Desde los 4 años Joaquín Andreggen Actis -que ya cumplió los 12- batalló contra distintas afecciones de salud, pero con el apoyo incondicional de su familia y la ayuda de un equipo de profesionales pudo finalizar sus estudios primarios. Ahora sueña con ser mecánico y hacer lo que más le gusta: desarmar y arreglar cosas.

El pasado jueves recibió su diploma tras haber cursado sus estudios en la escuela Primera Junta, el sexto grado “A” del turno mañana. Y este sábado emprenderá el viaje con sus compañeritos a Carlos Paz como broche de oro luego de un año y medio con algunas complicaciones en su salud.

“A pesar de todas las dificultades que tuvo pudo terminar bien su sexto grado”, contó emocionada su mamá, Paola Actis, que recordó las dificultades que venía atravesando Joaquín desde hacía más de un año. Convulsiones y epilepsia, dolores fuertes de cabeza, mareos y pérdida de conocimiento, desde inicios de 2018 a esta parte, lo que valió estar internado varios días.

Cabe recordar que, en 2011, cuando el niño tenía 4 años, El Periódico reveló su caso ya que padecía una otitis media infecciosa, con una pérdida del 80 por ciento de audición en el oído izquierdo y de un 50 por ciento en el derecho.

La intervención quirúrgica estaba programada para octubre de ese año, pero a raíz de un paro de los profesionales de la salud no pudo concretarse, provocando serias complicaciones a la salud del menor.

Cinco meses pasaron y recién en marzo de 2012, luego de la presentación de un recurso de amparo a través de la intervención desinteresada del abogado Raúl Gordo, la Justicia ordenó la operación.

Joaquín dio batalla, finalizó sexto grado y sueña con ser mecánico

Nuevos inconvenientes

Tras algunas consultas en la ciudad, la madre decidió derivarlo a la Clínica del Sol en Córdoba donde fue asistido por un neurólogo infantil. Allí recibió una noticia que la sorprendió: las medicinas que recibía eran las que ocasionaban sus episodios de convulsiones.  

“Ocho años que venía mal medicado, era la medicación lo que hacía que la criatura tuviese esos episodios. Su diagnóstico es que tiene un pequeño retraso madurativo con déficit de atención pero es un problema que se puede manejar con psicopedagoga y psicólogo”, expresó.

Por este motivo se la quitaron y desde hace unos meses “Joa” tiene una vida alegre y normal. Aunque contó su tristeza por terminar el primario: “Voy a extrañar a mis compañeros de la escuela, pero somos siete los que vamos a seguir juntos en la secundaria”, le dijo a El Periódico.

A pesar de todas las dificultades que ha tenido, con la ayuda de su maestra integradora, Miriam Windholz, Joaquín pudo terminar bien su sexto grado.

Desde que era chico Joaquín quería estudiar en la Escuela de Trabajo (Ipet 50 “Emilio Olmos”) para aprender todo lo relacionado con la mecánica del automotor, sin embargo el equipo de profesionales que lo viene acompañando en su proceso de estudio, recomendó que curse el secundario en una institución con menos carga horaria.

“Él ama la mecánica y quería estudiar eso, pero el gabinete interdisciplinario le recomendó un colegio con menos carga horaria y de estudio. Fue duro decirle que no podía ir. Pero él lo entendió”, dijo la mamá.

Un taller amigo

En el medio de la tristeza de no poder estudiar lo que le gustaba, apareció el corazón solidario de Martín, un mecánico propietario de GMA Suspensión en barrio San Cayetano, cercano a la familia y que invitó a Joaquín a que pase por el taller y lo ayude con algunas cosas menores. 

Desde entonces, los viernes por la tarde y gran parte de los sábados el niño se pasa horas observando, aprendiendo y ayudando al mecánico.

“A mí me encanta, veo cómo arregla los autos, aprendo cosas, cebo mate, le paso las herramientas, también jugamos con el hijo de Martín”, aseguró.

A Joaquín todavía le resta completar el secundario, pero eso no lo inquieta porque tiene su futuro bien claro: llegar a ser mecánico.

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