La historia de María Luisa Castillo es muy particular y engloba en cierta manera las distintas situaciones que atravesó la ciudadanía en época de pandemia, más aun siendo parte del personal de enfermería, esencial, que trabaja en una Unidad de Terapia Intensiva dando batalla a diario a la Covid-19.

Castillo reside de Zenón Pereyra, es egresada del Colegio Militar de la Nación y trabaja en el Sanatorio de la Trinidad de Palermo en Buenos Aires. Normalmente cumplía funciones los fines de semana y feriados. Viajaba en colectivo hasta la Capital y luego volvía a reunirse con sus hijos -de 16 y 13 años- en Zenón Pereyra. Sin embargo, en marzo pasado su rutina se modificó completamente.

María Luisa quedó varada en Buenos Aires y dedicó más de seis meses ininterrumpidos a luchar contra la pandemia y recién la semana pasada pudo volver, luego de esperar otro mes más aislada tras ser positiva en la enfermedad.

"Yo creo que en todos lados hay una María Luisa, más cerca o más lejos. En la comunidad de enfermería y del personal de salud hay muchas madres solteras o separadas como yo que se tienen que arreglar relativamente solas, de alguna manera esto nos sirve para enaltecer la profesión", dijo Castillo en diálogo con El Periódico.

"El 15 de marzo es mi cumpleaños, lo festejé con la familia en Zenón Pereyra y días después viendo el noticiero me entero que el Gobierno había decidido empezar con la cuarentena. Me fui un día antes, fui y nunca más pude volver", recordó sobre los primeros momentos de pandemia.

A partir de allí, la enfermera de nuestra región vivió una odisea. Tenía trabajo, casa y comida; pero repentinamente quedó lejos de sus afectos y luchando contra una enfermedad que puso en valor al personal de salud en todo el mundo.

"En el nido del coronavirus"

María Luisa describió su lugar de trabajo como "el nido del coronavirus". "De tener una terapia intensiva y una intermedia, que son grandes, pasamos a tener cinco y todas intensivas, el trabajo es mañana, tarde y noche, en el horario que podías te pedían que vayas a trabajar", contó.

"La falta de personal era increíble, sanatorios públicos y privados comenzaron a  tomar gente, entonces tenías la opción de elegir a dónde trabajar. Dejé de ser franquera (reemplazaba previamente al personal que salía de franco los fines de semana) y pasé a ser full time, estaba sola y cada vez que necesitaban me llamaban", comentó.

Castillo explicó que se alojaba en el Regimiento de Patricios, frente al sanatorio privado donde trabaja. "Me cruzaba, dormía y volvía a trabajar. Hice eso hasta que el Regimiento cerró y tuve la suerte de que una compañera se jubiló, se fue a vivir con su hija y me dejó su departamento, ahí me quedé por 7 meses", señaló.

Es de Zenón Pereyra, quedó varada en Capital trabajando de enfermera y regresó a casa tras siete meses


Sobre el virus que tiene a maltraer al mundo, la enfermera de Zenón Pereyra sostuvo: “Te puede pegar bien o te puede pegar muy mal, al principio mataba a los mayores de 60 años, pero resulta que vimos que dentro de la terapia no todos eran adultos mayores, todos los que tenían alguna enfermedad previa como asmáticos, coronarios, lamentablemente terminaron mal y tenían menos edad".

La mujer explicó que al principio “todos teníamos el miedo normal a lo desconocido”, el cual pudieron superar con la lectura de los protocolos. “Leíamos protocolos de 50 hojas de distintos sanatorios y hospitales todos los días para tener más información de cómo utilizar la vestimenta, guantes; cómo abrir y cerrar la puerta, cómo acercarte y hablarle al paciente porque podemos llegar a contagiarnos y un conjunto de situaciones a las que no estábamos acostumbrados".

De la tristeza a la alegría y viceversa

Para el personal de salud transitar el día a día de esta "batalla" significa llevar consigo un frenesí de emociones cambiantes y muy fuertes. Pasar de la tristeza a la alegría y viceversa es una constante para todo el equipo de trabajo. En el caso de la entrevistada, esta experiencia extrema sirvió para mejorar las relaciones interpersonales. Porque entre tanta muerte y malestar, también había momentos en que podían salirse de la amargura con la celebración de algún cumpleaños de un compañero o la noticia de que iba a ser padre.

“Una verdadera locura, pasamos de la tristeza a la alegría. Llegó un día una mujer de uno de los hombres que murió -con un nene de 12 años- y nos cuenta que el papá solo se fue a hacer un control y terminó falleciendo por Covid y ese nene no va a ver nunca más al padre, ni siquiera en el cajón porque el cuerpo se crema. Todo eso nos choca mucho porque me podía pasar a mí, que tenía mis hijos a 600 kilómetros de distancia", agregó.

Es de Zenón Pereyra, quedó varada en Capital trabajando de enfermera y regresó a casa tras siete meses

Respecto al escenario donde le tocó trabajar, expresó: “Éramos poco personal y todos los días abrían una terapia nueva para ocho personas y al otro día ya eran 16.

Castillo contó además que no había tiempo de recreación, que no había muchas maneras para desenchufarse de la vorágine diaria. "Mi tiempo de recreación era tomarme el colectivo y volver al departamento de mi compañera que está en La Boca; y son 20 minutos. Buenos Aires estaba triste, te subías al colectivo y era distinto, todo el mundo en silencio mirando la ventanilla", indicó.

Ya en casa, la cabeza seguía a mil: “Llegabas, te bañabas y te ponías a lavar la ropa porque había también esa locura de no llevarlo a casa, no sabíamos cuánto tiempo duraba el virus en la tela y había que lavar todo. Tiempo de recreación no tenía, trabajaba y dormía, aunque dormir al principio era una odisea. Llegué a soñar con los pacientes, a escuchar las bombas del respirador y todo eso, fueron días enteros en ese ambiente, te dormías una hora y te despertaste, a las compañeras también les pasaba lo mismo. Te costaba desenchufarte”, señaló.

“El pico fue en la última semana de julio, y primera de agosto, fue terrible. Ahí trabajamos a mil por hora, pero lo bueno es que trabajamos en equipo y eso me llena de orgullo”, expresó.

Un mes más

Castillo contó que para volver tuvo que esperar un mes más: se aisló por contacto estrecho, cumplió la cuarentena y cuando estaba lista para regresar a su pueblo el hisopado le dio positivo. "Me aíslo el 15 de septiembre por contacto estrecho de una compañera, cumplo los 15 días y ya estaba por irme a casa. Pido las vacaciones y me las dan, pero tenía que pasar a hacerme el hisopado del alta y me dio positivo", recordó.

"Era totalmente asintomática. Me tuve que quedar otros 15 días más, en total un mes aislada. Fue complicado, mi mamá vive en Devoto, se preocupa mucho y no le dije que era positivo, solo mis hijos y mi pareja lo supieron", comentó.

El escenario también fue complejo para sus hijos que estaban solos en Zenón Pereyra. "Son muy independientes, pero siempre estuve tranquila porque es un pueblo tranquilo también, además hacíamos videollamadas, me veían bien y eso los relajaba", relató.

Es de Zenón Pereyra, quedó varada en Capital trabajando de enfermera y regresó a casa tras siete meses

"El virus mata y si no te mata te hace pasar los peores días de tu vida"

María Luisa considera que mucha gente mezcla la salud con la política porque entre los dos modificaron mucho la economía del país. “De un lado, la gente tiene que salir a trabajar porque tiene que producir y vivir, y a la vez del lado del personal de salud te decimos que no vayas porque no va a haber lugar para internarte o atenderte y eso es cierto", reconoció.

“El virus mata y te hace pasar los peores días de tu vida si te toca estar en terapia, no tenemos la cura y lo que hacemos es tratar la enfermedad que aflora. La gente no cree en la enfermedad y lo mezcla con lo económico, con lo político y siempre hay alguien que saca tajada. Yo me cuido, trato de transmitir a todos los que se me cruzan de que se cuiden”, apuntó.

"Si tienen la posibilidad de quedarse en su casa que lo hagan, aprovechen a sus hijos, a su mamá porque hay gente que no puede y por más que tengas la prepaga más cara, si no hay camas de nada te sirve", expresó Castillo.