Pasaron 100 días desde que inició el aislamiento preventivo y obligatorio en todo el país en el marco de la pandemia por coronavirus, que luego fue dando lugar a otras fases con mayores flexibilizaciones hasta la por ahora llamada “nueva normalidad”, que todavía conserva restricciones y más de un dolor de cabeza para vecinos, vecinas y las autoridades que deben tomar decisiones que rigen para toda la comunidad.

En líneas generales, el estado de ánimo de la población ha ido cambiando en estos más de tres meses largos, pasando de una etapa de quizás mayor convencimiento u optimismo a otra con mayor cansancio y relajamiento de las medidas preventivas, como puede suceder ahora. Es claro que aquellos que llegan a duras penas a fin de mes o debieron cerrar sus negocios no van a ver las cosas con la misma tranquilidad que quienes tienen mayores ingresos o sueldo asegurado. Lamentablemente la solución al problema, porque el virus sigue cerca, no está escrita en ningún manual. Todo se va resolviendo sobre la marcha en una situación inédita.

Pero en esto, como en casi todo, el vaso se puede ver medio lleno o medio vacío.

Es cierto que hubo y hay serios problemas por las medidas que debieron tomarse, como en todo el mundo. También pueden hacerse muchas críticas a la forma en que los gobiernos gestionaron la crisis. La realidad es que estamos ante una pandemia de un virus muy contagioso y con una tasa de letalidad importante, principalmente entre los adultos mayores. Pero más allá de los problemas que, repito, no son menores, no hay que dejar de ver el enorme logro colectivo: el cumplimiento de las medidas en San Francisco fue muy bueno, hubo muy pocos casos y el sistema de salud en ningún momento estuvo comprometido. Y lo mismo a nivel país: las muertes no se contaron por miles y miles, como sí ocurrió en otros países.

Eso que no se ve, que no llegó, de ninguna manera fue suerte. A todo eso que se evitó y no vemos hay que aplaudirlo también, a la hora que se quiera, en el lugar que se quiera, pero es un logro de todas las personas que desde su lugar y su responsabilidad se cuidaron y se preocuparon por cuidar a los demás. 

Quizás lo más importante es justamente todo lo que no estamos viendo. Eso es lo que no hay que olvidar. Hubo muchos problemas, pero lo principal es que en la ciudad casi no hubo casos y que en todo el país no estamos contando víctimas en grandes cifras, aunque cada una de las que hay son dolorosas. 

Tal vez hay que reparar menos en los que critican todo y no tienen ninguna alternativa, en los que vociferan que cuidarnos es un circo y que se niegan a ponerse un simple barbijo para cuidarse ellos y a otros, en los especialistas en epidemias de la noche a la mañana que creen saberlas a todas, en los que sin ninguna responsabilidad llaman a levantar medidas preventivas porque ellos se sienten cansados y en los que declaman que la economía está por encima de todo. Cada uno tiene derecho a opinar, incluso sin argumentos o ignorando el problema. Y por eso no todas las opiniones valen igual.

Al libro todavía le faltan varios capítulos y las autoridades sanitarias insisten en que la prevención debe mantenerse. Hay más de dos mil contagios diarios no en China, sino acá cerca, en Buenos Aires. 

Se dice que acá no pasó nada. Y es cierto. En vez de cuestionarlo, no debemos perder de vista que eso es justamente lo que hay que celebrar.

Faustino Rizzi
Jefe de Redacción El Periódico