José Rubén Koziuk (67), un vecino de Esmeralda, acaba de regresar de Itatí, provincia de Corrientes, a donde viajó para venerar a la Virgen de Itatí: pero no fue un viaje como el de cualquier peregrino, ya que su travesía fue en bicicleta ¡y con viento en contra!.

Se trata del segundo viaje de este tipo que realiza, ya que el año pasado concretó uno similar, siempre inspirado en su gran devoción a la Virgen de Itatí

En una charla con El Periódico, contó cómo fue la aventura, que comprendió 835 kilómetros a puro pedaleo, y para la cual se preparó física y mentalmente. 

“Me preparé entrenando diariamente, haciendo entre 40 y 50 kilómetros diarios en bicicleta. Y mentalmente, concientizándome y teniendo clara la meta. Es más importante la convicción, la decisión y la fortaleza mental que el estado físico en mi caso. Es un desafío a mis propios límites. Pensar que algo es muy arriesgado o que con 67 años no lo voy a poder hacer, no está en mi cabeza”, explicó.

El hombre viajó con una bicicleta “de gama normal” a la que le improvisó dos portaequipajes, uno adelante y otro atrás. “Llevé equipo de acampe, como bolsa de dormir, una carpa que armo cada día para pasar la noche, una cubierta y una cámara de repuesto, y hasta una pavita y un calentador para tomar mates”, reveló.

Koziuk recordó también cómo había sido su primer viaje: “Fue el año pasado y fue muy improvisado. Salí con la idea de hacer unos kilómetros, para probar cómo era acampar, y regresar. Lo iba a hacer como entrenamiento, pero como vi que no era tan difícil decidí seguir otro día. Y cuando me di cuenta ya estaba a mitad de camino y seguí. En esa ocasión recorrí 935 kilómetros en ocho días”.

La devoción por la Virgen de Itatí, contó, surgió hace mucho tiempo. “Es muy importante para mí, ya que viví toda mi infancia y mi juventud en Las Marías, un establecimiento yerbatero de Corrientes, en donde se sigue produciendo una de las yerbas más importantes del país. Y ella es la patrona de Corrientes”, reflejó.

En tanto, sobre el viaje de este año, resaltó que “tuvo un condimento muy especial”: “Además de las particularidades de cada día, de cada puesta de sol y de cada metro de ruta o camino de tierra que avanzaba, el viento fue siempre en contra. Hubo viento norte desde que salí hasta que llegué, ese día el viento giró y me empezó a dar en la espalda, pero ya había llegado”.

“El viento, a veces tranquilo y a veces soplando a 35 kilómetros por hora y frenándome, fue un incentivo para seguir aunque todo venga ‘en contra’”, concluyó.