Quizás si el robo sufrido por la familia Lencinas, por más de 40 mil pesos, un lunes por la mañana en la casa de la Calle Mitre no se hubiese mediatizado tanto, todo hubiese seguido con el ritmo habitual en Barrio Hernández. Un ritmo sostenidamente de barrio de clase media. Pero no pasó. Ese robo y otros dos más sucedidos a final de esa semana hicieron que buena parte de los vecinos se reúnan para buscar una solución ante una ola de robos (por lo menos diez) que se ha intensificado desde hace dos meses, pero que los habitantes de Barrio Hernández sufren hace aproximadamente, según contaron a El Periódico, un año y medio.

No hay un sólo cómo

Si bien la arquitectura del barrio marca un patrón en común de cómo los ladrones efectúan sus robos: saltan por los tradicionales tapiales bajos a los patios y de allí ingresan al interior de la vivienda, las modalidades cambian. Hubo robos a punta de pistola, rompiendo los cristales de los autos, sustrayendo motos desde las veredas solitarias. Es decir, ese no es el patrón, no hay una sola respuesta al cómo lo hacen. Los factores comunes, se encuentran en la rapidez con la cual cometen el hecho y el conocimiento de los movimientos. Entran cuando no hay nadie, no roban mucho (en cantidad de objetos) y lo hacen rápido. Burlan las pocas alarmas que hay en el sector y vuelven a irse saltando ese u otro tapial. Hay casos de ingresos con barretas o utensilios similares, pero la mayoría se deben a la confianza con la cual los moradores dejan sus hogares.

La calma tensa

La zona de Barrio Hernández, que está entre la vía del ferrocarril y Rosario de Santa Fe, tiene el mismo paisaje de todos los días: una mañana con un movimiento importante de autos y tráfico en general y una tarde que tiene sus picos al inicio y al final del horario laboral. La Plaza 1° de Mayo es concurrida y todo parece amable. Y lo es. Salvo en algunas casas. En esas, a las que entraron.

Las sensaciones varían según el tiempo que haya pasado desde el robo. Los frescos, mantienen esa sensación de temor, desconfianza y pérdida, que se traduce en aumentar las medidas de seguridad y en algunos “así no se puede vivir más”. Los que ya han pasado por esa fase, están más en el “que se le va a hacer, ya pasó” y buscando soluciones a la problemática. Como los otros vecinos que no han sido víctimas, que también buscan esas mismas explicaciones. Y también claro, los posibles responsables. Responsables sospechosos que la misma policía dice conocer, según indicó el testimonio de las víctimas. Y cuando eso pasa todos concluyen, casi al unísono, en el “nadie hace nada”.

El Comisario en el Centro Vecinal

Por pedidos de esos mismos vecinos, el Comisario Raúl Araya (Jefe de la Departamental San Justo) se hará presente en el centro vecinal del barrio el día martes por la noche. La aparición en el contexto de los hechos por parte de Araya habla de una realidad ineludible y de una búsqueda de soluciones reales por parte de los habitantes del sector, una búsqueda pensante e inteligente que trata de pedirle explicaciones a la gente a la que ellos le pagan para que les brinde seguridad, y que no lo está haciendo. El barrio les transmitió calma a la hora de pensar y actuar, antes de que la calma se pierda del todo y en todos.