Roberto Aquiles Macchieraldo no le pierde pisada a la actividad de la empresa que dirige. Con 81 años, cada día recorre los galpones de la firma Macoser S.A., a la cual ingresó cuando tenía 20 por pedido de su padre Anselmo Macchieraldo, llegado a la Argentina desde el Piamonte en 1927. Fue este último quien convocó a su hermano menor Aquiles, que todavía se encontraba en Italia, para iniciar un camino que a la larga se tornó exitoso. Arrancaron en el rubro transporte y ya en 1952 fundaron una fábrica de motores eléctricos. Dos años después, junto con otros emprendedores, comenzaron a producir máquinas para coser, dando inicio a la empresa que actualmente se ubica en el Parque Industrial y emplea a 240 personas.

“Antes de entrar a la fábrica fui a estudiar Ciencias Económicas a Córdoba, en el ‘57, pero estuve seis meses y pegué la vuelta porque quería ser gerente del cine (Mayo) que habían fundado mis padres”, recuerda Macchieraldo, quien ofició de boletero, portero y hasta pasó películas: “Quería trabajar ahí, pero por las cosas de la vida me metió mi viejo en la fábrica”, completa nostálgico.

- ¿Cuál fue su primera labor en la fábrica?

Tenía 20 años, fue después del servicio militar. La primera labor en la empresa que era Talleres Koop, por ese entonces, era controlar los stocks y las cobranzas de los locales comerciales donde se vendía al público.

- Tiene 81 años y todavía sigue vigente en el lugar: ¿por qué?

Vengo todos los días, me gusta mucho hacerlo, me siento activo, puedo dar cosas aún. Es un gran privilegio hacer algo que a uno le gusta, me gusta ver que la empresa crezca, que esté bien, lo que pasa adentro y los desafíos. Mientras pueda moverme voy a seguir viniendo.

Aprendí a que no hay que estar endeudado porque ahí te agarra débil y eso nos pasó. No tenés materia prima, no hay dinero para conseguirla. Pero es ahí donde hay que seguir poniendo el pecho y seguir trabajando, cuando el carro se pone más pesado.

- ¿Qué cree que representa Macoser para San Francisco?

Todas las empresas tienen su importancia para la ciudad. Sus empleados, lo que se logra junto con los responsables. Uno puede ser directivo, pero lográs cosas con la gente que tiene la misma camiseta y por eso nos preocupa mantener una buena relación. Es una empresa que siempre generó trabajo en una ciudad volcada a la actividad industrial.

- En el caso de las empresas familiares: ¿quién debe manejarlas, el familiar o al que se considere más capaz?

Tiene que haber una voluntad en quien continúe con la empresa. Se deben dar tres condiciones, debe ser el que puede, el que debe y el que quiere. Si no se dan, no es fácil decidir quien la continúa. En la empresa hay gente con el apellido, que es de la familia; en mi caso soy segunda generación, pero hay tercera y cuarta. Pero esto no quiere decir que deben manejar la empresa en el futuro. Pueden participar, pero no quiere decir que sean los que fundamentalmente la manejen. Puede que la empresa esté profesionalizada y no dependiendo exclusivamente de los miembros de la familia. Hay que pensar más en la continuidad de la empresa, no más allá de lo que es la continuidad de la familia, entonces debe prevalecer esto del que quiere, el que debe y el que puede.

- En tantos años vio pasar muchas crisis económicas, pero ahora se les sumó la pandemia: ¿cuál es la experiencia?

La pandemia fue grave y lo sigue siendo, estamos teniendo mucho ausentismo de personal ante contactos estrechos. Como crisis económica no fue de las peores, pero como pandemia nunca me pasó esto. El año pasado estuvimos dos meses parados y cuando volvimos trabajamos con un protocolo muy estricto respecto al distanciamiento, los cambios de horarios, el ingreso y egreso, en un solo turno. Después llegamos a tener más del 20 por ciento de ausentismo y hoy estamos en la mitad aproximadamente. Y esto es una cuestión que complica. Siempre opino que en este país tenemos dos años de bonanza y dos de crisis, pasaron muchas y algunas muy graves que no nos agarró tan bien parados. Ahí está la clave, depende de cómo te agarra, si no está bien resultás muy herido. Esta última no nos agarró de esa forma. Pasamos tantas que uno aprende a hacerle frente, es como cuando los barcos se acomodan para recibir una ola grande.

- ¿Cuál es la fórmula para bancarla?

Aprendí a que no hay que estar endeudado porque ahí te agarra débil y eso nos pasó. No tenés materia prima, no hay dinero para conseguirla. Pero es ahí donde hay que seguir poniendo el pecho y seguir trabajando, cuando el carro se pone más pesado.

- ¿Cómo se planifica en pandemia, algo que es inmanejable?

Siendo cuidadoso con el dinero, viendo dónde y en qué se invierte. Hay que ser cuidadoso con los pasos que das.

- ¿Los aquietó esta situación o tuvieron posibilidades de negocio?

Hemos lanzado hace unos meses las cocinas cien por ciento eléctricas, un nuevo modelo. Esto amplía la gama de productos, hace tres años empezamos con el horno a empotrar, el anafe de inducción y ahora la cocina eléctrica. Tenemos que seguir desarrollándonos y hay más proyectos. Hay que pensar en los próximos años. Hoy estamos haciendo 680 cocinas por día, 120 anafes y 75 hornos dirigidos al mercado local, siendo la parte más importante de la venta con marca propia. Además trabajamos con marcas de terceros que son dos clientes grandes. 


En San Francisco se acabó la fabricación de máquinas para coser

En diciembre de 2018, tras 65 años ininterrumpidos como producto líder en el mercado, Macoser S.A. dejó de fabricar las clásicas máquinas para coser Singer, cerrando así sus puertas la última empresa nacional dedicada a este rubro. Pese a ello sigue siendo licenciataria en la Argentina de la marca.

“Pasamos tantas crisis que uno aprende hacerles frente”

- ¿Cómo fue el momento de dejar de hacer el producto estrella de la empresa?

Fueron 65 años de fabricación de máquinas de coser, el mercado nos fue marcando. Nosotros empezamos en 1999 a hacer cocinas porque pensábamos que la máquina de coser se terminaba muchos antes pero no fue así. Pero este producto fue el que nos dio la posibilidad de hacer cocinas. Fue la empresa la que invirtió para semejante desarrollo; hoy es parte de la historia. De todos modos fabricamos repuestos para máquinas de coser y somos los que vendemos en el país la marca Singer. Para nosotros fue y sigue siendo un buen piso, una buena plataforma para empezar a desarrollarse, y eso no tiene techo. Por día llegamos a hacer 350 máquinas en un mercado que llegó a hacer 180 mil por año entre todos los fabricantes.


Desembarcar en el Parque Industrial, una gran decisión

Macchieraldo recordó que la empresa originariamente se ubicó en la zona céntrica de San Francisco, que para el producto que vendían, las máquinas de coser, les resultaba “bárbaro”. Sin embargo, con el tiempo necesitaron más espacio.

“Vinimos al Parque Industrial por necesidad de espacio, porque teníamos la fábrica en pleno centro para la máquina de coser, que andaba perfecto, pero para fabricar cocinas nos quedaba chico. Hicimos la primera parte de 4200 metros cuadrados en 2001 y todo alrededor nuestro era soja. No había nada y hoy se pobló. Fue una gran medida que tomamos al venir, acá es un lugar de crecimiento, cómodo para todos los proveedores, para el transporte. Es mucho más fácil que manejarse en el centro”, aseguró.