María Rosa Elena (62) es maestra desde 1992. Lleva la pasión por la enseñanza en la sangre pero también un amor inmenso que reparte entre los niños que la tienen como docente en el aula y entre los perros que rescata de la calle y a los que les brinda un hogar. 

Cuenta que se recibió “ya de mayor”, a los 33 años, momento en que empezó a dar clases. Afirma que ama a los niños, a su profesión y que lo hace “de corazón”. De todos modos, reconoce que le cuestan “un poco” todos los avances de la tecnología, aunque también aprender le apasiona. 

Hoy la vida encuentra a María Rosa al frente del quinto grado de la escuela Lucía Vaira de Aimetta, en barrio La Milka, institución en donde le llegó la titularidad. Previamente pasó por numerosas aulas de colegios como ‘Hipólito Yrigoyen’, ‘José María Paz’ y ‘Raúl Villafañe’, en nuestra ciudad, pero también de Plaza Luxardo y Estación Luxardo. “Tuve excelentes experiencias en todas las escuelas, siempre trabajé en barrios alejados del centro de la ciudad”, recordó. 

En relación al papel de las nuevas tecnologías y las redes sociales en la educación en momentos de pandemia, algo que debió sortear con fortaleza, dijo: “Cambió mucho, demasiado la educación en el último tiempo; soy un poco docente de la vieja usanza”, señaló en diálogo con El Periódico, aunque aseguró que le encantan los libros y leer: “Con todo este avance tecnológico me costó muchísimo adaptarme, pero la circunstancia obliga, así que me fui haciendo y hoy puedo decir que me defiendo”, afirmó. 

Amor por los animales 

Elena reparte su tiempo entre los niños y los perros, ya que desde hace años es rescatista. Si bien su tarea ya no está en la calle, alberga a unos 25 perros a los que le da un hogar de tránsito a la espera de que puedan ser adoptados. 

“En este momento tengo muchos, estoy transitando a muchos con problemas de salud. Eso me insume bastante tiempo, pero trato de repartirlo con la actividad de mi trabajo. Ya prácticamente no salgo a la calle porque antes sí atendía muchos casos en los que me solicitaban, entonces recorría un poco más el barrio. Hoy estoy más en casa porque tengo más cantidad de animalitos también que me requieren más tiempo”, contó. 

Para Elena sus perros funcionan como su “cable a tierra” ya que se siente contenida y acompañada: “A veces son las doce o doce y media de la noche y sigo sentada frente a la computadora. Pero no me molesta. Los perros son los que me sostienen en muchas circunstancias. Estoy rodeada, siempre tengo almohadones por todos lados, alfombritas, así que súper protegida me siento”, destacó. 

El amor por los animales es un tema recurrente en sus clases, ya que trata de inculcar la importancia del cuidado, en este caso de los perros, a sus alumnos. “Lo vinculo mucho porque los niños también tienen mascotas, entonces es un tema que charlamos. El cuidado, cómo los debemos proteger, no solamente con ellos sino con los de la calle, siempre tenemos algún perrito que visita el aula, que viene con alguno de los niños y siempre cuidamos que nadie los golpee ni les haga daño”, afirmó. 

Lo difícil de dejar el aula 

Elena debiera haberse jubilado hace algunos años, pero su amor por la enseñanza la sostiene frente al pizarrón. 

“Ya debería haberme jubilado pero acá estoy, atrapada. El año pasado me quedé un poco atrapada con esto de la pandemia, después con el cambio de ley que nos bajaron el porcentaje de jubilación, y hoy la situación económica está tirando un poco. Pero también me cuesta irme. Es un poco la excusa de que el dinero no me va alcanzar, porque amo esto que hago y amo estar acá”, reflejó. 

Para finalizar, dejó un mensaje a los futuros docentes y a los recién recibidos. “A todos quiero decirles que nuestra profesión requiere corazón, requiere paciencia, mucho aprendizaje, el vínculo con los niños. Por ahí me inclino por aquel que más me necesita, eso creo que es primordial. Estar siempre viendo no solamente el nivel de aprendizaje, sino las necesidades de cada uno de los niños, las necesidades de cariño, de amor, de contención. Hoy hay muchos niños que están en una situación crítica y nos necesitan”, cerró. 

Los abrazos, su mayor satisfacción 

Si hay algo que a María Rosa la llena son los abrazos de los chicos, que hoy, prohibidos por la pandemia, extraña “un montón”.  

“Me quedo con las palabras cariñosas, las cartitas, que te vean por la calle y te recuerden y peguen el grito, que te saluden. A veces digo que somos muy subjetivas y que establecemos más vínculos con algunos que con otros, pero el cariño es para todos por igual”, dice.

Mujer del año 

Su labor como docente y su compromiso ante los casos de maltrato y abandono animal le valieron que en 2017 fuera elegida Mujer del Año por el Consejo Municipal de la Mujer.

Elena recordó ese momento y expresó: “Lo vivo como que en algún momento se hizo presente todo el trabajo que se hace en silencio, porque hay mucha gente que trabaja, que protege, que cuida y auxilia a los animalitos, y sentí un poco eso”.