Por Oscar Romero 

Ramón Funes tiene 70 años, goza de buena salud y se encuentra residiendo en el Hogar de Ancianos Diehl de Sienra. Estuvo 4 años viviendo solo en una carpa o donde pudo en los alrededores de la plazoleta Carlos Gardel, junto a la estación Terminal de Ómnibus. Sufrió privaciones, robos, golpes; hasta que su estado de salud se deterioró y pidió ayuda. Personal de Desarrollo Social del municipio realizó un operativo para rescatarlo y brindarle un mejor pasar. Hoy se muestra agradecido de que la vida le da otra oportunidad.

“Gracias a Dios estoy bien, hace más de un año y medio que estoy en el hogar. Llegué con muchas expectativas y tengo muchas todavía. Las hermanas son buenas personas y el trato de todos es muy bueno”, cuenta a El Periódico el hombre, al que se lo encuentra de buen humor y con varios kilitos de más.

“Sé que por ahí soy un poco rebelde-reconoce con una sonrisa Ramón-, pero es que la vida me ha hecho así, me ha golpeado mucho y a uno que viene de muchos años en la calle por ahí le cuesta adaptarse a estar entre gente de nuevo”.

Punto de quiebre

En su larga estadía en la plazoleta, Ramón confiesa que pasaba sus días tomando alcohol. Cobraba su pensión y apenas si le alcanzaba para unos días. “La plata no me duraba, me la gastaba en vino o me la robaban. Hoy gracias a Dios ya no tomo más. Entendí que tenía que dejarlo y lo decidí. Hoy sólo fumo, sé que está mal pero si me decido a dejarlo lo hago”, sostiene.

“Pude salir de la situación en la que estaba con ayuda, pero si no ponía algo de mí no lo hubiese hecho tampoco. La calle no me gustaba como forma de vida, me gustaba la libertad. Acá hay reglas, horarios, por eso al principio me costó un poco adaptarme. Cuando llegué le dije a una de las hermanas que iba a estar un tiempo hasta que me pusiera bien. Siempre decía a fin de mes me voy, y me terminaba quedando”, cuenta.

Cambio de vida

Mientras habla sobre su nueva vida, sonriente, Ramón toma mates y dice: “Éste es el único mate que me ha durado varios meses, antes me los robaban”.

El hombre se siente a gusto con el lugar, todos los días se levanta tempranito a la mañana, toma una ducha, lee el diario y desayuna. “Me gusta esta vida, nadie me molesta, me levanto a eso de las 6, me ducho y tengo mi ropa limpia. Tengo que comer lo que me ordena la nutricionista y a veces me cuesta, siempre le digo ‘me tenés a zapallo, ya parezco una tortuga’”, cuenta riendo.

Ramón también tiene su bicicleta y algunos días va hasta la ciudad para realizar trámites, visitar viejos conocidos, comprarse algo. “Vuelvo re cansado, pero me sirve de ejercicio. Siempre doy una vuelta por la terminal a saludar a los amigos, ellos me ven y me dicen que parezco un príncipe ahora”, asegura.

AGRADECIDO

Funes aprovecha la nota para saludar y agradecer a toda la gente que lo ha ayudado mientras estaba en la calle. “Mucha gente se acercaba y me daba una mano, los mismos empleados de la terminal, las chicas de la Municipalidad, gracias a ellos hoy puedo estar contando esto”.