Compartir el ámbito de trabajo con la pareja puede ser algo positivo si la relación se basa en la paciencia, la confianza y el amor. Este es el caso de tres matrimonios de San Francisco, que se animaron a hablar con El Periódico y a contar su experiencia.

Uno de los casos es el de Alicia y Edgardo, dueños de una librería. Están casados desde hace 34 años y trabajan juntos desde hace más de 20.

La decisión de abrir el negocio surgió cuando Edgardo se quedó sin empleo: “Dada la crisis de hace unos años me quedé sin trabajo y decidimos entre los dos poner una librería con algunos anexos. Trabajamos dentro del mismo local con tareas distintas. Ella se dedica a las compras y a la atención al público en la medida que puede, y yo a los pagos y a los trámites bancarios e  impositivos”, cuenta él.

Edgardo califica la relación como “excelente” y cuenta que se manejan “con total confianza, porque lo más lindo es compartir”.

“Nunca tuvimos problemas gracias a Dios. A veces hay opiniones contrarias entonces hay que sentarse tranquilos, conversarlas y eso se soluciona. Si vos querés pecharla para adelante, como lo hemos hecho desde que arrancamos, no hay otra opción”, fundamenta.

Una clave, cuentan, es dejar el trabajo de lado al cierre: “Absolutamente no, no se habla ni de trabajo ni de política. Hablamos de los hijos o de cualquier otra cosa menos a lo que pueda estar relacionado con el trabajo, eso se corta cuando se le pone llave al negocio”, cuenta el hombre.

En el kiosco

Luis (79) y Rita (66) tienen una experiencia de vida similar. Son dueños de un kiosko, en el que trabajan desde hace 25 años. Casados están desde hace 46, y tienen dos hijos.

Luis cuenta que el negocio surgió porque se quedó sin trabajo. “La fábrica en la que trabajaba cerró y algo había que hacer. Entonces encaramos esto. Todo el mundo decía que era una locura, nos costó mucho pero lo fuimos mejorando. Con esto estudiaron los dos chicos”, confiesa.

“Para nosotros es bueno trabajar juntos. Nos ayudó mucho nuestro hijo, nos fuimos haciendo de a poco y acá estamos. A veces renegamos, a veces discutimos, a veces nos reímos, pero en la balanza queda siempre lo positivo y lo positivo es poder haberlo llevado adelante en una época muy difícil. Esto es un compañerismo total en todo sentido”, añade Luis.

El hombre asevera que cuando se cierran las puertas se habla de otra cosa: “Tratamos de no seguir hablando de trabajo, aunque en la vorágine por ahí nos enchufamos. Hace poco nos fuimos a las sierras y nos olvidamos de esto, eso sí, hasta el último día, porque después uno ya sí piensa ‘hay que hacer esto, lo otro’”.

Por su parte, Rita devela el secreto para estar tantos años juntos: “Tratamos siempre de estar bien nosotros, levantarnos. A veces uno está más caído entonces el otro lo apoya, lo ayuda, y seguimos adelante”. 

Podemos decir que estamos las 24 horas juntos. En el kiosko él se encarga de comprar y de la atención de proveedores. Yo me encargo de limpieza y del orden, las mujeres somos más detallistas en eso”, explica sobre la modalidad de trabajo.

Rita no se imagina una vida distinta: “No podría trabajar sin él, pienso que no, a quién pelearía (ríe), no me lo imagino. Esto no es fácil. Se puede caer en una rutina. Actualmente los jóvenes tienen otra manera de pensar distinta a la que teníamos nosotros, sobre la unión de la pareja. Nuestra forma era muy distinta, ahora todo es más rápido”.

Por último, agrega que además de trabajar juntos salen a caminar. Y cuenta que también tienen sus espacios a partir de la colaboración del otro: “Respetamos lo que cada uno quiere hacer. Yo hace 30 años que estoy con catequesis en la parroquia Santa Rita, y si no fuese por la colaboración de él yo no hubiese podido. Si él no me ayudara con esto yo no lo podría hacer”.

En la proveeduría

El tercer caso es el de Adriana (57) y Oscar (58), al frente de una proveeduría. Están casados desde hace 31 años y tienen dos hijos. 

“Trabajamos juntos desde que nos casamos. Antes también lo hacíamos en el mismo lugar pero no juntos. Nos casamos en San Francisco, trabajamos un tiempo en Junín de los Andes, nos vinimos y seguimos trabajando juntos, siempre en el mismo rubro”, empieza Oscar.

El hombre subraya que “a veces uno se pone de acuerdo y a veces no con respecto a las compras, pero la responsable de las compras y del negocio es ella, yo colaboro, soy la mano de obra. Nosotros no tenemos problemas, nos manejamos con los horarios. Para la comida, si tenemos que salir, si tenemos que viajar, estamos siempre buscando el momento para poder estar juntos”. 

Por último, relata que cuando el negocio cierra sus puertas se habla “de proyectos que tenemos, de qué podemos hacer, qué no, pero no estamos hablando continuamente de trabajo. Afuera se vive un momento diferente al de acá”.