Este martes no será un día más para Lucas Ludueña. Se cumple un año de su trasplante de corazón, una intervención que, según sus propias palabras, le permitió "volver a vivir". En una charla con El Periódico contó como se encuentra, como va a vivir el aniversario y recordó su promesa, concretada días atrás, por la que peregrinó hacia Alta Gracia.

¿Cómo te encontrás de salud?

No te puedo decir que estoy bien 100 por ciento pero en un 98 por ciento estoy bien. Tengo una sola cosa prohibida que es enfermarme, es la única contraindicación del trasplante, porque al no tener defensas no tengo posibilidad de curarme rápido y se complicaría. Puedo hacer casi todo. Uno por miedo y por ignorancia va preguntando. Tengo contacto directo con el médico, mi cardiólogo de cabecera. Cualquier cosa le mando un mensaje o lo llamo y le voy preguntando. El último control que tuve fue en diciembre y ahora tengo otro en marzo. Tengo un control completo y si da bien los hago cada 3 o 6 meses, se van espaciando mientras pasa el tiempo. Mejoré en todo sentido. En pensamiento, en poder disfrutar de las cosas simples

¿Cómo vas a vivir este aniversario?

En familia y con amigos, haciendo lo que más me gusta que es cocinar. Si bien el agasajado soy yo, a mí me gusta agasajar a los que me vienen a visitar y a los que estuvieron en el peor momento. Seguramente va a ser algo emotivo. Pasó rápido, pero a su vez con cada chico que está en lista de espera uno se pone en el lugar del otro y lo siente como propio. Va a ser un festejo con los míos, como se festeja un año más de cualquier persona. Es mi primer año de vida, siento que volví a vivir.

¿En qué te cambió el trasplante?

Por ahí uno se hacía mucho problema por cosas muy simples. Y estar tanto tiempo internado, ver a otra gente sufrir hace que uno tire sobre la mesa todos los valores y vuelva a armar la escala. Uno se toma con otra perspectiva a los problemas. Tenemos que empezar a ver el vaso lleno y que mi sufrimiento sirva de algo, que le sirva al otro para que lo sobrelleve mejor. Si encuentro a alguien que está en lista de espera, quiero servirle de espejo y demostrarle que se puede, que no hay que tenerle miedo y que hay que dejar que se haga la voluntad de Dios.

¿Cómo fue el acompañamiento de la familia y de los amigos?

No solo los conocidos, sino también los desconocidos cumplieron un papel muy importante en el proceso. Gente que me escribía, compañeros de trabajo de la misma firma pero de otras provincias. Y los incondicionales de siempre. Los amigos, la familia, estuvieron siempre ahí cuando uno caía. Mi señora y mi hijo fueron los dos pilares que me levantaron ante una caída o una desilusión. Los clientes estuvieron presentes con un mensaje o un saludo a distancia, la misma comunidad educativa del colegio de mi hijo que siempre preguntaba si necesitaba algo, conteniéndolo a él. La gente de San Francisco, gente que uno no conoce que te saluda, se emociona al verte bien. Fueron soldados en una guerra de la que salimos, principalmente yo, victoriosos. Y la idea de esa victoria es crear conciencia del verdadero objetivo de la donación que es salvar vidas.

¿Qué es lo que más extrañabas estando internado?

Me sacaba lágrimas. Para una persona que está acostumbrada a estar en la calle, estar encerrado es lo peor que le puede pasar. Todo se extraña: cocinar, salir, estar con la familia, ir a trabajar, poder llevar a mi hijo al colegio, ir a la despensa a comprar. Cualquier cosa que sea salir a la calle para mí era muy extrañable. Dar una vuelta, que te manden a guardar el auto a la cochera. Estando internado estás todo el día mirando una pared o una ventana imaginando un futuro, viviendo un presente que por ahí no es el mejor. Pero nunca dejando de soñar. Como me dijo una vez un amigo tucumano trasplantado, teniendo fe y paciencia. Por ahí la paciencia se iba pero uno trataba de serenarse, de pensar y reflexionar, y esperar a que llegara ese momento para salir de ahí y ser libre otra vez, porque no se lo deseo a nadie estar internado y en espera.

¿Cómo viviste la concreción de la promesa que hiciste si todo salía bien?

Una semana antes que llegara el órgano, que llegara mi ángel, yo estaba con un montón de complicaciones, y tuve la visita de mi suegro con el que siempre tratábamos de buscarle el lado positivo o la risa ante tanta amargura. Y me dijo ‘gordo, cuando salgas de esta, al año nos vamos, si estás bien y el médico te lo permite, de Córdoba a Alta Gracia para agradecer y para hacerle el aguante a toda esa gente que está aún esperando su segunda oportunidad’. Así que le dije que bueno, pero nunca pensé que iba a ser al año, siempre pensé que la recuperación iba a ser mucho más prolongada. Llegando octubre salió otra vez lo de la promesa y empezamos a hacer una especie de entrenamiento, saliendo a caminar con mi suegro y planificando. Pedí el sábado en el trabajo nos mandamos. Mi señora y mi hijo nos llevaron y arrancamos caminando tranquilos junto a un montón de gente. Cuando nos dimos cuenta habíamos hecho 30 kilómetros, no dábamos más. Nos faltaban 7 kilómetros, así que tomamos un colectivo hacia la Terminal de Alta Gracia, caminamos hasta la gruta y compartimos la misa. Después pegamos la vuelta satisfechos porque dimos todo lo que teníamos. La experiencia fue muy reconfortable.