En lo que va de 2019, unos 800 hombres que protagonizaron episodios de violencia doméstica han pasado por el Centro Integral para Varones en Córdoba, enviados por la Justicia como medida de protección para las víctimas y con la esperanza de que puedan modificar sus conductas agresivas.

Si la cifra se proyecta, este año ingresarán al programa oficial que lleva adelante la Secretaría de Lucha contra la Violencia a la Mujer tres veces más personas que en 2016.

Muchos más

La iniciativa fue creada en el marco de la Ley de Violencia Familiar 9.283, sancionada en 2006. De los 900 varones atendidos en 2016, se prevé pasar a casi tres mil hacia finales de 2019. Pese a que tienen todos los ingresos registrados, desde el organismo estiman que un 10 por ciento de las cifras podrían ser hombres reincidentes que dejaron el tratamiento y fueron obligados a retomarlo por la Justicia.

El proceso dura varios meses, aunque algunos llevan casi tres años yendo al lugar donde encontraron un espacio de reflexión y reconversión de las conductas que tanto dañaron a sus familias y a sus relaciones de pareja.

Según datos del centro, un 20 por ciento continúa asistiendo, aunque ya cumplió con el plazo original de asistencia.

Desde la Provincia aseguran que no alcanza con atender a las mujeres víctimas de violencia, y es por eso que el Estado también trata a los hijos y a los victimarios como parte de la política pública en materia de género.

La encargada de la Secretaría de Lucha contra la Violencia a la Mujer, Claudia Martínez, explica que la mayoría de los hombres con conductas violentas llega por la vía judicial: “Es insignificante la cantidad de hombres que llegan por voluntad propia, y si lo hicieron fue a través de las víctimas que no quieren denunciar y prefieren que modifiquen esas conductas. En otros casos, advierten que los están por denunciar y entonces se adelantan y llegan al centro de varones para pedir ayuda, con lo que pretender moderar el tema”.

El tratamiento arranca con una primera entrevista interdisciplinaria en la que se intenta conocer al varón y evaluar su situación. A esa instancia, cuentan los funcionarios, la mayoría de los denunciados llegan muy enojados, sin entender el porqué de la medida. Les cuesta reconocer las situaciones violentas y recién después del umbral del tercer encuentro (técnicas motivacionales de por medio) algunos se “enganchan” con la terapia.

El paso siguiente es participar de encuentros grupales. “Allí pasa algo llamativo y es que el varón empieza a ver lo útil que es para él este proceso, y ya no lo mira como una forma de cumplir con la Justicia o de no reiterar los hechos de violencia”, dice Martínez.

La funcionaria asegura que “está comprobado que el espacio grupal es mucho más efectivo que el individual, porque la problemática tiene también un carácter social. No es una cuestión personal, que sólo se puede resolver en privado. Por eso sólo existen dispositivos estatales, no se dan estos abordajes a nivel privado”.

Según Martínez, lo interesante del proceso grupal es que los varones pueden visibilizar el problema en sus pares porque muchas veces les cuesta aceptar la violencia de manera personal. Pero cuando otro la relata, la pueden identificar. “De esta manera van deconstruyendo mitos y pueden reconocer las emociones que los llevaron a tener determinadas actitudes y ver cómo controlarlas”, explica.

Por su parte, el director del centro, el psiquiatra Jorge Ibáñez, asegura que no hay un modelo para copiar en el mundo. “Lo que llama la atención de nuestro trabajo no es sólo cómo hacerlo, sino que es una política pública, que trabajamos de manera transversal. Estamos coordinados con la Secretaría de Prevención de las Adicciones, con el Polo de la Mujer, con la Justicia, entre otros”, enumera.

Perfiles

El director del centro asegura que en general quienes asisten tienen una patología agregada a su conducta violenta: “Alrededor de un 40 por ciento –lo cual no justifica el hecho de violencia– tiene un consumo problemático de sustancias”.

Muchos llegaron allí con medidas de restricción e incluso una parte de ellos violó dicha medida.

“Trabajamos con varones mayores de edad, con secundario completo y que son empleados o hacen changas. Esta es una problemática que atraviesa todo el tejido social. De los varones que vienen acá casi la mitad tiene obra social. Tenemos tanto gente de villas como de countries; gente de todos lados”, dice Ibáñez, para derribar mitos acerca de quiénes son los dueños de estos perfiles violentos.

El especialista también asegura que muchos de los hombres han sido, a su vez, víctimas o espectadores de situaciones de violencia. “Cuando un chico es atravesado por patrones aprendidos del machismo, se puede ver una matriz, una forma de repetir modelos”, dice el psiquiatra.

En ese sentido, en palabras de Claudia Martínez, el momento que más moviliza a estos varones en recuperación es “cuando ellos pueden identificar que también son una víctima del patriarcado”.

Y agrega: “Todo el sometimiento que ellos han ejercido sobre las mujeres forma parte de un sistema de dominación en el que esa persona ha sido un instrumento más para que eso funcione. Ese momento es crítico y los equipos están alertas porque hay una movilización interior muy fuerte”.

Ibáñez asegura que han llegado al centro algunos varones que denunciaron ser ellos víctimas de violencia. “Esos casos, muy pocos, no van a grupos. Hay un equipo especial de terapeutas que los evalúa. El número es bastante bajo; no llegan a 40”.

Cuestión de Estado

En la Secretaría de Lucha contra la Violencia a la Mujer también comenzaron a capacitar profesionales para que puedan trabajar en una “escuela de nuevas masculinidades”, en la que quieren involucrar a los municipios del interior.

“Queremos llegar antes a trabajar con los varones. Ahora estamos llegando después, cuando el hecho ya pasó. Se podría evitar un montón de situaciones si se trabaja en prevención”, dice Martínez, y agrega que “es importante que los municipios se encarguen también de construir ciudadanía de una vida libre de todo tipo de violencia. Determinadas condiciones de un territorio ponen en mayor o en menor riesgo a las personas”.

A su vez el tema sigue estando en la agenda de la ESI (Ley de Educación Sexual Integral). “Estamos trabajando con el Ministerio de Educación en el programa Escuelas Libres de Violencias de Género. Trabajamos toda una primera etapa con los equipos directivos, después con los docentes y ahora con los niños y adolescentes. Se habla de violencia siempre en el marco de la ESI”.

Fuente: La Voz del Interior