“Si alguien sabe si hay algún remis que me lleve con la silla de ruedas motorizada, por favor q me avise. Lo necesito el sábado a la noche porque no consigo, todos tienen tubo de gas o simplemente no me llevan por mi silla. Gracias”, escribió un par de semanas atrás en su cuenta de Facebook Analía Ludueña (36), una joven de nuestra ciudad que padece desde los 5 años artritis reumatoidea en sus rodillas. Por ello, debe usar para movilizarse una silla de ruedas que funciona a batería.

Tanto a ella como a su madre Elvira suele vérselas caminando por las calles, recorriendo trayectos cortos y también muy largos ya que pocas veces consiguen un remis o taxi que las traslade. Por eso el pedido a sus amigos y conocidos de Facebook ese día. Desde el barrio Sarmiento, donde viven, marchan hacia el centro o al barrio Ciudad, donde Analía tiene a su hermana.

“Intentamos con varios remises, pero en la mayoría de las veces no hay caso. Los otros días fuimos a la comunión de mi nieto, en las 400 viviendas y cuando volvimos desde una empresa me envían un móvil. Luego que la subo a ella, el chofer abre el baúl y me dice que no puede transportar la silla. Ese día no terminé encontrando a nadie que nos lleve”, aseguró Elvira a El Periódico.

La mujer calificó el hecho de no poder ser trasladadas como una “cruz” que llevan y agregó que ella debe acompañar sí o sí a su hija porque esta no puede salir sola en su silla de ruedas.

Distracción y trabajo

Analía es artesana y además pinta. Cada domingo debe ir a la Plaza Cívica para atender su puesto en la feria de artesanos, y generalmente llegan al centro caminando. “Además de un trabajo es una distracción que tengo, salir un poco, y debo ir acompañada de mi mamá. Ella estuvo este año mucho tiempo enferma de la rodilla y la columna, y estuvimos mucho tiempo sin salir porque ella no podía caminar”, contó.

Pero a veces es solo cuestión de intentar. Según narró Elvira, el pasado martes solicitaron un remis en el centro. Cuando éste llegó, su chofer les dijo que tenía un baúl chico para transportar la silla y que no podía llevarlas. Entonces las mujeres siguieron caminando bajo el sol de la mañana y a dos cuadras el mismo remisero se volvió a acercar y les preguntó: “¿Quieren que probemos?”. Finalmente las terminó llevando, a ellas y a la silla. “Si a la silla la desarmás y la plegás, la podés cargar. Es solo cuestión de minutos hacerlo”, aseguran.

De todos modos la situación genera amargura: “Lo que siento es que cuando hacen las cosas ni siquiera se imaginan que existe gente discapacitada, no piensan en esa fracción de personas con problemas o creen que nunca les va a pasar”, manifestó Analía.