Semanas atrás la escuela 2 de Abril cumplió 35 años y la comunidad educativa realizó un abrazo simbólico conmemorativo. Entre el cuerpo docente, directivos, personal y alumnos se encontraba Sergio Ferreyra, quien desde hace poco más de 30 años trabaja para la institución, primero como portero, y luego como administrativo. 

“Entré en 1986. Había dos turnos. Yo estaba a la tarde y hacía algo de mantenimiento” cuenta el hombre, y recuerda que llegó a partir de una recomendación de su mamá. “Era la época en que había posibilidades, había vacantes. Mi mamá trabajaba en la escuela Iturraspe de portera y me dijo que necesitaban un hombre, que hiciera los trámites. Así que los hice”, narra.                                                                 

Pero sus inicios fueron como metalúrgico. Por cuestiones económicas debió analizar nuevas opciones y así fue como durante algunos meses alternó sus tareas de matricería en Stanford, donde trabajaba de 4 a 11, con sus actividades en la escuela, donde cumplía sus labores de 12 a 19.

“Fue algo que nunca me imaginé, que sea un lugar público y un colegio, con chicos que siempre me alegraban cuando yo estaba mal”, agrega.

Misión secundario

Ferreyra, que asegura que es conocido en todo el barrio y que a cualquier lado al que vaya lo reconocen como “el portero”, cuenta que a lo largo de sus años se contagió del espíritu de los chicos. “Eso me incentivó a poder estudiar, yo tenía colgada la secundaria entonces mientras trabajaba, estudiaba. Me quedaban cuatro materias de rendir. Y obtuve mi título”. 

Primeros trabajos

El hombre recuerda que en sus inicios, sus tareas consistían en repartir los registros, las tizas, limpiar aulas, baños, el patio y el frente. Y rememora que fue él, con algunos colaboradores, quienes plantaron las primeras plantas al frente del colegio, donde antes funcionaba una cancha de Baby Fútbol. “En ese entonces le poníamos los tutores, hoy esas plantas están enormes”, dice.

Además, manifiesta que en los primeros años, la institución no estaba calefaccionada: “Hacía un frío bárbaro. Después trajeron la estufa eléctrica y hace poco la calefacción. En invierno, cuando había humedad, el piso que es rojo quedaba blanco, entonces teníamos que lavarlo con agua caliente”.

Respecto a sus tareas administrativas, asegura haber vivido importantes cambios. “Antes hacíamos los registros de forma manual, con lápiz fino, lapicera, ahora es todo vía internet. Es más fácil. Tuve que hacer un curso de computación y después me sirvió la práctica acá y lo que fui preguntando”.

Anécdotas

Una de las anécdotas que recuerda sucedió hace varios años. Uno de los alumnos sufrió un importante corte en su brazo y él debió socorrerlo. “Tuvimos que hacerle un torniquete. Es lindo hacer primeros auxilios. No tenés que ponerte nervioso y tenés que actuar. En ese caso el chico estaba lúcido. El que parecía que se iba a descomponer era yo”, bromea.

Y respecto a la relación entre el personal y los alumnos, rememora casos en que le tocó ir a las casas de ciertos alumnos que no asistían a clases para averiguar los motivos y para incentivarlos a volver. “En muchos casos no venían porque los padres no los traían, o porque les faltaban zapatillas”, explica.

Por último, también hubo veces en que debió llevar a algunos alumnos, enfermos, a sus casas a bordo de su bicicleta, cuando sus padres no podían ir a retirarlos.

Distinción

El año pasado, Ferreyra fue distinguido por el Ministerio de Educación junto a otros porteros con 30 años de servicio cumplidos en toda la provincia. En la oportunidad fue condecorado con una medalla, un sueldo extra y un copetín.