Están sentados frente a la cámara en el Centro de Veteranos de Guerra San Francisco - calle Mitre 424-. Detrás suyo, una gigantografía de las Islas Malvinas ocupa gran parte del espacio.

Cuando comienza la nota, los cuatro entrevistados coinciden: pese haber participado de diferentes formas en el conflicto armado del Atlántico Sur entre la Argentina y el Reino Unido, o lisa y llanamente la Guerra de Malvinas, los veteranos aseguran que no se consideran héroes, que “los héroes son los que quedaron allá” y tras esta afirmación levantan la mirada como recordando el manto de neblinas que cubrían a las islas Soledad y Gran Malvina.

Este sábado 2 de abril se conmemoran 40 años de aquel hito de la historia argentina, el de un reclamo legítimo de soberanía, que la dictadura cívico-militar usó para intentar permanecer en el poder. Una inútil guerra desigual contra una potencia mundial y sus aliados.

El genial Eduardo Galeano la recordaba así: “Quienes declararon la guerra no estuvieron en ella ni de visita. Para que la bandera argentina flameara en estos hielos, causa justa en manos injustas, los altos mandos enviaron al matadero a los muchachitos enganchados por el servicio militar obligatorio (…)”.

Pese a ello, para nuestros veteranos, los locales, cada aniversario es una mezcla de sentimientos: “De orgullo por haber defendido a la patria y de profunda tristeza por las vidas que se perdieron durante y después de la guerra”, reconocen.

Y comparten también el sentimiento de que fueron muchos años “de lucha” para que la comunidad los reconozca, porque si bien en un principio la Argentina se unió contra la amenaza extranjera, tras la derrota miró para otro lado. Los veteranos quedaron olvidados y remarcan que trabajaron muchísimo, durante más de 20 años, para visibilizar la causa Malvinas o “malvinizar” a la sociedad, como le dicen.

Víctor Melano, Alejandro Giletta, Héctor Cerminatto y Marcelo Trucco dialogaron con El Periódico sobre su experiencia en la guerra, el reconocimiento social y la necesidad de recordar a los caídos.

Desconocimiento

Tres de los cuatro veteranos coincidieron en que desconocían que iban a participar de un combate armando mientras realizaban el servicio militar obligatorio. Ni siquiera lo imaginaban.

Tal fue el caso de Víctor Melano, que se desempeñó en el portaviones ARA Veinticinco de Mayo de la Armada Argentina.

Para aquella época de 1982, ya contaba con 14 meses de servicio y esperaba salir de baja. “El 26 de marzo nosotros llegábamos de navegar en un ejercicio de rutina y nos sorprendió que, en Puerto Belgrano, había muchos infantes de marina y gente del ejército que habitualmente no estaban. Llegamos y nos dijeron que no se iban a otorgar bajas, ni francos y, de ahí en más, empezamos a cargar municiones, armamento, pero no teníamos ningún otro tipo de mensaje. El 28 de marzo salimos toda la flota del mar rumbo al sur, aunque en realidad no sabíamos dónde íbamos”, recuerda.

Comenzaba así, “el operativo Rosario”, para recuperar las Islas. “Después de tres días de navegación, el 1 de abril, el comandante del buque nos reunió y nos señaló en un mapa a las Islas Malvinas, nos dijo que íbamos a recuperarlas con gente de Infantería y del Ejército”.

Así lo vivía Melano: “Fueron sensaciones encontradas, no nos decían que íbamos a la guerra, hasta desconocíamos que había soldados ingleses y un destacamento militar. Parecía muy lejana una guerra”, confiesa.

“Cumplimos con honor”

El hombre, ya jubilado, no se considera un héroe: “Personalmente la palabra héroe me queda muy grande, hice lo que tenía que hacer, en esa época se juraba por la bandera y la Patria, teníamos órdenes y las cumplimos con honor, pero la palabra héroe para mí queda grande. Creo que nadie se siente héroe, nosotros denominamos héroes a los que quedaron allá”, sostiene.

En relación al reconocimiento y apoyo por parte de la sociedad, reconoce que: “Cuando volví de allá a todos nos miraban distinto o murmuraban por lo bajo, esas cosas las sentí. Pero con el paso del tiempo, y el empuje de los veteranos logramos que la gente tenga un afecto por lo que se hizo”.

25 año de rechazo

“Fueron 25 años muy tristes para los veteranos -considera Alejandro Giletta (60)-  por el rechazo de la sociedad y sobre todo de los gobiernos, que hizo oídos sordos a nuestros reclamos. Alrededor de 2004, la gente empieza a tomar consciencia de lo que había pasado, los mismos veteranos cambiamos la actitud, empezamos a juntarnos y a ‘malvinizar’ nuestra causa porque nadie más lo hacía”, recuerda.

Giletta había cumplido 20 años, pertenecía al grupo 1 de Comunicaciones de la Fuerza Aérea Argentina, con asiento en la ciudad de Paraná. “El día 5 de abril nos embarcaron en un Hércules hacia el sur, diciéndonos que nos desplegaban a una misión -otra vez aparece la desinformación y el desconocimiento de los jóvenes soldados-. El 6, nos embarcan hacia puerto San Julián pero después de una hora de vuelo nos dimos cuenta que íbamos a otro lado. Preguntamos al mecánico y así nos enteramos que el destino era Malvinas. Sabíamos de la guerra, pero no que nos habían designado”, relata.

Tras el conflicto, historiadores y especialistas remarcan la actuación militar que tuvo la Fuerza Aérea Argentina. Parte del trabajo de Giletta en aquellas frías islas era ser el nexo de comunicación con los pilotos del continente para los ataques sorpresa a los blancos ingleses.

“La misión nuestra era marcarles a las escuadrillas de aviones los blancos a los que tenían que bombardear, por dónde entrar en las corridas finales de vuelo y dónde salir después del ataque”, recuerda.

Pese a tampoco reconocerse como héroe, Giletta y su grupo estuvo en varias oportunidades atacado por fuego enemigo. “Nosotros teníamos que estar viendo los blancos, nos trasportaban en helicópteros o en camiones, nos dejaban en lugares estratégicos donde pudiéramos ver las fragatas o los desembarcos enemigos. Cuando nos comunicábamos con los pilotos, los ingleses tenían equipos de radiogoniometría, localizaban la señal saliente de un equipo de comunicación, así que generalmente, antes que llegaran los pilotos éramos bombardeados; tuvimos la gran suerte de que nunca nos pegó nada encima”, se sincera.

“20 días de instrucción”

Con solo esa capacitación, Héctor Raúl Cerminatto (59) llegó a Malvinas un 6 de abril. “Apenas sabía usar el armamento”, confiesa y agrega: “No teníamos idea de lo que iba a pasar, creíamos que íbamos a pasar 10 días y nos volvíamos a la casa y en realidad no fue así. Desde un primer momento tuvimos que cavar ‘pozos de zorros y me tocó un rol de tirador de primera línea, teníamos que defender la bahía”.

Cerminatto reconoce que pasó momentos muy malos, “pasamos noches enteras bajo bombardeos” y que el 1 de mayo todo se complicó: “Porque hasta ese momento comíamos, después se cortó todo y pasamos hambre, sumado a los constantes bombardeos”.

A pesar de lo soportado en las islas del Atlántico Sur, la lucha para Héctor también continuó en tierra, en su ciudad porque si bien “hoy existe un reconocimiento social fue mucho a costa nuestra, porque empezamos a visibilizar más la situación con mucho esfuerzo”, expone.

Por último, coincide con el resto de los veteranos al reflexionar que “no somos héroes, no lo siento así, cumplíamos órdenes, juramos la bandera y prometimos defender la Patria. Nunca llegamos a pensar que nos íbamos a encontrar con una guerra”.

“Sentimientos encontrados”

Marcelo Trucco fue el único de los entrevistados que tenía conocimiento pleno de la guerra de Malvinas mientras realizaba el servicio militar en la IV Brigada de Infantería Aerotransportada en La Calera, Córdoba.

“No sabíamos realmente si íbamos a ir, hasta que nos reunió el jefe de artillería y nos informó que nos íbamos a desplegar a Malvinas, a llevar cañones a Puerto Deseado”, explica.

Trucco llegó a Malvinas y como tantos no la pasó bien. Los kelpers -ingleses que residían en las islas- habían informado la posición del grupo y los obligó a replegarse a la montaña, tras varios ataques enemigos.

A Trucco, la Guerra de Malvinas también le genera sentimientos encontrados: “Fue un hito que marcó mi vida, por un lado está el orgullo de haber participado en la defensa de la Patria y por otro, una marca imborrable de tristeza, por los caídos, por el trauma y todo lo que pasamos cuando regresamos al país. Hoy creo que la sociedad nos ve de otra forma y eso es gracias a que los veteranos nos unimos”, subraya.

La guerra, estrategia fallida de la dictadura decadente

Leopoldo Galtieri había asumido en diciembre de 1981 en reemplazo de Roberto Viola. La situación económica, la presión internacional por las graves violaciones a los derechos humanos, el reclamo de apertura democrática y el malestar social, brindaban un contexto de fin de ciclo a la dictadura cívico-militar instaurada en 1976.

Sin planes ni estrategia, Galtieri fue comentando su idea de la ocupación de Islas Malvinas a las otras armas. La idea era más generar un golpe de efecto que la recuperación legítima de la soberanía. Eso derivó en una guerra inútil en la que expusieron en pésimas condiciones a miles de soldados, la gran mayoría sin preparación.

El contexto social estaba cada día más caldeado. Tres días antes de la operación militar, se produjo en Plaza de Mayo la primera manifestación sindical y social masiva en reclamo de democracia y mejoras salariales.

En la madrugada del 2 de abril de 1982, tropas argentinas desembarcaron en las islas y luego de reducir al pequeño destacamento de Royal Marines izaron la bandera argentina en las islas Malvinas por primera vez desde 1833.

Alrededor de cinco mil efectivos del Ejército, la Marina y la Aviación ocuparon luego las islas y el general Mario Benjamín Menéndez asumió como gobernador. Buena parte de la sociedad recibió con alborozo la noticia.

Una semana después del desembarco, se produjo una masiva movilización en Plaza de Mayo para celebrar la recuperación de las islas. Galtieri salió al balcón y por cadena nacional pronunció la célebre frase: “Si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”.

Del otro lado

Margaret Thatcher, la primera ministra inglesa, también atravesaba una crisis económica y una caída en su imagen. Con expreso aval de la Corona que no quería seguir perdiendo territorios, la “dama de hierro” ordenó la movilización de la tercera potencia militar del mundo con el respaldo de sus aliados de Estados Unidos y la Otan.

Los ataques a las posiciones terrestres comenzaron el 1° de mayo y el día siguiente un submarino nuclear británico atacó al Crucero General Belgrano, que estaba fuera de la zona de exclusión. Murieron 323 de los 1093 tripulantes.

Desde ese momento, sólo la Fuerza Aérea Argentina tuvo un papel más destacado. Los aviones argentinos lograron el hundimiento o destrucción de varios buques enemigos. Pero pese a incontables historias de heroísmo las fuerzas terrestres y marítimas argentinas no lograban detener la contraofensiva inglesa. La mayoría de los combatientes eran conscriptos de entre 18 y 20 años, casi sin preparación bélica, que sufrían la total improvisación de los dictadores militares.

En las islas, quedaron expuestos el desequilibrio, la precariedad y la carencia de planificación en la avanzada argentina. Una guerra inútil ideada por una dictadura sanguinaria y decadente.

Participaron 23.500 efectivos, entre los que fueron las islas y los que cumplieron tareas en el continente. Por Córdoba, fueron unos 1.500 efectivos a las islas.

Una derrota militar dura, que dejó 649 argentinos muertos pero con unas secuelas posteriores más graves aún, porque organizaciones de veteranos de guerra calculan una cifra similar de excombatientes que posteriormente se suicidaron o fallecieron a consecuencia de la guerra.

El Papa y el fin

El papa Juan Pablo II, que había tenido un rol clave para evitar en 1978 la guerra con Chile por un diferendo limítrofe en las islas de canal de Beagle, llegó el 11 de junio a la Argentina, dio una misa en Luján en la que abogó por la paz y se reunió con Galtieri.

Tres días después, y tras un combate en el propio Puerto Argentino, los militares argentinos deciden rendirse y finalizar la guerra.