Las paletas Neal’s, un sello imborrable en el pádel de San Francisco
Se fabricaban en la ciudad en una pequeña carpintería ubicada en barrio Catedral, de donde salieron más de 3 mil paletas. Surgió como un emprendimiento local y llegaron a tener un mercado nacional.
El pádel en San Francisco está en la cresta de la ola, pero muchos jóvenes quizás no sepan que alguna vez San Francisco tuvo su propia fábrica de paletas. En la década del 90 no había jugador en la ciudad que no tuviera en el bolso una Neal’s.
Daniel Bossio fue quien tuvo la idea y la puso en marcha en la carpintería de su padre. Con 20 años fue pionero en la fabricación de estos artículos, que eran artesanales y los detalles pasaban por sus propias manos.
“Surge en el año 89, cuando se empezaron a hacer las primeras canchas de pádel en San Francisco. Mi papá era el vicepresidente de la comisión de San Isidro. Un día fui a visitar a mi novia a Santa Fe. Vi una paleta en una casa de deportes toda agujereada y me pareció rara. Como yo venía del tenis criollo y del frontón, la compré, no tenía mucha referencia de lo que era el pádel”, contó Daniel.
“A esa paleta la usé como cinco meses y la abrí toda para ver cómo estaba hecha, vi que era de madera. Mi papá tenía una carpintería con varios empleados, entonces empezamos a ver qué componentes tenía y descubrí que podía llegar a hacerla”, señaló.
DANEG, el primer modelo
“La hacíamos con una madera común, un pino liviano secado, con un alma dura en el medio para que no se parta. Arriba le poníamos una laminado tipo Karikal rugoso. Las hacíamos en una matriz con una máquina, a mano, una por una”, precisó Bossio.
“Luego la llevábamos a Chao y le hacían la serigrafía arriba, me la pintaban todas. Después aprendí a hacerlas y las empecé a hacer yo directamente, junto con un dibujante. Además, conseguimos los perfiles de aluminio para el costado, las cachas, el tapón de goma. Así fueron las primeras”, indicó.
El origen del nombre “Nélida y Alejandro, y el apostrofe. Neal’s, de Nélida y Alejandro. Es mi mamá y mi hermano menor. Y DANEG, Daniel y Egido, yo y mi papá”, señaló |
El mercado, desde San Francisco hacia todo el país
“Al principio era solo venta local, en los primeros 6 meses. Yo ya estaba en el mundo del pádel y les vendía a los conocidos de San Francisco. No eran de gran calidad por el peso que tenían”, señaló Bossio.
“Empezamos a investigar más, me compré una Head, las mejores de todas. La desarmé toda de nuevo y me encontré que tenía una madera japonesa Kiri, muy liviana, con capas superpuestas que no se partían. Además, tenía una lámina de fibra de vidrio”, recordó.
En ese momento Bossio supo que podía mejorar la calidad de las Neal’s. “Averiguamos dónde conseguir la madera, la conseguimos en San Fernando, Buenos Aires. Era carísima pero súper liviana. Ahí empezamos a sacar con mejor calidad”, contó.
“Para ponerle la fibra de vidrio, mi viejo le habló a Franco, el de las lanchas. Me fui a laburar una semanita con él para aprender a manipular la fibra de vidrio. Aprendí, y con unas prensas, con matricería, le empezamos a poner la fibra de vidrio arriba de la madera”, precisó.
“El aluminio también lo conseguí en Buenos Aires, entonces empezaron a ser más livianas. Las cachas también, el tarugo de goma lo cambiamos a goma inyectada y se logró sacar una paleta de muy buena calidad que fue el mejor modelo”, señaló.
“Vendimos mucho a nivel local, en los torneos, la asociación local las daba como premio también. Les vendíamos a casas de deportes de Rosario (Von der Thusen), a Béliz de Pilar, que las vendía con su nombre. Llegamos a hacer más de 3 mil paletas, están repartidas por todo San Francisco y muchos amigos la tienen todavía. Además, hemos vendido en la Asociación Argentina de Pádel”, concluyó.
“Se investigó mucho, se hicieron muchos ensayos, cosas que no dieron resultado con distintos tipos de pinturas para llegar a sacar un buen modelo”
Espíritu emprendedor Siendo muy joven, Daniel encaró este proyecto junto a su padre. Estudiaba, trabajaba en la carpintería, jugaba al pádel y viajaba de aquí para allá investigando cómo mejorar su producto. “Terminé el servicio militar en el 89, empecé en la facultad Ingeniería en Sistemas y le daba una mano a mi viejo en la carpintería. Tuve el apoyo de mi viejo que fue primordial para este proyecto, hubo que invertir mucho en máquinas y matricería”, destacó Bossio. “Con 19-20 años me iba a Buenos Aires a conseguir el material, me tomaba trenes, colectivos. No sabía dónde, pero iba, consultaba en las páginas amarillas, llamaba y así encontraba el material y el precio”, indicó. “Era mano de obra mía, los empleados laburaban con las matrices: el contorno y las cachas. El armado pasaba todo por mí”, precisó. “Fue todo gracias a mi viejo, yo me ganaba unos mangos en esa época, pero él me dio una gran mano en la carpintería. Le daba redito y a mí también”, cerró. |
Fiscal de la Asociación de pádel
Daniel también fue el único fiscal de pádel de la provincia de Córdoba y uno de los primeros del país. “Yo estaba en la Asociación de San Francisco y la Asociación Argentina te pedía un fiscal por cada provincia. Así que fui yo a La Plata a hacer el curso representando a Córdoba. Durante varios años fui a fiscalizar los torneos, y llevamos 2 años el Circuito Profesional de Pádel a San Francisco en El Tala, era lo mejor del mundo en ese momento”, comentó.
“Estuvo bueno. Dio laburo a mucha gente, fue un emprendimiento que en ese momento quizás uno no se daba cuenta de la importancia, pero San Francisco fabricó paletas de pádel para todo el país”.
Caucho, la oportunidad que no fue
“El emprendimiento duró cinco años, hasta que surgió el caucho. Yo estaba estudiando y ya mucha atención no le prestaba. Investigué para ver si podía combinar y no me salió. Había que invertir de nuevo, con una inyectora de caucho, no teníamos el dinero para hacerlo porque no sabíamos el resultado que iba a tener. Con el diario del lunes, la hubiésemos pegado porque el auge que tuvo el pádel y al haber sólo dos fábricas en Argentina, hubiésemos sido pioneros en eso”, destacó.