Superligero. Al minuto y quince segundos del primer round, Diego Luque tira la derecha boleada sobre la humanidad de Walter Garzán, que acusa el golpe y comienza a caer. Cuando el “Riña” quiere asestarle ese gancho de izquierda que se había cansado de practicar en el Gimnasio Municipal de Box bajo las órdenes de Sebastián Echenique, ya es tarde. El rival está tirado en la lona. El graderío estalla en Alumni: Diego Luque es el nuevo campeón interino latino superligero del Consejo Mundial de Boxeo. San Francisco vuelve a tener un campeón latino después de muchos años.  

Una semana después de eso, Luque está sentado en la mesa de su casa, acaba de almorzar. Su señora Janet, que Luque dice que lo aguanta hace 14 años, descansa en la pieza junto a sus hijos Cindy (11), Axel (9) y Alexander (1). “El título es para ellos. Por aguantarme tantos años en este deporte que es tan jodido”, dice. Cuando el “Riña” conoció a Janet, comenzó a boxear. Su primera pelea como amateur fue a los pocos días que nació Cindy. Luque se lo dice El Periódico: “Han sido siempre mi mejor rincón”.

Esfuerzo

En un rato, Luque entrará de nuevo a su trabajo. Trabaja como chapista, la profesión de su padre. Oficio que le encanta y al que llegó para dejar atrás el mundo de albañilería, donde trabajó muchos años y desde joven, cuando todavía vivía en Frontera.

Luque, que se hizo boxeador por si pintaba alguna bronca en algún baile, se dio cuenta que era capaz de incomodar a algunos muchachos que ya tenían peleas arriba y siguió, y hace 14 años que sigue. Con el título del viernes pasado, ahora, tendrá la posibilidad de salir a combatir afuera. “Cuando llegue la información allá, seguramente comenzarán los ofrecimientos. Es importante desde lo económico y desde lo deportivo, y estoy preparado para hacerlo. Por lo único que no me subiría a un ring es por no estar bien entrenado, porque si me va mal, la que sufre es la familia”, dice, y explica que el knock out que le dio el título es, en parte, por la confianza de estar bien preparado.

Luque comenzó hace un año y medio a asistir al templo evangelista que queda en Suipacha y Rufino Varela, dice que necesitamos a Dios. Cuando le pregunto si cree que este título le dará un empujón al deporte en la ciudad, dice: “He conocido a muchos boxeadores con muchas capacidades, muchos compañeros mejores que yo, mucho, pero nunca han tenido temor de Dios y han preferido dedicarse más a los vicios que al trabajo, y para boxear tenés que esforzarte y creer”.

Al campeón lo espera Europa y peleas importantes, ahora va a saludar a su familia y se va a ir, lo esperan un par de autos a terminar en el taller de su viejo.