Ya quedan pocos oficios exclusivos de género. Afortunadamente los tiempos han cambiado, aunque existen todavía aquellos que piensan que ciertos trabajos son “cosas de hombres” y otros de mujeres.

En nuestra ciudad las mujeres carniceras son pocas, pero trabajan tan duro y a la par de cualquier hombre, y se destacan por el orden y la limpieza de sus lugares de trabajo.

Dialogamos con dos propietarias de carnicerías que pese a que llevan tiempo en el rubro todavía tienen que enfrentarse a varios desconfiados y asombrados cuando se encuentra que esa mujer que tienen enfrente les proveerá la carne para la parrilla. 

María Isleño está al frente de carnicería FerMar- en la esquina de Fleming y 9 de Septiembre- y cuenta que viene de una cuarta generación de carniceros y que prácticamente se crió trabajando en el negocio de su padre.

Su carnicería la instaló con su marido, pero tras su divorcio, hace 14 años que la atiende sola. Ella es la que hace las compras de hacienda, elige las mejores carnes, atiende al público, corta y prepara los pedidos, así como también los embutidos caseros que ofrece a sus clientes.

La mujer reconoce que sus inicios fueron difíciles y que todavía hoy le toca atender a clientes nuevos que la miran de reojo cuando hacen un pedido.

“Cuando quedé sola me fue muy difícil para mí. Es un rubro muy machista y he pasado por muchas cosas. Imaginate que era la primera mujer carnicera de San Francisco. Cuando entraba un hombre y veía a una mujer cortando la carne le resultaba chocante. Pero cuando se daban cuenta que sabía de carnes y cortes, se iban sorprendidos. Y te aseguro que después volvían”, relata María.



Orden, limpieza y atención

Son los tres valores fundamentales que destaca María a la hora de mantener la clientela luego de tantos años. Además, claro está, de la buena calidad de las carnes que vende.

“Los clientes siempre remarcan el orden del negocio, la limpieza y la atención, que a veces en otros comercios no pasa. Los hombres que vienen me dicen: ‘Se nota que hay mujeres detrás del mostrador’”, comenta la mujer con una sonrisa.

Y agrega: “Es un trabajo que requiere mucha limpieza, a veces pienso que hay muchas chicas jóvenes sin trabajo pero no viene ninguna a ofrecerse, porque saben que se van a ensuciar y no les gusta. Las mujeres no optan por este rubro”.

Afortunadamente María tiene quien la siga. En la actualidad su nieta de 14 años la ayuda los fines de semana o en los días que no hay clases. La mujer se esperanza en que pueda seguir con el rubro y que carnicería FerMar siga con una mujer al frente.

De ayudante a carnicera

El caso de Alejandra, de carnicería y pollería Avenida – ubicada en Libertador Norte al 1200- es diferente al de María. Comenzó en el rubro ayudando a su marido y tras el fallecimiento de este tuvo que ponerse el delantal y pasar al frente del negocio con muy poca experiencia.

“Fue todo un aprendizaje-sostiene-. Costó en un principio, porque no estaba acostumbrada a atender al público. Al día de hoy hay hombres que se sorprenden que los atienda. Pero nunca tuve problemas, siempre el cliente ha sido muy respetuoso conmigo”.

En la actualidad ya cuenta con 15 años en el rubro pero asegura con una sonrisa que todavía le falta para “recibirse” de carnicera. “Constantemente estoy aprendiendo. Y me gustaría seguir progresando, agregándole cosas al comercio, para que la gente esté cómoda, pueda hacer todas sus compras acá y se vaya conforme”, explica.

Alejandra reconoce y valora el apoyo de los vecinos del barrio Vélez Sarsfield y de sectores aledaños cuando quedó viuda y tuvo que hacerse cargo de la carnicería. “Siempre me sentí apoyada por la gente del barrio y es algo que valoro mucho”, dice.

Al igual que María, Alejandra coincide en que la limpieza, la atención y la calidad de los productos son constantemente reconocidos por los clientes.