Ya pasó un mes. El aislamiento social, preventivo y obligatorio para mitigar la propagación de la Covid-19 se estiró más de lo previsto y nos obligó a la fuerza a cambiar nuestros hábitos de vida.

Parece ayer cuando el choque de codos se convirtió en el saludo del momento porque el de manos se volvió peligroso, lo mismo con el beso. Al menos en la calle.

De un día para el otro nos empezó a incomodar estornudar o toser delante de los demás y hasta nos obligaba a justificarnos: “Es la alergia que me agarra cada mañana en esta época”, sentían muchos que tenían que explicar. Como si enfermarte te convirtiera en la peor persona del mundo y como castigo debieras sufrir una condena social.

Ni hablar de las rutinas, tanto para quienes no pararon de trabajar por considerarse su tarea como “esencial” y también para quienes no pudieron seguir haciéndolo en el marco de la cuarentena obligatoria. El teletrabajo comenzó a ganar terreno, aun con los hijos dando vueltas alrededor de la mesa, por ejemplo.

De a poco, nos empezamos a convertir en cocineros, a leer recetas porque el tiempo nos sobraba. Las reuniones con amigos y familiares se volvieron todavía más virtuales, lo mismo que los ejercicios físicos, signos de esta época donde las redes sociales adquirieron un protagonismo inusitado.

Y cuando pensábamos que habíamos superado estoicamente los 15 días de aislamiento, el presidente Alberto Fernández prorrogó la medida dos veces más, por lo que seguimos como el primer día, ese 20 de marzo que quedará en la historia.

Bueno, no tanto porque en el medio debimos anexar a nuestro rostro un barbijo o tapaboca para poder salir a la calle, como una herramienta más para la prevención, aunque el lavado de manos sigue siendo la más efectiva en tiempos donde la llegada de la vacuna para atacar al virus es una incertidumbre.

Siguen los desafíos

Desde este lunes se permitirán realizar otras 11 actividades mientras vivimos la segunda prórroga del aislamiento hasta el domingo 26 de abril.

Entre los desafíos seguramente estarán mejorar el desarrollo de las nuevas rutinas, no perder el contacto con seres queridos, evitar la frustración y la ansiedad de chicos y grandes, extremar medidas de prevención ante el virus y ver cómo paliar la falta de ingresos.

Por ejemplo, en relación a esto último, en Freyre el gobierno municipal junto a la mutual del pueblo idearon una serie de créditos a tasa cero. Un gesto que no abunda y que pone en evidencia el flojo rol que cumplen los bancos en este escenario de emergencia sanitaria y económica.

Los más románticos sostienen que el mundo será otro de ahora en adelante, que se construirá una sociedad más empática. Los pesimistas creen que el ser humano seguirá siendo igual una vez que se controle al virus, cuando el peligro ya no aceche.

No obstante, los primeros tienen a favor los gestos de solidaridad que tuvimos bien a mano en nuestra ciudad. Solo basta observar el trabajo diario de la Red Solidaria y Cáritas de San Francisco, también aquellos vecinos que decidieron fabricar barbijos de manera solidaria para entregarles a los bomberos y al hospital. En nuestras páginas reflejamos los casos en los barrios Parque y Roque Sáenz Peña. El trabajo cooperativo también amplió sus fronteras y se adaptó al momento. Veamos lo que pasó en Devoto. Ni hablar del personal de salud, que bien merecido tiene el reconocimiento de cada noche al estilo pop star.

‎Así transcurrió el primer mes de este aislamiento social, preventivo y obligatorio. Sin dudas el SARS-CoV-2 nació para cambiar nuestros planes, nuestras relaciones de acá en adelante en casa, en el trabajo, la calle o en un café.

¿Todo volverá a ser como lo conocemos? ¿El mundo tomará nota de que nadie se salva solo? Por ahora son preguntas sin respuestas, pero mientras tanto habrá que sumar coraje y seguir enfrentando una situación que no tiene precedentes y que porta consigo una cuota importante de angustia.