Para levantar el ajo de las escasas 1.100 hectáreas que este año se sembraron en la provincia, los productores tuvieron que salir a buscar gente y al encontrarse con pocas cuadrillas, la mano de obra esta cosecha se pagó, en promedio, un 65% más que la campaña pasada, alcanzando un piso por jornal que estuvo en orden a los 150 pesos. Desde la Cámara de Ajeros se lo atribuyen nuevamente al ‘miedo’ de los trabajadores a perder los planes sociales y además que esta vez no llegó gente del Norte del país para esa tarea. Con el ajo arrancado y estibado en los galpones, ahora comenzó la puja por conseguir un buen precio de venta, el que por ahora arranco ‘tibio‘, graficaron los exportadores, según publicó Diario de Cuyo.
‘No hay caso, cada temporada nos cuesta más conseguir gente para la cosecha. Esta campaña el que quiso trabajar ganó muy buena plata. Es más, algunos por día se alzaron con 200 pesos, otros 120 y en general estimamos que anduvo en los 150 pesos’, explicó Alfredo Figueroa, vicepresidente de la Cámara de Ajeros. El dirigente precisó que, al no estar homologado el Convenio de Corresponsabilidad Gremial para el sector frutihortícola, los empresarios trabajaron con cooperativas para ‘responder a las exigencias de la ley’.
El ajo se recogió en el Valle del Tulum en unos 25 días (terminó la semana pasada); mientras que en el cordillerano departamento de Calingasta, cuna por excelencia del bulbo blanco, aún le resta unos días para completar la cosecha. ‘Estuvo difícil conseguir gente, más acá. A veces uno no sabe si es que se paga poco o es que la gente perdió esa cultura del trabajo de campo, que históricamente le permitía para esta época del año hacerse con unos pesos más’, enfatizó Antonio Lloveras, de la Cooperativa de Barreal. En Calingasta esta campaña se sembraron unas 350 hectáreas de ajo, y si bien más de 40 productores tienen fincas con esta hortaliza, son apenas 4 los empresarios que ‘mueven la aguja’ en materia de volumen de mercadería que producen.
Poco ajo pero de calidad Esta vez el clima acompañó y eso quedó plasmado en la buena sanidad de las cabezas de ajo. En la campaña anterior y con el ajo en el campo, una batería de lluvias dejó huellas y obligó a muchos productores a mandar parte del ajo a industria y no a exportación, que es lo más redituable. Otro dato clave, es que la reducción obligada de la superficie cultivada (hubo 20% menos esta campaña) se debió en buena parte a los problemas para regar que existen a consecuencia de la crisis hídrica que atraviesa la provincia hace 3 años, por lo que el poco ajo que se sembró, se regó bien; lo que deparó en buenos calibres (tamaño), los ideales para exportación.