Si te estás cuidando tenés que abrir la paleta de colores, ya que para comer más sabroso y con menos calorías, es necesario cocinar colorido. Cada color lo asociamos con algo por naturaleza: el naranja a la buena energía, a lo fresco y a la fruta;  el verde a lo saludable. El poder radica en sus pigmentos naturales; la clorofila colorea a los alimentos verdes como la lechuga y la espinaca; los fenoles le dan el color característico del café; el rojo de las carnes se debe a la mioglobina; y el anaranjado de las zanahorias a los betacarotenos.

Si buscás a los fitonutrientes, los encontrás en el reino vegetal. Los carotenoides son potentes antioxidantes y cuidan nuestro cuerpo. En este grupo están los betacarotenos de las zanahorias, calabaza, durazno, damasco; los licopenos presentes en el tomate y el pimiento; la luteína, también de color amarillo que se encuentra en el maíz y en la yema de huevo.                                                                                           

Los flavonoides están presentes en tonos blancos y verdes, tienen una gran acción a la hora de proteger nuestro corazón y reducir el riesgo de cáncer. Algunos son los polifenoles de las cebollas, el puerro; las catequinas del té verde; el reverastrol de las uvas y el vino tinto. La comida siempre nos entra por los ojos.  Elegí bien tus colores y sumá nutrición.

Multicolor

 AMARILLO: alimentos energéticos, ricos en grasa (aceite, manteca, etc.) y carbohidratos (cereales y derivados, papas, azúcar y dulces).

ROJO: alimentos estructurales, ricos en proteínas (carnes, pescados y huevo, legumbres y frutas secas).

AZUL: alimentos también estructurales, ricos en proteínas (leche, queso y yogur).

VERDE: alimentos reguladores, ricos en vitaminas y minerales (frutas y verduras).