Western zonal

Dio fau!

Si engrasamos las manos

Las palabras salen solas

Como con el motor de los Fiat seiscientos

Callense vecinos locos!

Dejen de hacer espamento

Que no soy el diablo

El Diablo no fía. Yo sí

Como al otro cristiano

El gringo de la tenaza

Dio fau!

A los de al lado les patina el embrague

Y no me dejan escuchar

Como acelera el Rastrojero

Un poema!

Si usamos la varilla del aceite

Las letras se van a ver altro que!

Ojo bestiunes! No manchen a los gatos

Dio Cristo!

Golpean las manos

Escondamose!

No sea cosa cosa que sea algún acreedor

Ese es propiamente el Diablo

Anecdoema (anécdota hecha poema)

No habíamos tomado/si no / distancia

Vimos el camión desparramado/ y nos enteramos en ese momento

Que Dios no hablaba portugués

No habíamos tomado/ nos habíamos tomado

Un viaje/ y fue de tanto andar que nos detuvimos

Ni para adelante ni para atrás/ el destino nos ponía en el casillero

Que se le ocurría

No habíamos tomado/ nos habíamos tomado

Un minuto

Y resulta que

El vino éramos nosotros

Paradero 

Me mudo

Sé que vendrás

Tan solo dame cinco minutos y te paso la dirección

Es solo un momento

Si no tuviera estas manos temblorosas…

Hubiera evitado hacerte esperar tanto

Para ganar tiempo saca el automóvil

Toma la carretera hasta donde termina la ciudad

Y pregunta por el muerto.

La rezadita

 Recen a la virgen de los trapos

O a un sapo con harapos

Recen porque mantenga su corona

Hasta que sea una nona

Recen para que baile el vals con su inocencia

Mi niña sin penitencias

Recen al corazón como estandarte

Que yo hago mi parte

Si así rezada está

Resentida no será

Teorema de las manos

Tomamos de esos helados que hielan la sangre.

Lo recuerdo porque el día se prestaba amable; o sea sin excesos de más de 30 grados.

La elegida fue una mesa muy cerca del tobogán donde abundaban niños y helados.

No sé por qué elegimos esa.

Frente a frente en el patio de juegos de la heladería nos encontrábamos a la distancia más larga del pizarrón donde habían dibujado un corazón.

Hacia el sur, las hamacas despintadas tenían acción. O quizás las moviamos los dos con nuestros pensamientos.

Todo allí era infantil.

En unas manchas de la pared que linda con la heladería veíamos que se formaba una cara de nene.

Otro nene juntando piedritas del suelo y poniéndolas en dos montones crea los ojos de otro futuro nene para nuestro juego de ver.

La verdad es que dábamos más vueltas que la calesita que daba a la calle para decir una palabra.

Nos encandilaba un poco la luz del farol pero mirábamos para otro lado.

“El foco de atención” – pensé en voz alta y la fonética desvirgó nuestro silencio.

Tres niños rubios nos obligaron a distraernos y después un tipo que se tambaleó en la vereda por una baldosa floja.

Cuando la dispersión amenguaba aparecía la gigantografía del helado gigante en la fachada. Y lo saboreábamos como se saborea el limón

Una señora muy vieja lavaba las manos chorreadas a un pequeño en una canilla apartada.

Muy distinto a nuestras manos.

Pero eso ya no contaba como distracción.

Sobre el autor

Jorge Bonomini tiene 43 años. Es estudiante de Comunicación Social y asiste al Taller Municipal de Escritura a cargo de Laura Pratto. En el marco de dicho taller literario publicó un cuento en la antología “El pie en el pozo”. También, una poesía en una antología de la editorial “De los cuatro vientos “ de la ciudad de Buenos Aires. Asimismo está próximo a salir una antología de la SADE San Jorge en la cual también participó.Principio del formulario