La segunda final de la Copa Libertadores aún sigue en suspenso y sin definirse. Mientras siguen especulando para ver quién puede sacar más ventaja y continúan desligándose de responsabilidades, hay hinchas que ya perdieron.

Perdieron los honestos, los que compraron su entrada como corresponde y fueron a presenciar una fiesta que terminó en bochorno. Allí hubo gente de San Francisco, entre ellas está Julieta Gómez que contó, en diálogo con El Periódico, la odisea vivida en el Monumental.

"Yo conseguí entrada a través de Somos River, pago una cuota mensual y tuve que comparla por internet, tuve que hacer muchísimo lío para conseguirla porque se saturaba la página pero la conseguí y viajamos en auto con seis personas más de la Filial Millonaria de San Francisco", contó Julieta.

"Como sabíamos que iba a haber mucha gente entramos temprano, yo particularmente entré a las dos de la tarde. Ya sabíamos que había entradas truchas dando vuelta y que mucha gente se iba a quedar afuera con la entrada original en la mano y por eso entramos bien temprano para prevenirnos", relató.

"Fuimos el viernes a la noche, llegamos a la madrugada para poder dormir a la mañana tranquilos y esperar al otro día por el partido. La previa fue una fiesta: bombos, gente por todos lados, la pasamos re bien antes de entrar a la cancha", dijo Julieta.

El bochorno

"Estando ahí, en la tribuna, no hay internet. Nos enteramos de lo que pasaba porque nos llamaban para avisarnos. En la tribuna se empezó a correr la bola de lo que había pasado con el colectivo de Boca y empezamos a escuchar los disparos de la policía. Ya intuíamos todo lo que iba a venir, nos dimos cuenta que se iba a suspender o postergar", indicó Julieta.

"Sabíamos lo que pasaba pero porque nos llamaron, pero la voz del estadio recién a las 5 menos 5 comunicó que se iba a postergar. Además, nos dimos cuenta que los jugadores no salieron a calentar, sabíamos que algo raro pasaba", precisó.

"La gente ya estaba loca, al rayo del sol, con 30 grados. Se saturaron las cantinas, se quedaron si bebidas, la gente iba al baño a tomar agua. Hubo muchos que se descompusieron por estar tanto tiempo en el sol", precisó

"Jugaron con la gente, dijeron que iba a las 5, después a las 5.45, después 6 y 20, 7 y 15. Yo salí a las 8 de la noche del estadio, por una calle perpendicular a Quinteros que fue donde se armó el lío. Salimos bien afortunadamente, mucha Policía y Gendarmería por esa calle que estaba toda cerrada, y la gente se preguntaba por qué no hicieron pasar el colectivo por ahí que estaba toda la calle cerrada hasta los portones del estadio", comentó.

Superclásico: la odisea en el Monumental en primera persona
Eran las 16.30 y el estadio estaba preparado para el partido. Aún no habían comunicado la postergación.


Quedarse en Buenos Aires, un gasto extra

"Nos quedamos, yo iba preparada porque sabía que podía pasar algo. Pero mucha gente no, encontrábamos gente llorando y desesperada que había venido del norte, habían recorrido más de mil kilómetros. La gente empezó a buscar lugares para dormir en las plazas, en las estaciones de servicio, iban a pedirle a los vecinos que los dejen pasar al baño y los vecinos no te dan bola, imagínate en Buenos Aires no dejás entrar a cualquiera a tu casa porque no sabés lo que va a pasar", relató Julieta.

"El domingo ya no había clima, la gente ya estaba desanimada porque sospechaba que no se iba a jugar. Estaban todos esperando esa noticia", indicó.

"El domingo fui a la cancha, cuando me enteré de la suspensión estaba sentada en la tribuna. El operativo del domingo fue mucho más ordenado, es decir, lo hicieron como tenían que hacerlo, cortando las calles a tres cuadras, con controles cada 300 metros que dejaban pasar de a grupos. Yo voy a la tribuna Centenario y el domingo la calle Quinteros estaba toda vallada, es decir como tendría que haber estado el sábado", precisó.

El regreso

"A la vuelta nos volvimos desanimados, contando la plata que gastamos, los kilómetros que hicimos, los días que faltamos a trabajar. La verdad fue una vergüenza...", cerró.