Por Manuel Ruiz

Marcos Penna tiene una discapacidad intelectual. Eso hace que el mundo que pinta día a día tenga simplemente otro color, otros tonos. Y nada más que eso. Marcos se vino hace unos años junto a su familia desde Laspiur a la ciudad y desde no hace mucho tiempo, gracias a las gestiones de la asistente social que lo acompaña, es uno de los jugadores que todas las semanas practica en el estadio de bochas de Antártida Argentina. Y que cuando hay un torneo de tercera división se viste de punta en blanco para representar al club “pinguino” en la actividad, bajo las directivas de Mauricio Márquez.

Gerardo Lorenzatti no recuerda cuándo fue la primera vez que pisó la sede de Antártida por calle Lamadrid. Sí recuerda que a los diez años comenzó a jugar a las bochas y desde allí no ha cesado de hacerlo. “Oreja” ha logrado títulos locales, provinciales y nacionales. Fue distinguido incluso como el mejor de la provincia. Pero lo que vivió el fin de semana junto a Marcos, dice, vale mucho más que esas medallas que atesora en algún lugar de la casa.

La peña de los miércoles

“Todos los miércoles en el club hacemos una peña que sirve para juntarnos y pasarla bien, pero también para juntar fondos para los que jugamos a las bochas. Uno de esos miércoles, dos meses atrás, yo estaba sentado en una mesa charlando con los muchachos y entra ‘Marquitos’. Ahí le empiezan a preguntar si iba a jugar un torneo. Y él respondió: “Sí, pero quiero jugar con él, y me señaló a mí. Se me llenaron los ojos de lágrimas”, relata Lorenzatti sobre cómo surgió la idea de jugar junto a Penna. El experimentado jugador le prometió que cuando haya un torneo en el que jueguen juntos uno de Primera (como él) y uno de Tercera (como Marcos), iban a participar juntos.

Mimo al alma

“Verlo tirar una bocha a Marcos con sus limitaciones te fortalece, es un mimo al alma”, dice Lorenzatti. Lo dice al borde de la emoción, con tranquilidad y simpleza. A Gerardo le cuesta decir que Marcos tiene una discapacidad o una capacidad diferente, como a la mayoría de las personas que no saben cómo reaccionar frente a un caso así. La palabra en estos casos, es un freno al que hay que faltarle el respeto. Lo que realmente importa es que Lorenzatti y la familia de las bochas entendieron que adentro de una cancha lo único diferente es el color de la bochas