Un navegante de 47 años arribó ayer a la tarde al puerto de Mar del Plata en un velero de menos de 10 metros de largo (28 pies), luego de una travesía de más de 8.000 kilómetros en soledad desde Portugal, donde se embarcó hace casi tres meses con el objetivo de reencontrarse con sus padres tras del cierre de las fronteras por la pandemia de coronavirus.

Juan Manuel Ballestero, aventurero, surfista, socorrista, buzo y paracaidista oriundo de la localidad balnearia, completó su escala final minutos después del mediodía, cuando una pequeña ventana en medio de un fuerte temporal de lluvia le permitió ingresar al espejo de agua de la terminal marítima y amarrar en la boya de cortesía del Club Náutico.

Envuelto en su equipo de agua rojo, el hombre alzó los brazos sobre la cubierta del "Skua" para festejar, mientras su hermano, un grupo de amigos y personal del club lo saludaba desde un espigón.

Minutos antes del ingresar al puerto, cuando el relieve de los edificios marplatenses empezó a recortarse entre la bruma a pocos kilómetros, el hombre describió su alegría en un breve video que grabó desde el velero con su teléfono celular y que enviara a sus allegados: "Lo he logrado. Vamos el Skua, el Skuita, una nave".

"¿Cómo va muchachos? Ahí está Mar del Plata. No van a ver nada porque está todo con neblina, parece que llegué a Londres", bromeó Ballestero con la ciudad de fondo, mientras el barco avanzaba con viento a favor.

Tras haber cubierto el último tramo desde el puerto de La Paloma, en Uruguay, y completar un viaje de 85 días, el hombre deberá permanecer otros 14 más a bordo del buque amarrado, para cumplir con la cuarentena pertinente.

"Escucho el ruido del guinche y sé que estoy en casa", gritó al llegar el navegante, con el sonido de fondo de la maquinaria del Astillero Contessi, ubicado a pocos metros del amarre.

Un empresario pesquero de la ciudad y amigo suyo ofreció pagarle si fuera posible -"a cambio de un asado cuando esté permitido"- un hisopado en un laboratorio privado, para que pueda pisar tierra cuanto antes.

Tal como indica el protocolo sanitario, Ballestero completó los trámites migratorios correspondientes sin bajar de la embarcación, y solo tuvo contacto con personal de Prefectura Naval Argentina, que se acercó en un bote, y en las próximas horas harán lo propio agentes de Sanidad de Fronteras.

Una vez superadas las medidas de aislamiento, Ballestero podrá reencontrarse personalmente con quienes fueron la meta principal de su travesía oceánica: su padre, Carlos (90), un reconocido capitán de pesca de la ciudad, y su madre, Nilda (82).

"Lástima que esto es en el marco de una pandemia maldita, de cuarentenas y demás, pero ojalá que volvamos a la normalidad todos. Ojalá nos veamos pronto", aseguró.

El hombre había salido el 24 de marzo último desde Porto Santo, la segunda isla más grande del archipiélago portugués de Madeira, tras el cierre de las fronteras por la pandemia por el nuevo coronavirus.

Después de cruzar el océano y acercarse a la costa brasileña, debió recalar en la localidad de Porto Belo, en Santa Catarina, por algunos inconvenientes técnicos, y tras algunas escalas más en Brasil y Uruguay encaró el tramo final de 500 kilómetros hacia el puerto marplatense.

Allegados suyos contaron a Télam que había ingresado en La Paloma "para ponerse a resguardo" ante un temporal, y luego inició el tramo final bordeando la costa bonaerense.

Ballestero se mostró "feliz y muy contento" de haber llegado a Mar del Plata y de haber ingresado y podido amarrar antes de que anocheciera, porque el pronóstico preveía fuertes vientos y un alerta meteorológico para las próximas horas, lo que podría haber demorado la llegada.

Este cruce oceánico fue el segundo del navegante, ya que en 2011 había realizado un viaje en velero entre Barcelona y Mar del Plata.

Fuente: Télam