Agustín “Tín” Ibarra tiene 59 años y es mozo hace más de 40. Pese a su extensa carrera, asegura que no piensa en el retiro, mientras atiende a los clientes en La Parrilla parador Internacional.   

Integrante de una familia de 11 hermanos, “Tín” tuvo que comenzar a trabajar desde pequeño, cuando solo tenía 9 años. Fue lustrabotas y vendedor del ya desaparecido diario Córdoba; ingresó al rubro gastronómico justamente por limpiar los zapatos a los comensales en el hotel Americano donde luego daba una mano a la hora de lavar la vajilla. Desde entonces comenzó a gustarle el ambiente que se vivía en los cafés y restaurantes y pudo desempeñarse en los más reconocidos de estos lugares.  

“Me empezó a gustar mucho eso cuando estaba en la confitería del Americano, por el ambiente que había, conocía cosas que me gustaban y aunque tuve varias posibilidades de trabajar en otro rubro fuera del gastronómico, decidí quedarme porque empecé a disfrutar atendiendo al público. Pero de mozo empecé en el bar Imperial, por Alberdi e Iturraspe, allá por el año 1977, tenía 14 o 15 años”, recuerda Ibarra.  

Trayectoria 

“Tín” fue mozo en los más recordados y tradicionales restaurantes. Del bar Imperial pasó luego al restaurante del Hotel Americano, posteriormente tendría su primera experiencia con la familia Bertorello en el recordado Maui, también se desempeñaría en Macao, en el comedor Euro en la Terminal de Ómnibus, más tarde en el resto de Hotel Libertador, también en Confitería La Palma y por último recaló en La Parrilla.  

“El trabajo de mozo es muy bueno, uno siempre se mantiene limpio, trabajás bajo techo generalmente, con aire acondicionado o calefacción, tenés tu comida y tenés el beneficio de la propina que siempre sirve para ayudar a la familia”, enumera Ibarra cuando habla de los beneficios de su profesión.  

Aunque también aclara que tiene sus contras: “Uno tiene que trabajar cuando todo el mundo está libre y disfrutando, mayormente se trabajaba de noche, entraba a las 16 o 17 y salía a la madrugada, cansado y no se aprovechaba el día. Tenemos un poco la vida al revés de los otros”, señala.  

Encima, la pandemia de coronavirus fue el hecho que marcó la vida del mundo en el último año y medio, y entre los rubros más afectados estuvo, sin dudas, el gastronómico y hotelero.  

“Tuvimos muchos días sin trabajar al principio, fueron unos meses difíciles para todos y después hubo que acostumbrarse a los protocolos y los cuidados. Cambió un poco el tema de la atención por las distancias de las mesas y uno extraña un poco el abrazo o el darse la mano con esos clientes que uno conoce de años, pero bueno hubo que acostumbrarse”, refiere el mozo.  

Referente  

Ibarra evoca que cuando se desempeñó en Confitería La Palma, el ya fallecido y propietario del lugar, Roberto Colombatti, le pidió que le enseñe el rol de mozo a una nueva camada de trabajadores. 

Lleva más de 40 años en el rubro y se ha desempeñado en los más reconocidos restaurantes de San Francisco.
Lleva más de 40 años en el rubro y se ha desempeñado en los más reconocidos restaurantes de San Francisco.

“Para mí fue un reconocimiento de su parte. Creo que lo principal es observar bien al cliente, luego fijarse que las mesas estén en orden y limpias y apenas se sienta, saludarlo y darle la carta. Que el cliente se sienta atendido desde el principio y es primordial la educación y el respeto. La atención tiene que ser para todos iguales”, remarca.  

Ibarra tiene autoridad en subrayar que la atención sea igual para todos porque entre los tantos clientes que le tocó atender estuvo un presidente de la República como Antonio De La Rúa, que visitó la ciudad un 13 de mayo de 2001 para participar de la “Mercoláctea”, primera muestra lechera organizada en la ciudad.  

Pero también sirvió a artistas de la talla de Cacho Castaña, Horacio Guaraní, Jorge Rojas, Soledad Pastoruti, Facundo Arana y hasta su ídolo musical, Edgar Fuentes, mejor conocido como “Gary”, mientras se hospedaba en el Hotel Libertador. 

“Era mi ídolo, pero lo traté con todo el respeto que se debe, sin salirme de mi profesión ni querer molestarlo. Su mujer lo cuidaba mucho en sus comidas y bebidas. Por más que sea gente muy conocida yo tengo que tratarlos como a todos. Aunque mi sueño sería atender a Araceli González, pero no ha venido”, confiesa entre risas. 

Hasta que el cuerpo aguante 

Agustín es otro de los mozos pertenecientes a la vieja escuela, que a la hora de tomar las órdenes de los clientes se manejan con su memoria.     

Y consultado sobre si piensa en un retiro asegura tajante y con una sonrisa: “Siempre dije que voy a llegar a los 140 años de vida (risas). Pero pienso que hasta los 80 años podría seguir. Tengo un gran amigo que es ‘Coco’ Echeverría, que tiene 77 años, trabajó conmigo y sigue en funciones. De mozo, mientras me den las piernas y la memoria voy a trabajar”.