Una vez más Pablo Curró, un vecino de nuestra ciudad con conocimientos de campo, donó alimentos que produjo en su propia huerta a comedores y merenderos. El objetivo: que puedan preparar comidas para las familias que asisten diariamente, o viandas para salir a repartir entre aquellas que más lo necesitan.

Se trata del excedente de verduras que le queda de las siembras que periódicamente realiza en un terreno de su propiedad, algo que ya se volvió tradición, ya que este es el séptimo año en que colabora de esta manera.

Licenciado en Administración Rural, con muchas ganas de ayudar, para esta oportunidad, espera una cosecha récord de zapallos y coreanitos, verduras que viene donando no sólo a esas instituciones de bien público sino a otros vecinos que no cuentan con el poder adquisitivo para adquirirlos.

De cosechar entre 300 y 500 unidades en los años anteriores, para esta época espera superar las 900. Si bien el tiempo ayudó, con copiosas lluvias en enero, cruciales para el tipo de cultivo, también lo hizo la experiencia que fue ganando a lo largo de estos años.

"Esta es una primera parte, está terminando de madurar, más o menos yo calculo que unas 800 o 900 unidades haya. Hay de todo, en su mayoría zapallo, zapallo plomo, zapallo gigante, coreanos, hay distintas variedades. Hay gente que me va dando semillas y yo ya ni me acuerdo de qué variedad son y siembro también. Hay zapallos para hacer dulce o locro. Siembro esas variedades porque la gente nos pide, porque por ahí hace locro para recaudar fondos, o con los coreanos hacen puré, o les gusta para el guiso. Todo eso sirve para poder alimentar", contó Curró.

Al productor sabe que su ayuda es muy necesaria, más en los tiempos que corren: “Esto está destinado a gente que la está pasando mal, gente que no tiene el poder adquisitivo para comprar en una verdulería, gente que está pasando hambre”. Por ahí me llama gente diciendo que le gustaría comprar zapallos, porque son de huerta orgánica. Primero les decía que no. Ahora lo que les digo es que dinero no acepto, pero que me pueden traer leche o masitas, o algo que yo pueda llevar al merendero. Entonces, por ejemplo, les cambio dos zapallos por cajas de leche, que también van a parar a los chicos. Y de esa forma también reparto la producción”.

La trayectoria a lo largo de estos años le hizo ver que la necesidad fue creciendo: "Es cada vez más la gente que necesita o te pide. Siempre quedás corto con lo que podés producir. Ya les llevé a dos o tres merenderos y, como lo publiqué en las redes sociales, mucha gente particular viene a mi domicilio y va llevado dos, tres o cuatro, vienen en bicicleta o en motos a buscar. Tocan timbre cada 20 minutos para buscar calabazas”.

“El hambre, año tras año, porque esto hace un par de años que lo hago, se fue multiplicando. Fui mejorando con el tiempo pero se fue complicando cada vez más", añadió.

Más productores

Para Curró, lo ideal sería que cada persona que tenga las posibilidades produzca desde su casa. “Eso más o menos se está logrando", aseguró.

Y ejemplificó: "Hay un merendero en Frontera que está haciendo su huerta. El INTA me dio las semillas en su momento y yo les fui dando y les fui transmitiendo un poco los conocimientos. Ellos lograron tener hoy una huerta y venden la producción de calabazas, coreanos, zapallitos, papas, cebollas, todo lo que producen están vendiendo. Con eso costean muchos gastos. Y para los chicos que lo hacen es una forma de generar un ingreso digno gracias a que uno fue, los apoyó y los ayudó, a modo de padrinazgo".

"También hay un merendero en Acapulco que está empezando a producir su huerta, no tan en gran escala como el de San Roque porque no tienen tanta superficie, pero sí logran sacar varias cosas que el mismo merendero usa para hacer las viandas", agregó.

Pero Curró sabe que sin el apoyo del Estado, es muy difícil que se revierta esta situación, al menos en el corto plazo: “Me parece a mí que la solución sería que cada uno produzca en donde pueda, en una maceta, donde fuere, pero que a partir del Estado se enseñe un oficio y que cada persona pueda aprender un oficio gratuito. Ese apoyo lo tiene que brindar el Estado, sea albañilería, plomería, lo que fuere, así la gente podría generar sus propios fondos y comprar su propia comida y no salir a mendigarla”.