Rosa Gallegos, la mujer que conmovió a toda una comunidad al perdonar públicamente a los asesinos de su hijo b, falleció este viernes en San Francisco. Tenía 70 años y atravesaba un delicado estado de salud tras ser diagnosticada con un cáncer gástrico avanzado.

En mayo de este año, Rosa había relatado en una entrevista con El Periódico las dificultades que enfrentaba para sostener su tratamiento, basado exclusivamente en suplementos nutricionales líquidos de alto costo, imposibles de cubrir con su ingreso mensual. Su historia, marcada por el dolor, la templanza y el perdón, había vuelto a conmover a la ciudad.

“Un mes más y me quedo sin un mango”, decía entonces, con crudeza y claridad, mientras aguardaba una respuesta del PAMI. Sin embargo, tras la entrevista, la mujer recibió la colaboración de la comunidad con un sinnúmero de donaciones que la alentaron a seguir adelante. 

Su deterioro había comenzado un año atrás, con síntomas que fueron atribuidos inicialmente a causas emocionales. La pérdida de su hijo Cristian, asesinado en 2019 durante un partido de fútbol en la cancha de La Milka, y la muerte del padre de sus hijos habían dejado en ella una carga difícil de sobrellevar. Sin embargo, una endoscopía dio finalmente con el diagnóstico certero: un tumor gástrico.

Un gesto que dejó huella

El nombre de Rosa Gallegos quedó grabado en la memoria colectiva de San Francisco en agosto de 2022, cuando, en una audiencia judicial, tomó la palabra frente a dos de los jóvenes responsables del crimen de su hijo y los perdonó. Ambos eran menores de edad al momento del hecho y Rosa, lejos de buscar venganza, eligió la compasión: les habló con afecto, les pidió que cambien y que aprovechen la nueva oportunidad que la vida les ofrecía.

“Fue el espíritu de Cristian lo que me hizo cambiar de parecer”, expresó entonces. El gesto fue calificado como “histórico y memorable” por el fiscal Bernardo Alberione y el juez Andrés Peretti, que fueron testigos del momento.

A partir de ese día, Rosa se transformó en un símbolo de humanidad y coraje para muchos sanfrancisqueños. Hoy, su partida deja una profunda tristeza, pero también un legado imborrable de dignidad, fuerza y perdón.