Cuando Jimena Parolo conoció a Tomasa, no imaginaba que ese sábado en el refugio de la Sociedad Protectora de Animales cambiaría su vida. Ella y su familia –su esposo Marcos y sus hijas Abril y Emma– habían ido a llevar donaciones, sin intención de adoptar. “Fue amor a primera vista —más que nada con Emma”, recuerda Jimena. La conexión fue inmediata.

Tomasa tenía alrededor de doce años y había pasado casi toda su vida en el refugio. La decisión fue inesperada, pero inmediata. “No sabíamos mucho sobre adoptar un perro adulto, porque siempre los que habíamos tenido eran cachorros. Pero se adaptó bien y rápido”, contó.

Adopciones que cambian vidas: el amor más allá de la edad de las mascotas

El proceso no estuvo exento de desafíos. Sus otras dos perras, Geraldine y Margarita, tardaron en aceptarla. Incluso cuando la sacaban al frente de la casa, buscaba irse, recordó. 

Pero con el tiempo, Tomasa comenzó a mostrar signos de alegría. “Uno de los momentos más lindos es cuando llegamos de trabajar y ella empieza a saltar. Pensábamos que no podría lograrlo”, dijo Jimena.

Y agregó: “Volvería a adoptar un perro adulto sin dudarlo. La recompensa es inmensa”.

Adopciones que cambian vidas: el amor más allá de la edad de las mascotas

“No hay nada más lindo que adoptar”

Martín Manzotti tenía en claro que quería adoptar, pero no buscaba un cachorro. Decidido a ofrecer una nueva oportunidad a un animal adulto, se contactó con la Sociedad Protectora de Animales. Allí recibió la foto de Canela, una perra de dos años cuya mirada lo conmovió de inmediato. “Enseguida con mi hijo nos enamoramos y la fuimos a ver. Desde el primer momento que la vimos, supe que necesitaba otra oportunidad”, contó.

Adopciones que cambian vidas: el amor más allá de la edad de las mascotas

La historia de Canela tenía un trasfondo doloroso: fue abandonada a su suerte sin explicación. “Nos dio mucha lástima. Nunca entendimos cómo, con el amor que tiene esa perra, alguien pudo dejarla”, expresó Martín. A pesar de ese pasado, su adaptación fue inmediata. En la casa ya convivía con Luna, una perra de ocho años también adoptada, que la recibió con naturalidad. “Canela es bastante caradura y amorosa, te compra enseguida”, describió.

Más que un aprendizaje, para Martín adoptar fue un acto de comprensión y empatía. “No hay nada más lindo que adoptar, saber que estás ayudando y dándole una nueva oportunidad a un animal que no tuvo suerte. Te llena el corazón ver cómo te gratifican con su amor”, afirmó.

Adopciones que cambian vidas: el amor más allá de la edad de las mascotas

Canela se integró a la vida familiar de manera plena: acompaña a sus hijos, participa en salidas a correr con Martín, y convive en armonía con Luna. “Es una compañía hermosa. El amor de los perros es incondicional”, aseguró.

A quienes aún lo están pensando, les dejó un mensaje claro: “No se van a arrepentir. Adoptar es una de las cosas más lindas que se pueden hacer. Saber que estás ayudando a un ser que la pasó mal y que ahora tiene una nueva oportunidad, no tiene precio”.

Nora y Perlita: una historia de amor que sanó las heridas del alma

Nora Brusa adoptó a Perlita hace doce años, sin saber que ese pequeño ser temeroso y golpeado por la vida se convertiría en un ángel de cuatro patas que la ayudaría también a sanar sus propias heridas. La historia de Perlita comenzó con un abandono brutal: alguien dejó atada a su madre en la puerta del refugio, junto a ella y su hermanito.

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Los tres fueron rescatados por la Protectora. La mamá y el hermano encontraron rápidamente un hogar. Perlita también fue adoptada, pero no tuvo suerte. “No sé si la devolvieron o si la fueron a buscar de la Protectora, pero cuando yo la conocí estaba internada en la veterinaria”, recuerda Nora. La perra estaba desnutrida, con muchísimo miedo y señales de haber sido maltratada.

El día que Nora la llevó a su casa, Perlita no podía caminar. “Se arrastraba. Cada vez que agarraba una escoba o un balde, corría a esconderse en la cucha. Le tenía mucho miedo a mi esposo, seguramente por lo que había vivido antes con algún hombre”, cuenta. Fueron meses difíciles, de paciencia y ternura, de reconstruir la confianza con pequeños gestos.

Adopciones que cambian vidas: el amor más allá de la edad de las mascotas

La intención inicial de Nora era que Perlita acompañara a Uma, su doberman de 10 años. “Se hicieron muy compañeras, y estuvieron juntas hasta que Uma murió a los 16”, relata. 

Con el paso del tiempo, Perlita dejó atrás el miedo. Comenzó a pasear con correa, primero una cuadra, después hasta la plaza. Hoy, a sus 12 años, vive con algunos achaques propios de la edad –como artrosis en caderas y rodillas– pero llena de vitalidad.

“Es un animalito dulce, cariñoso. Juega con peluches, le encanta ir en auto, salir, estar con otros animales. Cuando se da cuenta de que mi marido va a hacer un asado, se pone feliz. Es muy inteligente, se da cuenta cuando uno está triste”, describe con emoción.

Para Nora, adoptar un perro adulto no solo fue una decisión acertada, sino transformadora. “Vale la pena animarse a tener un animalito de 10 o 12 años. Son los que más necesitan amor y los más agradecidos. Todos los días te lo demuestran con pequeños gestos”.

Cuando Uma murió, Nora pidió permiso para enterrarla debajo de un árbol en el refugio de Caseros, donde había comenzado todo. Y desea lo mismo para Perlita cuando llegue su momento. “Es el mejor lugar donde puede descansar. Es hermoso. La gente tiene que conocerlo”, dice.

Adopciones que cambian vidas: el amor más allá de la edad de las mascotas

También destaca el trabajo de las voluntarias del refugio. “Lo que hacen es maravilloso. Se hacen cargo de todo con muy poca ayuda del Estado. Veterinarias, medicamentos, guarderías. Hay que apoyar, aunque sea con una cuota mínima”.

Nora resume su historia con una frase que le dijo Claudia Cagnola: “El amor sana. A Perlita la sanó el amor, pero ella también me ayudó a sanar a mí”. Y concluyó: “Volvería a elegir un perro de la protectora toda la vida. Es amor puro”.