A 25 kilómetros de San Francisco un grupo de amigos, liderados por Gustavo Morero, promueve la bioconstrucción. A Morero, ingeniero agrónomo que decidió alejarse de la ciudad y comenzar a producir sus propios alimentos así como a levantar su propia casa en Quebracho Herrado, se le sumó un grupo de personas con las mismas ideas que hoy transmiten esa información a cualquier interesado en la temática así como la pasión por la ecología.

Agustín Casinerio, uno de los integrantes del Colectivo Imaginario “Una granja ecológica” y quien momentáneamente está a cargo de la misma, recordó que la idea nació hace siete años por iniciativa de Morero, quien tras recibirse como ingeniero decidió irse a vivir a un colectivo (de ahí el nombre de la agrupación) y crear su propia granja. A partir de ello surgió la posibilidad de ampliar su vivienda y así nació una construcción ecológica, que fue levantada en adobe con el aporte de amigos y de personas interesadas en aprender la técnica.

Las “mingas”, encuentros para aprender bioconstrucción

“Básicamente lo que tiene que hacer un ingeniero es producir alimento y garantizar la producción de alimento a la población. Y lo que menos hace hoy un ingeniero agrónomo es eso. Hoy se contamina todo con la fumigación. Con esa idea, Gustavo se decidió a venir a vivir acá creando una huerta. A la migración del campo a la ciudad él la revierte teniendo sus gallinas, sus pollos, y una soberanía alimentaria, sabiendo lo que uno consume a diario. Y ahí surge la bioconstrucción”, comentó Casinerio.

Y añadió: “Él estaba viviendo en el colectivo y decide ampliar su casa, empieza a investigar sobre el tema. Es bastante económico, no es lo mismo que una construcción de cemento. Y recicla también, porque usa botellas, vidrios, tapitas plásticas. Estamos haciendo  un espacio sustentable, con construcciones todas ecológicas. Hoy ya tenemos toda la casa cerrada, ya muy completa, faltan solo algunas cosas”.

El adobe, material base

Las construcciones que promueve el grupo son hechas en adobe: “Se hace un adobe con una mezcla de tierra, arena y paja. Eso se pisa y queda un barro bastante espeso, como pegajoso. Después se van haciendo las paredes mediante un sistema de quinchas, que significa ir entrelazando ramas, botellas y vidrios, o lo que uno quiera dependiendo de la forma que uno quiera darle a la pared. Y eso se va levantando con barro”.

Las “mingas”, encuentros para aprender bioconstrucción

“Eso es un barro de relleno. Lo que se hace después es un revoque grueso arriba y después un revoque fino, que quedaría como la pared de cemento de una casa, no hay diferencia”, detalló Casinerio.

Asimismo, manifestó, se enseñan a hacer ecoladrillos, que están hechos de botellas plásticas rellenas de basura doméstica no orgánica, siguiendo una técnica que les asegura resistencia y durabilidad.

“Es una forma muy fácil de poner en la pared y ocupar lugar, y una forma de no tirar residuos de nylon que tardan muchísimos años en degradarse. Nosotros lo ponemos en la pared y nos sirve de cimiento para la casa”, explicó.

Un espacio para compartir conocimientos

El conocimiento del grupo se transmite a otras personas a partir de “mingas”, es decir, encuentros en los que además de compartir momentos, los interesados aprenden bioconstrucción.

Las “mingas”, encuentros para aprender bioconstrucción

“Acá al que quiere venir a aprender se le enseña. Las hacemos más que nada en épocas de calor porque hay que pisar el barro y eso es frío. Transmitimos conocimientos al que quiera ir, a cualquiera que esté interesado. Hay gente que vino interesada y hoy está en proyecto de levantarse su casa y otros ya por suerte están haciendo cimientos y levantando”, reveló Casinerio.