A sus 81 años, a Héctor Goirán se lo puede ver todos los días cargando gas para las garrafas de soda. Atiende en una pequeña habitación, ubicada sobre bulevar Roca al 2200, donde su hijo posee una imprenta, a quien también ayuda.

Heredó el rubro por su mujer, Lidia Finetti, que falleció hace dos años. En diálogo con El Periódico, Goirán rememoró los inicios en esta tarea y comentó cómo ve el negocio en la actualidad.

Así, recordó que su mujer comenzó trabajando de Orlandi, una fábrica que estaba ubicada también sobre bulevar Roca, frente a la imprenta. Y que al cerrar, y ante la necesidad económica de la familia, compraron unas máquinas para comenzar a trabajar por su cuenta.

“Era una fábrica que tenía como 30 empleados. Cuando cerró, para seguir pagando la jubilación siguió, hasta hace 2 años. Compramos la máquina, los tubos que tenemos eran de ellos, de la fábrica de gas. Lo que yo ganaba era poco y si todavía tenía que seguir pagando la jubilación no llegábamos”, revivió Goirán.

El hombre agregó que su mujer vendía y él reparaba: “Ella vendía y cargaba las garrafas nomas, yo reparaba algo; después cuando ella falleció a la reparación la dejé, porque le ayudo a mi hijo con la imprenta. Si viene un cliente a buscar gas tengo que dejar, y todavía si tuviera que arreglar no podría. Así que sólo cargo garrafas. Si es una chuchería sí, pero antes arreglaba reguladores”, sostuvo.

Buena clientela

“Esto se aprende solo, tenés que tener un poco de cuidado, no hay que ponerse adelante, por cualquier cosa que pudiera pasar”, agregó.

El hombre, que trabaja solo, no reniega de ello. Sino que lo disfruta y, por ello, adelantó que planea hacerlo unos años más.

A pesar de que para ingresar al local hay que atravesar un largo pasillo, el hombre comentó que hay buena clientela. Con ese objetivo, permanece colocado en el ingreso un cartel con una fecha que señala su ubicación. “Creíamos que no iban a entrar pero sí, entran”, reconoció.

En la actualidad, sólo carga garrafas pequeñas y de un kilo. A veces, también las de dos. “La que no cargamos son las de cocina, eso no. Está prohibido. O saben venir con la de dos kilos que las usan para soldar”, comentó.