Sus tiempos cargando instrumentos, equipos y moviendo fletes por escenarios de aquí y allá no se cuentan en años, sino en décadas. Sergio “Checho” Possetto, bajista y cantante, es uno de los históricos del rock en San Francisco y con su grupo Britannia lleva más de 35 años haciendo heavy, con muchos cambios de integrantes a través del tiempo y cuatro discos grabados.

Asegura que sigue con las mismas energías para tocar que cuando empezó a mediados de los años ochenta y que si bien muchas cosas han cambiado desde esa época, otras siguen un poco igual, como las dificultades económicas para poder mantener un grupo, conseguir fechas para tocar y recibir un dinero que permita sostener todo eso, lo que se termina suplantando con mucha pasión por la música.

Sin embargo, con nuevos miembros, “Checho” sigue al frente de Britannia y pase lo que pase no deja de pensar en hacer canciones y grabar un nuevo disco.

En la charla del ciclo de entrevistas Yo Digo, que se emiten por El Periódico Radio 97.1 (martes a las 19) y El Periódico TV, habla de sus comienzos en la música, de su presente y también cuestionó la falta de espacios y difusión para el rock local.

— ¿Cómo te sentís hoy con la música?

— Con ganas de seguir tocando, siempre. Encarar otra banda no creo, con esta banda empezamos y cambiaremos de integrantes pero Britannia va a seguir. Casi que tengo las mismas energías que cuando éramos jóvenes. Antes no le dábamos mucha pelota, era ir a tocar y chau. Ahora sí le prestamos más atención a todo, buscamos que suene bien y todo se mejore.

— ¿Tienen una disciplina de ensayos?

— Sí, pusimos todos los sábados porque todos laburan y en la semana es complicado. Es para mantenernos, como el que juega a la pelota, tiene que ir a entrenar. Porque si vas a tocar sin ensayar…

— Cuando empezaron con Britannia, ¿cuál era la idea que tenían en aquellos días? ¿ser famosos, tocar en grandes recitales?

— No, famosos no. Empezamos a tocar esta música con Daniel Miraglia, que es periodista en Córdoba. Nos gustaba esta música, el único que sabía tocar era Daniel. Yo no tenía bajo hasta que conseguí uno, no sabía tocar y no sé si sé tocar ahora. Lo que sé lo fui aprendiendo, me fueron enseñado, no estudié nada. Intenté estudiar un par de veces, pero cuando te quieren enseñar lo que no te gusta, es muy difícil. En esa época te enseñaban de oído.

— Las canciones se sacaban escuchando el casete.

— Claro, lo tocábamos como más o menos nos parecía y lo escuchábamos nosotros. Todos los días tocábamos, empezábamos a las ocho de la noche y estábamos hasta las dos de la mañana, los vecinos nos tiraban ladrillos. Ensayábamos en un galponcito que tenía el padre de Miraglia de un negocio de repuestos por calle General Paz. Pero era todos los días. Estudiábamos, mi viejo laburaba y en esa época me podía bancar, ahora olvidate. En esa época se piloteaba.

Sergio “Checho” Possetto: “No se puede tocar por el sanguche y la coca, valorame lo que hago”

— ¿Querían una difusión masiva?

— Ni me acuerdo si pensábamos en eso, armábamos temas y por ahí salía alguna fecha y lugar para tocar. Como siempre, en ese sentido no cambió mucho, esto es todo medio gratarola. En esa época no había muchas bandas de heavy en el interior del país.

— Después llega Hermética y otras bandas.

— Claro, Hermética ya era más público, igual que Rata Blanca. V8 también, pero duró poco.

— ¿Hubo algún momento en que vieron complicada la difusión, que iba a ser difícil vivir de esto y cambiaron de planes?

— Sí, te vas dando cuenta solo, cuando ya no tenés interés de seguir con los que venís tocando, ¿entonces para qué? Por eso mucha gente se fue o dejaron la banda. Nunca obligamos a nadie a estar con nosotros tocando. Venís porque te gusta, acá no hay plata, no hay delirios de estrella de rock. Es tocar, y si se pueden armar temas y grabarlos, mejor. Te sirve para vos, porque hoy nadie te compra un disco.

— Ya no está es cosa más artesanal que había en los 80 para conseguir discos. Ese intercambio de casetes.

— Claro, mirá lo que conseguí, esa era la onda. Ahora en internet podés conseguir el disco de una banda de Noruega. Técnicamente son todos buenos ahora. Antes no sé si técnicamente eran tan buenos pero creativamente eran muy superiores. Eso seguro.

—¿Los grupos de antes eran más creativos?

— Sí, totalmente. Salvo una o dos bandas, todo lo que están haciendo lo hicieron ya Black Sabbath, Led Zeppelin o todas esas bandas hace cuarenta años. Deep Purple, Iron Maiden, Megadeth, Motörhead, toda esa onda escuchábamos nosotros.

— ¿Creés que esa comodidad de hoy para acceder a tanta música e información juega en contra hacia lo creativo?

— No, al contrario, porque sirve para crecer. Los bateristas miran el video que sube un chabón y está bueno para ver las técnicas. Para mí sirve, pero después tenés que poner lo tuyo porque sino estás copiando al otro. Convengamos que ahora para sacar algo original… Hoy los pibes están en otra onda. Ahora le meten el rap y un montón de cosas, está bien, sirve para evolucionar. Pero me gusta más lo clásico.

— No estás tan con los grupos nuevos…

— Me gusta escuchar, pero ya como que te quedaste con lo otro y no te llega. Yo escucho un cassette de Ronnie Dio del ochenta y algo y todavía decís mirá el loco cuarenta años atrás lo que hacía. Te sigue emocionando. Las bandas de ahora son buenas, pero no te generan eso.

— ¿Te hacés tiempo para escuchar música?

— Casi que no escucho, viste. Si no, trato de tocar todos los días un rato el bajo. Toco los temas nuestros para ir mejorándolos. Por YouTube escucho siempre lo mismo, es raro que aparezca una banda nueva. Iorio o Maiden, y me pongo a ver esas cosas. No me llama mucho lo otro.

— Siendo que sos un referente del rock en la ciudad…

— Puede ser, yo no me siento así.

— ¿No te sentís un referente?

— No, nosotros aportamos desde nuestro lugar y nada más. Todos son referentes. No somos muchos los que hacemos esta música y los que les gusta esta música. El otro día con Iorio había unas dos mil personas. Pero viene La Konga y mete seis mil, no sé. No somos muchos, pero está bien, por algo será.

— ¿Y cómo ves el panorama del rock en la ciudad?

— Bandas hay, muchos pibes que tocan muy bien, con distintas ondas. Heavy no sé si tantas, pero un par hay, o de un estilo más cercano a lo nuestro. Pasa que a lo mejor no hay constancia, no es fácil estar cinco años tocando con los mismos locos, hasta ahí llegaste y hay muchos que dicen ya está. Nosotros lo veíamos desde otro lado. Cuando fuimos a Bolivia a tocar, fui a la fábrica donde estaba laburando y le dije “loco, me quiero ir a Bolivia a tocar una semana”. Inconscientemente, porque vos decís ahora que te vas una semana y te dicen “andá, pero no volvés más”. Nosotros éramos así, era otra época. Lo veo bien al rock, lo que pasa es que acá es complicada la música nuestra y el rock en general. En las peatonales, todo bien, pero siempre folclore, tango, cumbia o cuarteto, el rock no aparece por ningún lado.

— En ese sentido hay menos difusión y quizás menos cantidad de bandas. Esa aspiración de la banda de garage, de juntarse a tocar. No sé si está tan presente en los chicos hoy.

— Claro, está todo más profesionalizado. A nivel sonido, instrumentos, equipos. Pero falta lo otro, un sentimiento más de ir para adelante.

— Se hace difícil mantener los grupos y también está lo económico.

— Ya moverte hasta Freyre es todo un tema monetario. Y siempre poniendo, poniendo. Está bien, te gusta, pero si no tenés en qué moverte, ¿de dónde sacás el flete?

— Después de muchos años con integrantes fijos, el año pasado cambiaron de integrantes. ¿Qué pasó?

— Hubo una discusión de mi hermano y el guitarrista, el Tato Grangetto, por razones ajenas a la música. Supuestamente no iba a volver a ensayar y nunca me dijo si iba a ir o no, yo tampoco le hablé, cada uno sabe lo que tiene que hacer. No tocó más y busqué otro guitarrista, Pablo Luna. Estuvimos un mes y después mi hermano me dijo que no quería ensayar más porque no tenía tiempo y tenía que dejar. Bueno, busqué a otro y seguimos tocando. La banda paró muchas veces por cambio de integrantes pero siempre tratamos de seguir.

— ¿Hoy la idea es volver a grabar otro disco?

— Sí, siempre se estuvieron haciendo temas. Tato componía mucho y los temas los hacíamos tratando de grabar. Con el Tato pudimos grabar tres discos, antes éramos más despelotados, tocábamos y dale que va. Con el Tato aprendimos un montón, el loco es un maestro. Muy buen músico, él vive de la música, enseñando o lo que sea. Sabe mucho.

— No son muchos los grupos que pueden decir que llevan 35 años tocando. ¿Te da orgullo o qué sensación te deja eso?

— Sí, siempre me sentí orgulloso y feliz de la banda. Vamos a un montón de lados y siempre encontrás locos que te reconocen. Eso para mí es éxito también, que te reconozcan está bueno. No podés estar haciendo algo que no gusta y no te remunera plata. Ya no se puede tocar más por el sanguche y la coca. Tenés una inversión en instrumentos y equipo, no te pueden arreglar con un sanguche y una coca, valorame también lo que yo hago.

— Eso ya no lo aceptan más.

— Claro, y para todos, para el que recién empieza y para el que hace cincuenta años que está. Que sea para todos iguales. No que a este sí y a este no. Pero va a ser siempre así, no va a cambiar más. Te lo digo porque hace treinta y pico de años que estoy, me he cansado de hacer conciertos y siempre lo mismo, estén los radicales o los peronistas, o quien esté, y el que está al frente de Cultura siempre hace lo mismo. No sé por qué le tienen tanto miedo al rock.

— Pero también tantos años te dejan tus alegrías. ¿Qué es lo que más te gusta? ¿estar arriba del escenario? ¿el mensaje que dan?

— Mostrar la música que hacemos nosotros, y que le guste a cinco, diez o cien está bueno, te pone contento. Y estar con pares, gente que le gusta tu misma música. Esta música es para gente que le gusta esta música, no es para otra gente. Somos especímenes raros para la sociedad, la gente no está abierta. Después escuchan letras de Iorio y dicen “claro, no es ningún gil el chabón”, pero lo ves con la imagen que tiene y decís “uh, no, déjame con el de Miranda”. Más allá de los gustos, cada uno escucha lo que quiere, te pongo Miranda como un ejemplo, pero por algo llegaron hasta ahí.

— ¿Esa pasión por la música que vos hacés la sentís igual que a los 20 y tus ganas de tocar son las mismas?

— Sí, por ahí te agarra un bajón, pero cuando empezás a tocar te olvidás de todo.

— ¿Tuviste momentos en que pensaste en que no iba más, que ya llevabas mucho tiempo tocando?

— Sí, a veces por bajones, con los vagos las personas no estamos siempre iguales todos los días. A veces estamos poniendo unas ganas para este lado y el otro… Pero bueno, cada uno tiene sus problemas, después se entiende. Uno es medio así arrebatado, me lo dice también mi señora. Yo voy y digo las cosas, después digo que tendría que quedarme más piola. Pero uno ya es así, no cambia más. Me gusta que las cosas sean justas para todos.

— ¿Ya pensaste hasta cuándo vas a seguir o la idea es darle hasta que se pueda?

— La idea es hasta que se pueda, pero todo depende de la salud, de las ganas que haya de cada uno y la evolución de todo, para dónde dispara el país. Pero ya hemos pasado por 300 crisis, la gente se olvida de todo. Alfonsín era un quilombo, vos ibas a la mañana y esto valía cinco, a la tarde 25. Siempre fue así, es cíclico. El pobre va a seguir siendo pobre, desgraciadamente.