Hoy son 1.200 los cordobeses que asumen su adicción a los juegos de azar, comprendidos en el Programa de Autoexclusión de las salas oficiales de apuestas de la Lotería de Córdoba. Son modernos Ulises que se atan al mástil para no sucumbir a los cantos de las sirenas, con la forma de una bola en una ruleta o un slot.

La herramienta de la autoexclusión está contemplada en el Programa Permanente de Juego Responsable que la sociedad del Estado (administradora del juego exclusiva en la provincia) implementa desde 2008. Lo hace con el propósito de disminuir los riesgos del juego inmoderado, instruir sobre las maneras adecuadas de jugar y brindar atención y respuestas a quienes estén afectados por la patología, según explica en su página oficial.

Desde entonces hasta la fecha, 2.054 jugadores problemáticos expresaron, de modo voluntario, su decisión de que se les impidiera ingresar a cualquiera de los casinos o establecimientos que ofrecen slots (máquinas tragamonedas) a los mayores de 18 años. O que se les prohibiera la permanencia en el lugar si los sorprendieran adentro.

La solicitud es por cuatro años y tiene carácter irrevocable, salvo excepciones, que requieren de garantía profesional o judicial para que prosperen.
Hoy funcionan 19 salas con esas características, distribuidas en 17 ciudades cordobesas.

¡No me dejen entrar!

En la actualidad, 1.205 personas figuran en el listado de autoapartados con carácter activo, entre las que renovaron el pedido (573) y las que presentaron solicitudes (632).

El número coincide con las conclusiones que arrojó una investigación cualicuantitativa sobre indicadores de hábitos de juegos en la provincia, a instancias de la Lotería de Córdoba. El trabajo comprendió el período 2012-2015. El denominado Diagnóstico Poblacional sobre Juego Patológico determinó que alrededor del 96 por ciento de la población adulta de Córdoba tiene relación con los juegos de azar, aunque, de ese universo, sólo un tres por ciento tiene un vínculo potencialmente problemático, lo que no implica que sufra la enfermedad.

El menú de opciones incluye la quiniela, la lotería, las alternativas poceadas (tipo Quini 6, Toto Bingo, Telekino, etcétera), el casino y el turf, entre otras.

El relevamiento estima que el 1,5 por ciento de esa porción acotada padece la enfermedad, a partir de las respuestas obtenidas de las cuatro muestras tomadas, a razón de dos mil casos cada año, con un índice de confianza de 95,5 puntos y un margen de error de +/ – 1,6 por ciento.

La media coincide con la del Registro de Autoexcluidos y es ligeramente inferior a la de una encuesta realizada hace unos años por técnicos del Departamento de Juego Responsable de la Lotería de Córdoba entre profesionales de la salud mental que atienden consultas por el problema.

Detectables

Raúl Quiroga, psiquiatra a cargo del programa, aclaró que el porcentaje se refiere a los jugadores patológicos que apuestan en los casinos y salas de juegos oficiales, “que son los que se pueden detectar”. En este segmento, siete de cada 10 muestran adicción a las tragamonedas, apuntó.

Escapan del enfoque quienes apuestan en las agencias de quiniela autorizadas, por razones obvias.

También, los apostadores que lo hacen sin moderación en el circuito clandestino, aunque el funcionario consideró que “no son tantos, aunque los efectos familiares, sociales y económicos en estos casos suelen ser muy graves”.

“Los profesionales de la salud mental que conocemos la problemática decimos siempre que, en los pueblos del interior, el lunes es fácil saber quién perdió y quién ganó y qué perdió y qué ganó durante el fin de semana”, comentó Quiroga. “Eso porque en el juego ilegal se pueden apostar grandes cifras de dinero en efectivo, un inmueble, un vehículo, la chacra y lo que se le ocurra. Además, por una cuestión cultural y de tradición, las deudas de juego se honran como sea”, graficó.

El juego ilegal también tiene gran incidencia en la Capital y en otros importantes conglomerados urbanos, incluidos aquellos que ofrecen salas oficiales.

En este circuito se incluyen las cuadreras, las riñas de gallos, las carreras de perros, el sapo, las cartas, los juegos de paño y de cartón y todas las propuestas que incluyan apuestas al margen de las normas que rigen el juego en la provincia.

Mal acompañada

La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera la ludopatía una enfermedad mental similar a otras adicciones, ya que el juego compulsivo provoca sensación de euforia cuando se está apostando y malestar, inquietud o irritabilidad cuando se intenta interrumpir esa conducta (síndrome de abstinencia del jugador).

La afección suele estar asociada a otros trastornos psiquiátricos.

Entre las patologías de base que predisponen a la adicción se encuentran el trastorno obsesivo compulsivo, el de ansiedad generalizada, el comportamiento sexual compulsivo, las compras compulsivas y la dependencia o el abuso de alcohol, drogas y otras sustancias tóxicas.

Pese a que el juego patológico es una cuestión que afecta al hombre desde tiempos remotos, la Psiquiatría se ocupa del problema recién desde 1980. Fue cuando la Asociación de Psiquiatría de Estados Unidos introdujo el concepto de juego patológico y fijó criterios de diagnóstico específicos.

La OMS reconoció la ludopatía como enfermedad 12 años después.

Fuente: La Voz del Interior