Son las cuatro de la tarde del miércoles y en Juan de Garay 2223 se escucha desde afuera un alboroto. Es la sede de la Asociación Civil Casa del Jubilado, donde van llegando las últimas abuelas al Taller de la Memoria. Pitucas, sonrientes y habladoras, se saludan y esperan que llegue la profe para dar inicio a la clase. Son unas cincuenta mujeres, aunque hay anotadas alrededor de setenta.

La clase comienza cerca de las cuatro y cuarto, y la profesora María del Carmen Alberto les entrega el primer ejercicio que consiste en adivinar los personajes de los cuentos y completar una serie de frases relacionadas a esas historias: “Esta clase de ejercicios les gusta mucho, en la primera clase les traje una serie de hechos históricos y debían recordar en qué año sucedieron”, contó Alberto a El Periódico.

El segundo ejercicio fue un poco más complejo y se trataba de leer un texto de derecha a izquierda y transcribirlo de forma correcta. “La idea es que sea algo lúdico, les voy dando  ideas de cómo estar activos porque cuando uno deja de trabajar o estar en actividad se empiezan a enlentecer las funciones ejecutivas”.

Nuevos abuelos

La imagen del abuelo sentado en una reposera en la vereda, pasivo y mirando el horizonte se observa cada vez menos. O aquel que se dedica full time al cuidado de sus nietos. Los abuelos del último tiempo se van despegando del estereotipo, buscan nuevas actividades y mantienen una vida social intensa.

“No son los viejos de antes: salen, se divierten, aprovechan las oportunidades”, le dijo a El Periódico una médica geriatra.

San Francisco cuenta con un 17 por ciento de población con más de 65 años y se estima que son alrededor de once mil los adultos mayores que superan esa franja. Según el censo 2012, la expectativa de vida de nuestra población es de 76 años y, actualmente, los adultos mayores representan el 14,2% del total.

Cambiar la rutina diaria

El Taller de la Memoria no termina en cada clase semanal, sino que al cerebro hay que ejercitarlo continuamente. Alberto explicó que la tarea fuera de clase es sencilla: cambiar los hábitos o las rutinas.

“Lo que se sugiere en la semana es salirse de la rutina. Si vengo siempre acá (por la Casa del Jubilado) por el mismo camino tengo que tratar de usar otro; la idea no es mantenerse en la estructura sino obligarse a pensar. Por ejemplo, otro ejercicio es cepillarse los dientes con la otra mano. Cambiar las rutinas exige poner en actividad alguna parte del cerebro que no se está ejercitando”, indicó la tallerista, quien aclaró que el taller no es terapéutico sino recreativo: “Se trata de ocupar el tiempo para mantenerse bien. Y es un espacio social, y la idea es que no se sientan evaluados”.

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“Uno se vuelve más ágil”

Así los siente Libertad Balbo, una de las integrantes del taller. Convencida por su cuñada llegó al taller: “Me gusta todo lo que sea escribir y leer. En mi casa juego a los Preguntados, la trivia argentina, me esmero en ver si lo hago rápido o no. Hago sopas de letras y me controlo, me autodesafío porque soy bastante exigente”, explicó. Luego se refirió al grupo de mujeres que asiste cada martes: “La camaradería de acá es muy linda, uno se siente más ágil luego en la vida diaria”.

“Te ayuda a mantenerte en actividad”

Silvia Oyarzabal se jubiló hace muy poco y decidió no estancarse, sino que apostó por seguir dándole actividad a su mente: “Me pareció una forma de seguir teniendo actividad con la mente, en el trabajo la tenía muy ocupada. Los ejercicios del taller te ayudan a mantenerte activa y uno se siente bien”, manifestó la mujer, quien en la semana además practica con crucigramas y otros juegos. También rescató el grupo de trabajo: “Es espectacular y aprovechamos para recordar cosas”.

“La pasamos espectacular”

Para Silvia Theiller el taller es clave para evitar el deterioro de la mente: “A veces uno sube al auto y no sabe a dónde va”, expresó. Al taller lo calificó como “muy bueno”, al igual que al grupo de trabajo: “Acá la pasamos espectacular”, definió.

“Que salga de la casa”

Es lo que le pide a los adultos mayores el presidente de la Asociación Civil Casa del Jubilado, Oreste Moine: “La finalidad nuestra es que el adulto mayor salga de dentro de las cuatro paredes de su casa. Que se distraiga, que haga nuevos amigos”, dijo.

La institución cuenta con cuatro mil socios y dicta además talleres de computación, folclore y yoga. Todos cuentan con el auspicio del municipio y son gratuitos