A sus 88 años, Teresa Strauss de Merlino (88) no para un segundo. Dueña de una vitalidad importante, cada jornada la inicia temprano a la mañana. Se prepara el desayuno y el almuerzo, ordena y limpia la casa, mira novelas y hasta se duerme una siesta. Y a la vez, le dedica tiempo al tejido, a la huerta y hasta recicla. 

Nacida en San Jerónimo Norte, en la provincia de Santa Fe, es madre de cuatro hijos, dos de ellos lamentablemente fallecidos. También es abuela de seis nietos y tiene ocho bisnietos más uno que viene en camino. 

“Siempre me gustaron las manualidades, pintar, dibujar, ahora me dedico a tejer”, contó Teresa, que colabora desde hace tres años con las diferentes campañas solidarias que impulsa el Consejo Municipal de la Mujer. Antes de la pandemia, solía llegarse al Superdomo donde se llevaban adelante, pero en la actualidad produce desde su casa: “Después ellos reparten las cosas. El año pasado hice acolchados tejidos y este año me gusto más hacer ropa para bebés, niños y así paso el día”, agregó.

Mucho de lo que sabe hacer –aclaró- lo aprendió del campo, donde vivió gran parte de su vida. “También hago quinta, jardinería. De chica vivía en el campo. Nos dedicábamos a las manualidades, aprendíamos a tejer, coser, bordar; las cosas que se hacían antes, pero hoy se perdió todo eso”, recordó con nostalgia.

Conciencia ambiental 

Desde hace un tiempo, Teresa también se volcó al reciclaje, a partir de que tomó conocimiento de que en algunos lugares se estaban empezando a construir viviendas con ecoladrillos hechos con botellas plásticas rellenadas a presión con residuos limpios y secos.

“Hay tantas bolsitas, de todo, de papel higiénico, de las servilletas. Antes de que todas esas bolsitas vayan a parar a la basura, limpio todo y las pongo en una botella. Las voy poniendo bien ajustaditas y hago los ecoladrillos. No sé a dónde los llevaré o si los buscarán”, comentó.

Según la mujer, un día vi por televisión que la gente los hacía y se dijo a sí misma: “Es tan fácil”. Y aclaró: “En un segundo los ponés (a los residuos) en la botella y hacés un bien, porque dicen que con eso en La Para hicieron una casa. Hacen los block, le ponen una rejilla y después la mezcla. Sería tan fácil y cuántas cosas evitaríamos”, se preguntó.

La huerta, otro pasatiempo

Teresa también aprovecha los días de buen tiempo para dedicarse a su quinta. Utiliza los pequeños espacios de tierra y los canteros que dispone en su patio para sembrar hortalizas y flores. 

“Ahora lástima que no llueve, pero tengo unos canteritos, hay un poco de flores. Hay achicoria, acelga, espinaca y rabanito. Y ahora estaba esperando para sembrar porque no llueve, está la tierra seca. Tiene que llover un poco para sembrar.  Mi papá siempre fue quintero, tenía criadero de nutrias, de ahí uno aprendió un poco”, explicó. Lo producido es para consumo personal y para su sobrina, que vive al lado de su casa.

Su energía también la llevó por la pintura, aunque ahora ya no lo haga. “Pintar ahora ya dejé porque me tuve que operar del túnel carpiano y ya perdí un poco la fuerza de las manos. Me gustaba dibujar y pintar como pasatiempo, ahora ya eso quedó para el olvido. En toda la casa hay cuadros. Tengo muchos dibujos guardados. Y un tiempo con Carlos, mi hijo que falleció, hacíamos cosas de yeso. Él hacía columnas y yo hacía suvenires, angelitos, esas cosas que se usaban en ese tiempo. Siempre me gustó hacer algo y ayudar a la gente cuando se puede”, señaló.

La cuarentena 

La cuarentena no cambió demasiado los hábitos de Tere, quien suele pasar la mayor parte del día en su casa. Pero sí le impidió ver a sus nietos, algo que lamentó. Sin embargo, con las reuniones familiares permitidas puede recuperar algo del tiempo perdido.

“Yo estoy acostumbrada, hace ocho años que falleció mi marido. Lo que más extrañaba eran los nietos, ellos no podían venir ni yo ir a verlos, eso es lo que más extrañaba, sino ya estaba acostumbrada. No extraño poder salir, me entretengo con mis tareas”, subrayó.