Desprotección es la palabra que primero aparece al momento de hablar de abusos sexuales en menores de edad en el entorno familiar: dentro de las cuatro paredes donde la confianza se termina quebrando y aparece el terror.

Desde hace más de una década el promedio de denuncias de abusos sexuales es preocupante tanto en San Francisco como en otras localidades del departamento San Justo, donde niños y niñas son víctimas.

Hasta el mismo fiscal de Delitos Complejos, Bernardo Alberione, sobre quien recaen este tipo de casos todavía no sale de su asombro ante los hechos investigados, según reconoció en una entrevista con El Periódico.

No solo eso, el funcionario judicial mostró preocupación por las consecuencias colaterales que tienen estos hechos, que son muchas y graves. “No es solamente el niño o niña abusada, sino que hay un entorno familiar, cuestiones de base y educación que cuidar”, admitió.

Naturalización

La última semana, un hombre de 40 años quedó detenido sospechado de abusar sexualmente de su hijastra de 14, quien quedó embarazada y dio a luz –mediante una cesárea- a una niña en octubre pasado en el Hospital Iturraspe. Fue imputado por abuso sexual con acceso carnal, siendo clave el resultado de una prueba de ADN.

Desde la Justicia consideran al caso de “muy complejo” y remarcan que la investigación se centra en lo que pudo haber pasado nueve meses atrás desde que nació la niña, cuando se produjo el abuso. La menor vive en la zona rural de San Francisco con su madre, pero además con varios hombres dentro del grupo familiar, uno de ellos su padrastro.

Para el criterio de la fiscalía, pudo saber este medio, la prueba genética “es contundente”. Sin embargo, los investigadores no se están encontrando con demasiada información dentro del seno familiar: “A veces se naturalizan los hechos y los daños colaterales son inevitables”, afirmó una fuente vinculada al caso.

La importancia del relato

Según Unicef, al menos 1 de cada 10 niñas y adolescentes sufren violencia sexual en nuestro país. Casi siempre el perpetrador es alguien del entorno familiar del niño o adolescente, lo que complica aún más que se reconozcan como víctimas.

A los menores les cuesta pedir ayuda y eso es un problema porque la violencia contra la infancia está invisibilizada. En cuanto a las señales que los adultos deben tener en cuenta para detectar un caso de abuso, por ejemplo, los profesionales hablan de cambios comportamentales, en la conducta, en sus rutinas de sueño o alimentación, entre otras.

Por eso es clave el rol de los adultos, del círculo íntimo del niño o la niña que pueda identificar que algo raro está ocurriendo. Sin embargo, no todos los menores que cuentan su experiencia se sienten arropados por su entorno.

La psicóloga Mariana Cravero (MP 4331), que integra el equipo técnico de Tribunales y entre sus funciones tiene la tarea de analizar a víctimas de abuso sexual y efectuar la Cámara Gesell, entiende que es difícil prevenir los abusos aunque no una tarea imposible.

“Pensar en que uno puede estar atento y prevenir a los hijos que estén en una situación de este tipo generaría más culpa en los padres. Realmente es muy difícil de prevenir porque los abusadores tienen la habilidad de ir venciendo la capacidad de reacción del niño”, afirmó meses atrás ante la consulta de este medio, aunque agregó: “Hay que estar muy atentos a lo que los chicos dicen, porque el indicador más específico del abuso sexual, cuando no hay signos físicos, es su relato”.

Cada caso es particular, pero siempre es importante saber que una víctima expresa lo que vive de alguna manera, con sus formas. Se necesita agudizar los sentidos y poder entenderlos.

Se dispararon en Tribunales las denuncias por abusos sexuales en el fin de año