Si usted está leyendo esta nota en su teléfono, quizá deba prepararse para recibir algunas malas noticias. Aunque, al final, también encontrará propuestas positivas.

How to Break Up With Your Phone: The 30-Day Plan to Take Back Your Life (Cómo separarse de su teléfono: un plan de 30 días para recuperar su vida) no está en contra de la tecnología pero es muy crítico sobre la adicción que generan dispositivos y redes sociales. El libro asegura que es posible tener una relación mejor, más equilibrada, que la que actualmente prevalece.

Antes de desarrollar sus argumentos y consejos, la periodista Catherine Price, la autora, cita algunas estadísticas:

-En los Estados Unidos las personas miran sus teléfonos unas 47 veces por día. Los jóvenes, entre 18 y 24 años, unas 82.
-En promedio, la gente pasa más de 4 horas por día en su teléfono: eso está 28 horas por semana, 112 por mes, o 56 días al año.
-El 80% de las personas mira el teléfono dentro de los primeros 30 minutos tras despertarse.

Celulares

Relación con el celular

¿Lo último que hace al acostarse y lo primero que hace al levantarse es mirar su teléfono? Es posible que le convenga replantear la relación con su dispositivo móvil.
-Más del 50%, mira el teléfono en el medio de la noche; una cifra que sube al 75% entre las personas de 25 a 34 año.
-Desde que el smartphone se convirtió en un producto ubicuo, agregó tres patologías a la lista médica: pulgar de textear, cuello de textear, codo de teléfono.
–Más del 80% de las personas asegura que tiene sus teléfonos cerca "casi todo tiempo" de sus horas despiertos.
-Cinco de cada 10 no se imaginan la vida sin el smartphone.
-Uno de cada 10 mira el teléfono mientras mantiene relaciones sexuales.

Experiencia propia

La autora parte de su propia historia. Desarrolló un gesto reflejo: ante cualquier pausa (en un ascensor, en un semáforo, en una fila) sacaba el teléfono para mirarlo. Comenzó a presentar hábitos como el phubbing, o ningufonear: en una conversación real con otro ser humano físicamente frente a ella, no podía evitar mirar el teléfono. La ansiedad comenzó a bajar sus exigencias para el concepto de importante: cualquier cosa podía serlo si estaba en la pantalla de su teléfono. Ya no viajaba, comía, compraba productos o tomaba decisiones de toda índole sin mirar el smartphone.

Price probó con un Shabbat electrónico y descubrió que se sentía mucho mejor, a pesar de los primeros momentos de gran angustia por no poder conectarse 24/7.

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Consejos

Entre sus consejos generales (el libro incluye un plan paso a paso, para 30 días de desintoxicación), se destacan:


1) Buscar el placer en otras cosas
"Para maximizar la cantidad de tiempo que pasamos con nuestros dispositivos, los diseñadores manipulan la química de nuestros cerebros", explicó. "La dopamina cumple muchas funcionas, pero a nuestros fines la más importante es que, al activar los receptores relacionados con el placer, nos enseña a asociar ciertas conductas con recompensas". Citó el ejemplo de Instagram, que ha creado un código que retrasa la muestra de los 'me gusta' para poder lanzarlos juntos en el momento más efectivo para la app.

Price propone razonar con más libertad: "El tiempo que estás con tu teléfono es el que no usas en otras actividades placenteras, como pasar el rato con un amigo o practicar un hobby", escribió. "Hazte a la idea de que es "más tiempo con tu vida".

Parte de ese razonamiento es descubrir exactamente aquello que sí se desea del dispositivo, y sólo conservar eso, porque a nadie le viene mal tener una computadora en el bolsillo, evidentemente: "¿Qué quieres hacer con tu teléfono? ¿Qué te encanta y qué quieres mantener?".


2) No creer que la atención de los otros es para nosotros
"Los seres humanos somos criaturas sociales, y desesperadamente queremos sentir que pertenecemos", argumentó. "Lo particularmente extraño es que no sólo nos importa el juicio de otras personas, sino que lo pedimos. Publicamos fotos y comentarios para mostrarles a los otros que somos merecedores de amor, que somos populares y, en un plano más existencial, que importamos, y luego miramos obsesivamente nuestros teléfonos para ver si otras personas —o al menos sus perfiles en línea— están de acuerdo".

Sin llegar a los efectos demoledores de que esas otras personas no estén de acuerdo y nos ignoren, Price se detiene en los efectos demoledores de cuando lo están. Esa no es atención real a la persona que somos, sino un truco de explotación de la psicología humana que aquellos que diseñan las aplicaciones hacen "porque así es como generan dinero". 

Muchas apps son gratuitas "porque los anunciantes son los clientes: lo que está en venta es nuestra atención". Price propone que el usuario lleve su atención a otras cosas, "porque nuestras vidas están hechas de aquello a lo que le prestamos atención". Y, como somos mortales, el tiempo es limitado.


3) Detener el re-formateo de su cerebro
"Una de las defensas más comunes de los teléfonos es la idea de que nos hacen mejores para la multitarea, y por ende, más eficientes.

Lamentablemente no es así. En realidad la multitarea (es decir, procesar simultáneamente dos o más tareas que demandan atención) no existe, porque nuestros cerebros no pueden hacer a la vez dos cosas cognitivamente demandantes", advirtió.

Lo que sí pueden hacer las personas —y lo hacen, pero no resulta beneficioso— es saltar de una tarea a otra a toda velocidad. "Este tipo de distracción frecuente no sólo puede crear cambios de largo plazo en nuestros cerebros: es particularmente buena para hacerlo".

Alejarse del teléfono detiene esos cambios: "Uno realmente comienza a ver las diferencias en sus propios hábitos y en su estado mental, y se descubre más concentrado, con una mejora para centrarse en las cuestiones por separado. Y, de manera interesante, también más relajado", escribió Price.

"Porque es bueno mirar por la ventana un minuto, dejar que la mente vague. Creo que nos hemos olvidado de eso", concluyó.


Otros consejos generales de How to Break Up With Your Phone: 
-Usar un reloj despertador.
-Tener siempre un libro en la mesa de luz.
-Cargar el teléfono lejos del dormitorio.
–Borrar las redes sociales del teléfono; siempre se las puede ver en la computadora.
-Incluir entre los modales de mesa que jamás se usará el teléfono durante las comidas.
-Inhabilitar las notificaciones, todas; para empezar, al menos casi todas (las del correo electrónico, sin dudas entre ellas) y dejar las de las llamadas, los mensajes de texto y el calendario.
–Activar un protector de pantalla que cada una cantidad prudencial de minutos pregunte si uno realmente quiere seguir en el teléfono.
-Cada tanto, observar a otras personas que hacen lo que uno hacía: se comprobará el patetismo y los malos modales de quienes no pueden mantener una conversación real con otro ser humano sin atender en realidad a su teléfono; o en un teatro a oscuras tienen la cara iluminada del azul de sus pantallas o —peor— olvidan quitar el sonido del dispositivo, por ejemplo.
–Y en el caso de ser padres, recordar que Steve Jobs no permitió que sus hijos usaran iPads, y Bill y Melinda Gates no permitieron que los suyos tuvieran teléfonos hasta que cumplieran 14 años.

Fuente: Infobae.