En diciembre de 2014 programamos un viaje al Sur con una amiga. Averiguamos lugares, recorridos, alojamientos, iba a ser todo una aventura. Partiríamos el 2 de enero con mis primos y mis tíos, nos quedaríamos unos días en su casa y luego comenzaríamos nuestro viaje, por la cordillera Argentina hasta llegar a Córdoba nuevamente.

Pero el 1 de enero recibí una de las peores noticias, por un grave problema mi amiga no iba a poder viajar, ambas nos sentimos muy apenadas y pensé en cancelar todo.

Pero las ganas de cambiar de aire y descansar hicieron que el 4 de enero decidiera irme con mis tíos a su casa en Comodoro Rivadavia.

Hicimos un largo viaje hasta llegar allá pero simplemente dejé que la vida me sorprenda. El aire y el viento del buen clima sureño me hicieron muy bien.

Montaña

Mis tíos seguían con su rutina así que no pude recorrer muchos lugares, pero el hecho de terminar mis noches viendo la ciudad desde arriba de la montaña, el poder sentarme en la costa hasta que se oculte el sol, compartir momentos en familia, me hicieron valorar las simples cosas.

Además, mis tíos se estaban preparando para correr una maratón de 42 kilómetros así que los acompañé en sus entrenamientos, obvio que a mi ritmo, ya que no olvidaba que eran mis vacaciones. Conocí muy buenas personas, con la cual compartimos charlas, días de recorridas al cerro y algún que otro momento de risas y distensión.

Este viaje me ayudó a recargar pilas para arrancar un buen año, para pensar un poco en mis proyectos, en el valor que uno debe darle a las cosas, en que compartir con la familia es un gran tesoro que no se paga con nada.

El broche de oro fue la vuelta. El regalo de reyes de mi tío fue pagarme un pasaje aéreo. Nunca había volado en mi vida, los nervios fueron terribles pero la experiencia es algo que va a quedar siempre guardada en mí.