaje corto y que no tiene salida, los vecinos aseguran que es un lugar “muy transitado”, lo que le atribuyen a la existencia de una fábrica y un taller.

“Hay días que no se puede ni estacionar acá, les voy a empezar a cobrar estacionamiento (risas). De todas maneras, no caben muchos. Los que entran salen en ‘u’, porque es una cuadra sola. Hace muchos años habían dicho que el pasaje iba a ir hasta Antártida. Después ese lote se vendió, se hizo una casa y se tapó la salida”, reveló la vecina.

Gladis aseguró que las cosas eran muy diferentes cuando apenas llegó al barrio. “En toda la zona había dos o tres vecinos cuando yo me vine acá”, mencionó. Justamente el hecho de que las manzanas solo estuvieran compuestas por terrenos baldíos, lo que hacía más visible el pasaje, la incentivó a poner una despensa en la que, también, vendía helados por lo que los más jóvenes recuerdan el comercio como una “heladería”. “Después se fue poblando, abrieron calles, pusieron otras despensas, la clientela la tenía pero ya no era redituable”, afirmó. La despensa funcionó durante 10 años, hasta 1999.

Entre vecinos

El lugar es mantenido por los propios vecinos que cortan el césped, limpian, cuidan las plantas y arreglan todo aquellos que se dañe.

En cuanto a la calle, que es de ripio, también es mantenida por los ellos mismos. “Pagamos el acceso a Catamarca pero nunca nos dieron pavimento. Pero no me preocupa, porque prefiero que esté así porque es alta y no se inunda”, señaló Gladis.

“Mi marido en aquella época era camionero de una fundición, él tiraba cosas acá, así que la calle está dura, tiene pozos porque pasan muchos autos pero nunca te vas a quedar empantanado”, destacó.

Otras anécdotas

Hay quienes recuerdan que a la vera del pasaje existía una pequeña laguna.

“Era una lagunita natural que se había hecho porque la gente sacaba tierra para levantar los terrenos. Después un vecino trajo tierra y arena y la tuvo que tapar por seguridad”, contó Marcelo.

Gladis aclaró: “En realidad era un pozo, que cuando llovía mucho se llenaba de agua. Pero se tapó y hoy arriba de ese pozo se hizo una casa”.

A su vez, la mujer recordó que tanto ella como los demás vecinos del sector debían ir a buscar agua al pico: “Estaba por Irigoyen al 1400, me quedaba casi a dos cuadras, tenía que cruzar Echeverría con bidones grandes, las veces que me habré caído, no teníamos agua”.

A pesar de que el lugar está “escondido” y de que el pasaje no tiene nomenclador, no hay problemas para pedir un remis o un delivery. “Todo el mundo me encuentra, al principio renegaba mucho pero como está el taller y la fábrica la gente se ubica, con una simple explicación te encuentran. Con los impuestos no reniego más”, sumó la vecina.

El santo, lejos

En octubre de 2018, San Francisco inauguró un monumento en homenaje a San José Gabriel Brochero en la plaza General Paz. La obra fue iniciativa de la diócesis de San Francisco y fue creada por el artista local Damián Bolaño.

Del acto participaron autoridades municipales, representantes de instituciones, escuelas, miembros de la Iglesia Católica y público en general.

“No nos avisaron nada. 10 años atrás habían pasado misioneros casa por casa  y uno había propuesto poner el santo acá. Después, de un día para el otro lo pusieron en la plaza General Paz”, lamentó la vecina.