En un duro discurso frente a la cúpula de la Curia romana llevado adelante este jueves, el papa Francisco ratificó que sigue adelante con la reforma de la Iglesia iniciada en 2013. 

Tras recordar sus últimos dos discursos natalicios en los que había advertido a la Curia primero sobre las "enfermedades" que pueden golpear al Vaticano y luego instruyéndolos sobre las "virtudes necesarias” para “quien presta servicio, Francisco hizo hoy una fuerte defensa del proceso de cambios que impulsa desde su entronización en marzo de 2013 para el que, aseguró, se necesita "profunda humildad" y "obediencia incondicional" entre otros requisitos.

En lo que pareció un mensaje directo a los cardenales que lo han criticado en los últimos meses a raíz de la exhortación apostólica Amoris Laetitia, el Papa recordó que en 2014 y 2015 "era necesario hablar de enfermedades y de curas porque cada operación, para alcanzar el éxito, debe ser precedida por un profundo diagnóstico, de acertados análisis y debe ser acompañada y seguida de precisas prescripciones".

Fue en ese marco que el Obispo de Roma aseguró que "en este recorrido resulta normal, además de saludable, encontrar dificultades, que, en el caso de la reforma, se podían presentar en diversas tipologías de resistencias", afirmó, y entre ellas citó a "las resistencias abiertas, que nacen a menudo de la buena voluntad y del diálogo sincero".

Sin embargo, Jorge Bergoglio hizo hincapié específicamente en las que denominó "las resistencias ocultas, que nacen de corazones con miedo o petrificados que se alimentan de las palabras vacías del 'gattopardismo espiritual', de quien en las palabras se dice pronto al cambio pero quiere que todo quede como antes", atacó.

"Existen también las resistencias maliciosas, que germinan en mentes distorsionadas y aparecen cuando el diablo inspira malas intenciones, a menudo 'con piel de cordero'. Este último tipo de resistencia se esconde detrás de palabras justificadoras y, en muchos casos, acusatorias, refugiándose en las tradiciones, en las apariencias, en las formalidades, en lo conocido, o en su deseo de llevar a todo a lo personal, sin distinguir entre el acto, el actor y la acción", sentenció.

"La ausencia de reacciones es signo de muerte. Por lo que las resistencias buenas, y aquellas menos buenas, son necesarias y meritan ser escuchadas, acogidas y apoyadas a expresarse", aseguró de todos modos.